Atención: El que no complota es un pingüino

POR EDGAR MAINHARD (*) Señoras y señores: Hoy día para estar a la moda K hay que ser un conspirador. Quien no conspira no entiende nada. Primero fueron los happy hour, luego los after hour, y ahora la onda es conspirar.

Nunca imaginé que un Presidente podría convertir en una frivolidad un concepto tan trágico para los argentinos como es el de conspirador.

Conspiraciones sufría Arturo Frondizi, no Néstor Kirchner. Conspiraciones soportó Arturo Illia. Y María Estela Martínez viuda de Perón.

Probablemente si Jaime Perriaux estuviese vivo, ya hubiese iniciado consultas varias, pero murió hace mucho y la mayoría de sus amigos están ancianos.

¿Qué otra cosa podría hacer Perriaux con un Presidente que sacó todo el dinero de una provincia y no se atreve a dar cuenta de ello?

El Presidente habla de conspiración pero es él quien le da trabajo en Santa Cruz a un personaje tan controvertido como ex Camuzzi, Alejandro Ivanissevich. ¿No es eso una conspiración contra los contribuyentes?

¿Kirchner necesita de una conspiración porque no puede generar por sí mismo una 2da. etapa de su gobierno? En verdad, no es la estrategia más creativa, útil e inteligente de abordar el 2do. año. Corrobora una vez más que sólo sabe colisionar, tal como se sospecha.

Jamás alguien le haría una conspiración por haberle quitado Encotesa a Correo Argentino ya que la conspiración precisamente consiste, en todo caso, en que el Estado nacional ineficiente se apropie del servicio postal y se lo quede, gastando superávit fiscal en financiar su déficit ya que el servicio postal es bastante que sea rentable en la Argentina hoy día si, además, hay que pagar un canon elevado.

Está claro que el Presidente sabe que la cuestión ferroviaria es una pelea empresaria, porque no incluyó a lo ocurrido en el ex Ferrocarril Roca en su lista de complots. Es decir: en el único caso en que el Presidente podría tener una prueba de que hubo un atentado, prefiere dejarlo de lado.

La actitud presidencial es sospechosa, sin duda.

Que se sepa, Kirchner no ha desplazado a nadie de los '90. Todos los íconos empresarios de los '90 lo acaban de agasajar en la Asociación Empresarial Argentina; a varios de esos mitos vivientes les entregó corredores viales y renegoció contratos de concesión; y con otros Julio De Vido hace realiza negocios a diario.

Suponer que una conspiración puede provenir de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas sólo puede estar en la cabeza de Paolo Rocca, que presionó para que la Unión Industrial Argentina se retirase en su momento de Fiel porque el centro de estudios no defendía los aranceles de importación elevados que reclamaba el gigante siderúrgico.

Imaginar que Jorge Ávila es un conspirador sólo resiste la carcajada y qué lástima que hoy día no se encuentre vivo Aldo Cammarota porque los argentinos nos reiríamos mucho con ese sketch. Es más: su presencia el miércoles en el programa A Dos Voces, por TN, me pareció tan oficialista en cuanto a encontrar razonable la propuesta argentina sobre la deuda pública externa que, luego de haber hablado un par de veces con New York llegué a la conclusión que Ávila estaba desinformado frente a lo que sucederá en unos días dada la nueva documentación que tiene el juez Thomas Poole Griesa desde hace una semana.

Vincular a Juan Luis Bour, un especialista en mercado de trabajo; y a José Luis Espert, hunde al Presidente en un ridículo que no transitó ningún otro Presidente desde 1983, ni siquiera Fernando De la Rúa en el famoso programa de Marcelo Tinelli.

La verdad es que a cualquiera le da ganas de armar una conspiración en serio tan sólo para que el Presidente sepa de qué se trata. Conspiración sufrió Carlos Menem en diciembre de 1990 con el último planteo carapintada, por ejemplo.

O Raúl Alfonsín, también por los planteos de sectores militares.

Decir que la puesta en marcha de la mina de carbón de Río Turbio provoca una conspiración es incomprensible. Al contrario, los conspiradores tienen que pedir que la abran para que se demuestre que es un proyecto inviable, que ese carbón es de mala calidad, y que la Asociación de Trabajadores del Estado que promueve la iniciativa es un conjunto de vivos que exprime al Fisco.

Kirchner no ha logrