El imperdonable Kirchner

De acuerdo a la opinión de un usuario registrado, Néstor Kirchner sostuvo que perdonar genera inconvenientes, pues "llegamos a esta situación que tenemos hoy porque todo se podía perdonar". El usuario le responde al presidente que los valores fundamentales de la sociedad no fueron "quebrados" por excesos de perdones cristianos, sino por la impunidad para delinquir.

Sr. Director
Edgar Maihard

En lo que ha pretendido ser una respuesta al documento Necesitamos ser Nación, emitido por la Conferencia Episcopal Argentina el pasado 15 de mayo, Néstor Kirchner ha sostenido la inconveniencia de perdonar, pues "llegamos a esta situación que tenemos hoy porque todo se podía perdonar. No importa lo que había hecho cada uno. En nombre de la reconciliación, perdonábamos cualquier cosa. Y así quebramos los valores fundamentales de la sociedad. Creo que hay que seguir mirando el pasado, porque no se puede construir una sociedad sin justicia y sin verdad" (cfr.La Nación, Buenos Aires, 19-5-04, p. 1-5).

Inútil será explicarle a este hombrecillo medianamente impío que nos gobierna -de irreligiosidad tan patente como su desaliño- el sentido cristiano del perdón y el alcance sacramental de la reconciliación.

Nociones como la remisión de los pecados, la contrición,la reparación y la enmienda, le son absolutamente ajenas a su caletre inmanentista. La democracia no es escuela de teología ni engendra príncipes con sobrenatural mirada para inteligir atriciones y metanoias. La elemental enunciación de la petición quinta del Padrenuestro: "y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores", sonará a sus oídos, en el mejor de los casos, no como mandato divino recogido por la Iglesia, sino como negociación ante otro Iglesias, Enrique, a la sazón presidente del BID.

Lejos estamos pues de pedirle a este olmo las proverbiales peras refraneras. No sólo por incompatibilidad de naturas, sino porque al igual que el que encontró Machado a orillas del Duero, está "hendido por el rayo y en su mitad podrido".

Pero si no las de la eternidad, algunas cosas demasiado humanas tendrá que entender Néstor Kirchner. La primera, que quienes aquí se han perdonado recíproca y alternativamente todo y cuanto quisieron –desde el grueso delito hasta la traición a la patria, desde el desfalco hasta el vulgar latrocinio- han sido y son los políticos, preñados de los antecedentes más ignominiosos y de los presentes más turbios que pueda pedírsele a raza alguna sobre esta tierra.

La culposa partidocracia, a efectos de subsistir e incrementar sus prebendas, sabe dispensarse amnésicas clemencias con la dadivosidad que no tiene para quienes padecen sus atropellos. Podría Kirchner mirar hacía sí mismo y hacia el entorno que él ha instalado para encontrarse con esta grave anomalía moral. Si lo hace, constatará una vez más su procedencia ideológica desde las entrañas del paraterrorismo marxista, así como la análoga o peor catadura del grueso de quienes hoy son llamados sus funcionarios pero fungen de cómplices de esta triste revancha, como ayer fungieron de miembros de las células guerrilleras o de protagonistas de las corrupciones del sistema.

Verá asimismo de cuánta remisión disfrutan, de cuánta absolución e inmunidad han sabido rodearse, de cuánta vanagloria se han henchido tras dispensarse el indulto histórico, las carnales indemnizaciones y los subsidios extranjeros. No importa lo que hicieron, en efecto; ni lo que desembozadamente siguen haciendo ligados claramente a las actividades subversivas o corruptoras. A ellos se les puede perdonar todo: el pasado asesinato de nuestros soldados o el reciente saqueo oficial de las instalaciones de la Armada, la apología del crimen o el crimen mismo. Pero no en pos de una reconciliación de raíz cristiana o meramente sociológica, sino en aras de una concertación y usufructo del poder. Porque la Iglesia predica y otorga el perdón de Dios, que obliga al arrepentimiento, a la memoria doliente del pecado y a la enmienda, a veces pública. Pero este gobierno perdona al que procede del mal y persevera en él; lo premia para asegurarse su triunfo, cohonestar sus efectos y aprovechar sus ganancias. Niega la paz, aún la de los sepulcros, a quienes combatieron gloriosamente al marxismo. Coadyuva a las misiones de paz del torturador Bush y a las misiones de guerra de sus depredadores piqueteros y activistas.

Algo más podría entender Kirchner. Y es que "los valores fundamentales de la sociedad" no fueron "quebrados" por excesos de perdones cristianos, de gracias sacramentales, de reconciliaciones penitenciales o de indulgencias romanas, sino por haber sustituido el auténtico perdón –que brota del confesionario y de las lágrimas en él derramadas- por la impunidad para delinquir, la vista gorda para corromper, la lenidad absoluta para continuar violando las leyes humanas y divinas.

La sociedad está quebrada, entre otros motivos, porque han llamado reconciliación al contubernio, falsificando la recia y noble semántica católica del verbo perdonar. Se dirá –y lo decimos- que algunos bautizados son responsables de esta infeliz tergiversación de conceptos. Para ellos el mismo desdén que nos merecen aquellas cúpulas castrenses, siempre prontas a trocar el perdón en felonía.

Haga un último esfuerzo hermenéutico el señor Kirchner. Y verá que nadie niega que "hay que seguir mirando el pasado" para nutrirse de sus enseñanzas. Al contrario, esta descalificación del pretérito fue una de sus muletillas durante toda su campaña electoralera, en la que desdeñaba a sus circunstanciales rivales de rapiña, adjudicándoles sin más ser el pasado.

Nosotros, por el contrario, nos tenemos bien aprendido el ciceroniano texto que jerarquiza a la historia como magistra vitae. Y no queremos que ninguna lección de los tiempos universales y patrios quede sin aplicar. Pero no es el pasado lo que mira Kirchner, sino lo que falsifica y tuerce, lo que miente, trampea, disfraza y trufa del modo más ominoso. Hasta pretender que la gavilla de montoneros y de erpianos que participaron de una ofensiva homicida contra la Nación sea tenida por un ramillete de próceres, mientras quienes le dieron legítima y justa guerra sean sin más tomados por genocidas. O que el llanto y el luto por los caídos sólo son patrimonio de unas Madres y de unos Hijos más impulsados por el odio y las finanzas bolcheviques que por lo que podría ser un comprensible dolor familiar.

Hizo bien Monseñor Castagna en caracterizar a Kirchner cual un sujeto que "no perdona ni admite ser perdonado"; es decir como alguien que está viviendo el infierno y lo comunica con sus actos gubernamentales. Dado que la declaración era demasiado viril, amén de lucidísima, el Episcopado se apresuró a desmentirla, aclarando "que en ningún momento se refirió personalmente al Presidente de la Nación sino que manifestó que ‘todos los argentinos debemos adoptar la actitud de perdonar y pedir perdón para llegar a una verdadera reconciliación’".(Cfr.AICA,19-5-04,La reconciliación siempre debe respetar la justicia). En breve aclararán que en ningún momento quisieron afirmar que Jesucristo es Dios.

En medio de tantos perdones desnaturalizados y mal otorgados, y de otros tantos malbaratados, improcedentes cuando no inicuos. En medio de un remolino de perdonadores y perdonados falaces, livianos y oportunistas, sin referencia alguna al Señor de la Misericordia y a la Verdad que en El se funda, el presidente Kirchner y su banda partidocrática le adeudan a la Argentina y a los argentinos decentes,el pedido de perdón por profanarla día a dia.

Antonio Caponnetto

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