La deuda no es la deuda, y quien lo ignora una prenda tendrá

POR EDGAR MAINHARD La Argentina acaba de exponer su oferta ‘de prepo’ a los acreedores sin comprender qué es lo que realmente está en juego Lo interesante es que sobre esa oferta tanto Kirchner como Lavagna intentan construir su futuro político Esto obliga a temer por ese futuro que imaginan los más nuevos de la ‘vieja política’.

La reestructuración de la deuda externa pública en incumplimiento es la tarea más importante afrontada por Néstor Kirchner en su primer año de gestión. También es el trabajo decisivo para las aspiraciones presidenciales de Roberto Lavagna, tal como lo ratificó con Eduardo Duhalde durante el reciente viaje a México. Probablemente, es la última tarea que, con cierta armonía, hayan emprendido el Presidente y el ministro.

Kirchner ha procurado no quedar vinculado a un eventual traspié en la oferta unilateral, y por eso no se involucró personalmente, sino a través de Alberto Fernández, el jefe del gabinete de ministros. El Presidente sólo hizo trascender su encuentro con Lavagna ocurrido en la noche del lunes 31 de mayo cuando el documento en español ya se estaba traduciendo al inglés.

Sin embargo, el Presidente tiene enormes expectativas acerca del resultado de la iniciativa y prueba de ello es que el diario Página/12 ha escrito más sobre la deuda durante las últimas semanas que los diarios especializados en economía y finanzas. El afán del matutino paragubernamental fue anticipar algo que era obvio desde septiembre de 2003, cuando el Gobierno argentino presentó sus Lineamientos para la renegociación durante la asamblea del Fondo Monetario Internacional en Dubai, Emiratos Árabes Unidos: había que modificar esa rígida propuesta que sólo apuntó a confrontar con los acreedores porque se creía que esto es esencial para el éxito de una negociación.

Kirchner primero, y luego Lavagna, negaron, vez tras vez, que se cambiarían los Lineamientos cuando, a la vez, acordaban con los bancos que asesoran en el proceso, realizar las modificaciones inevitables. A la vez, las usinas de marketing de la Casa Rosada lograron que algunos movileros hostigaran a los abogados de grupos de acreedores que visitaron el país a quienes se gritó "buitres". Y el ministro Lavagna llamó a aparatosas conferencias de prensa para negar lo que su propio colaborador más cercano, Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas, había anticipado en USA a la agencia Reuters.

Sin duda que este proceso, tal como se ha planteado, le quita credibilidad al Gobierno argentino; sin embargo, tanto Kirchner como Lavagna se encuentran convencidos de que consolidará sus destinos políticos en los que Eduardo Duhalde ha tenido tanto que ver.

Ni Kirchner ni Lavagna ni Duhalde han asumido la responsabilidad de haber desaprovechado el período de tasa de interés internacional más baja en la historia económica contemporánea. Aún así creen tener derecho a protagonizar la Argentina futura.

Un grave problema nacional es que los gobernantes no asumen la responsabilidad de los perjuicios que provocan. Kirchner y Lavagna se encuentran convencidos de que han cumplido con éxito una estrategia de negociación. Ninguno de los dos asume que la misma propuesta pudo presentarse mucho antes; y que lo que importa no es cuánto pagará la Argentina sino cuándo sus empresas podrán regresar al mercado global de capitales. Para esto es necesario destrabar el default gubernamental en términos satisfactorios para las partes.

Ni Kirchner ni Lavagna asisten con excesivos padecimientos al espectáculo decadente de un país aislado del mercado global, administrado por una constelación de feudos justicialistas que –citando a Jorge Asís- "sólo puede conducir María Servini de Cubría" (jueza federal con competencia electoral). Probablemente influya en ello que su único interlocutor empresario es Paolo Rocca, responsable de una empresa fundada en la Argentina pero convertida en multinacional con sede en Luxemburgo.

El resto es ficción, incluyendo las abundantes inversiones de Carlos Slim Helú, quien en su segundo viaje al país arribó por una cuestión exclusivamente judicial: en el Juzgado Penal Económico Nº 3 Secretaría Nº 5 se inició una causa iniciada por una denuncia de la Aduana por los delitos de contrabando imputándose a CTI (que compró Slim), TCP o Telefónica, Nokia y Motorola), por operaciones de importación de equipos celulares de México que fueron despachos a plaza bajo el régimen de Aladi con una exención arancelaria del 100% pero en verdad llegaron de USA.

El mandato presidencial de Néstor Kirchner cumplió un año, y la mayoría de los periodistas y entendidos en estas cuestiones se pregunta cómo se encuentra el Presidente y su imagen pública, no cómo le fue a la sociedad durante estos 12 meses. Es curioso pero a los consorcistas no les interesa conocer el estado del inmueble sino la salud o la popularidad del administrador.

Para elaborar un cuadro de situación lo que corresponde conocer hoy día es si la provincia de Buenos Aires llega al comicio de septiembre u octubre de 2005, o si habrá que anticipar esa elección, o si habrá que adoptar medidas extremas sobre el vasto territorio bonaerense.

Didáctico, Jorge Asís explicó días atrás, en una conferencia en la Fundación Atlas, que el Partido Justicialista bonaerense es la estructura más compacta, poderosa e impotente de la sociedad argentina.

Ha logrado ingresar al siglo 21 sin arrepentidos ni delatores como sí sufrió el menemismo, pero es incapaz de generar líderes políticos importantes que preserven su patrimonio electoral. Por eso debió alquilar a Carlos Ruckauf, en 1999; luego a Felipe Solá, que era aborrecido por esa misma estructura; más tarde a Daniel Scioli; y a Néstor Kirchner. El único que rechazó el contrato fue Carlos Reutemann. En cambio Mauricio Macri negocia el monto de la prima anual con que le retribuirán, pero ya ha decidido jugar algunas temporadas con esa camiseta.

Memorioso, Ricardo López Murphy, durante una exposición en la universidad Eseade, explicó que el gasto público aumentó, en promedio, un 150% entre 1990 y 1999, pero que el gasto público bonaerense aumentó muy por encima del promedio; y además para completar el financiamiento sus gestores debieron quebrar dos veces en la década el Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Asís y López Murphy coinciden –sin conocerse y en diferentes presentaciones- en que el profundo desequilibrio fiscal bonaerense fue el disparador de una respetable porción de la ruptura institucional ocurrida en 2001. Entonces, cabe preguntarse si Duhalde puede convertirse en el árbitro del caos que él ayudó a provocar. O si el intento de permanecer en la escena responde a las permanentes necesidades financieras bonaerenses.

Duhalde también debe obtener que la acción transcurra con discreción y decoro, en parte porque, aunque su buena prensa ha logrado ocultarlo, hay 157 causas judiciales a las que se encuentra vinculado, sumando sus gestiones como intendente de Lomas de Zamora, diputado nacional, vicepresidente de la Nación, gobernador bonaerense, senador nacional y Presidente de la Nación interino.

El problema de Duhalde es que ha comprendido que la gran mayoría de los poderosos intendentes bonaerenses se encuentra incapacitados para afrontar exitosamente la complejidad de los problemas a resolver, y esto es lo que en verdad limita su acción política.

El sociólogo Jorge Giacobbe define al Presidente como "el más novedoso de los antiguos".

En diciembre de 2001 se acabó el futuro para Fernando De la Rúa, Domingo Cavallo, Carlos Menem (no lo comprendió y se estrelló en 2003), Carlos Álvarez, Raúl Alfonsín y Carlos Ruckauf. Al poco tiempo también quedaron en el camino Ramón Puerta y Adolfo Rodríguez Saá.

En la transición que corre, se derrumban tanto Eduardo Duhalde como Néstor Kirchner. Todos ellos son ‘los antiguos’. ¿Y Elisa Carrió, contracara del Presidente? Dependerá de qué demande la sociedad, si seguirá conformándose con la denuncia sin consecuencias, o elegirá la construcción de ideas y proyectos.

Aún se ignora si la adhesión inmensa que obtuvo Juan Carlos Blumberg fue impulsada por la solidaridad o por la necesidad de ‘hacer algo’.

A la vez, se precisa conocer los nombres de quienes sí pueden protagonizar la nueva etapa, si es que ocurre la implosión del sistema político, que esperan muchos.

Giacobbe tiene en claro que José Manuel De la Sota no protagonizará el relevo "porque la Argentina carece de presidentes nacidos en Sagitario". Para los interesados en la astrología, en la historia de los presidentes argentinos civiles ha predominado Libra.

En caso de tener que elegir seis nombres de líderes políticos posibles, una compulsa veloz realizada entre periodistas que escriben de Política, mencionó a: Mauricio Macri, Carlos Reutemann, Julio Cobos (gobernador de Mendoza, con buena imagen), Daniel Scioli y José Alperovich (gobernador de Tucumán). Aunque sea en un rol secundario habrá que tener en cuenta a Aníbal Ibarra. Y todos coincidieron en que el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, tiene virtudes pero insisten en que quedó pintado con los colores de Carlos Menem. Tampoco parecen tomarse en serio las ambiciones del gobernador neuquino Jorge Sobisch.

El 60% de los argentinos tienen hábitos de gente pobre. Luego están los marginados del sistema social. ¿Es viable una sociedad en esa condición? ¿Cuál es el ciclo socio-económico-educativo capaz de revertir esta situación?

En general, los líderes argentinos trabajan con una hipótesis de sociedad que no se compadece con la que realmente es. Aún tienen presente en sus decisiones una sociedad que fue, que resultaba menos dramática que la vigente.

Entonces trabajan con un patrón de distribución vs. acumulación de capital que es ridículo porque antes de plantear esta cuestión deberían comprender que el déficit fiscal se devora capital, dificultando tanto la acumulación como la distribución. Si el Estado se queda con el capital disponible, el sector privado carece de recursos ¿cómo se debatirá, entonces, si conviene acumular o distribuir, que es lo que se discute desde 1983?

Lo que habría que resolver antes que nada la reformulación del Estado de manera tal que haya superávit fiscal genuino, y entonces sí cuestionarse cómo se redistribuye el capital.

Hoy día no hay superávit fiscal genuino porque si lo hubiese no habría aumentado tanto el endeudamiento público desde 2002 a la fecha.

El superávit se logra con endeudamiento, que provoca que el Estado se quede con el escaso ahorro nacional. Y porque precisa ese endeudamiento es que el Estado ha demorado tanto en reestructurar el sistema bancario que debería garantizar más financiamiento para los agentes económicos privados.

Cuando se plantea algo semejante a un político argentino, responde que es un problema de los economistas. De ninguna manera, es un problema básicamente político, lo que ocurre es que los políticos argentinos son como el estándar de la sociedad: de escasa formación intelectual, no son instruídos y menos multidisciplinarios.

Néstor Kirchner no abordó el problema sino que se dedicó a seducir a los incluidos ‘progresistas’ y a confrontar con los incluidos ‘no coincidentes’ dejando la asistencia social que recibió de Duhalde para los excluidos, confiando en que no hay ciclos económicos de duración indefinida y, entonces, el ‘rebote’ era inevitable, además de contar con la mejora de los ingresos agrícolas por las exportaciones de soja.

Lo dramático es que nadie ha elaborado en este tiempo un modelo alternativo al de Kirchner y Lavagna, y si ambos son quienes protagonizarán la puja electoral del año 2007, el futuro es sesgado hacia un destino de Sub-Latinoamérica, como se ha bautizado a la Latinoamérica que no es Chile.

La otra cuestión que corresponde considerar es que la Argentina no ha reconstruido aún su sistema contractual que debe garantizar procesos tan complejos como las inversiones directas.

Desde diciembre del año 2001, la Argentina ha destruido el sistema de garantías jurídicas sobre el que se edificó la Nación, y sorprende aún que los dirigentes crean que puede hacerse sin costo.

Aún los políticos argentinos no hicieron una autocrítica de su espíritu festivo en la declaración del fracaso nacional que fue la declaración de default, en diciembre de 2001. Y todavía la opinión pública desconoce si, en caso de repetir una declaración de default, no habría otra vez un escenario de pachanga. La sensación es que aquí no ha pasado nada, cuando cualquiera sabe que ha ocurrido de todo.

Entre esos dirigentes se encuentran los empresarios privados, quienes en enero de 2002 intentaron modificar la Ley de Quiebras, y eliminar el derecho del acreedor o cram-down; obligando al Fondo Monetario Internacional a presionar en forma implacable al Gobierno de entonces para vetar aquella torpeza.

La cuestión más importante de la reestructuración de la deuda no es el porcentaje de quita efectiva que se concrete sino el éxito que se alcance en reconstituir los cimientos contractuales de la República.

Las instituciones sólidas precisan de garantías precisas y no modificables. Y ya no bastará con prometer la inmutabilidad. En éste país el Congreso aprobó la intangibilidad de los depósitos y al mes resolvió el ‘corralito’ y otro mes demoró en eliminar la Convertibilidad para imponer la llamada ‘pesificación asimétrica’.

Para recuperar la credibilidad interna, que es previa a la recuperación de la credibilidad externa, hay que trabajar con seriedad. El Presidente puede imaginar que es muy popular pero si el dinero sigue sin ingresar proporcionalmente a los bancos domésticos, no es un Presidente tan creíble. Ni hablar de ese Presidente manteniendo el dinero de su provincia en Suiza (si es que está en Suiza.... ).

Hoy comienza a hablarse de la marca-país y días atrás el consultor de marketing Alberto Levy le dedicó una emisión entera en su programa Top Leaders, por TV. La marca-país es la tontería más reciente que ha diseñado Enrique Albistur, el secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación. Albistur cree que con ese debate se dará una señal de normalidad institucional y de superación de la crisis.

Pamplinas. La Argentina acaba de presentar una oferta unilateral no consensuada a sus acreedores (‘de prepo’, dirían en el barrio), el símbolo argentino vivo más famoso se encuentra internado por adicción a los narcóticos pidiendo irse a Cuba o Brasil, y el Presidente carece de una salud estable ¿de qué marca-país estamos hablando?

Si le ocurriese a otro país, ya habría crueles bromas circulando en la calle, acerca de esa sociedad tan irresponsable.

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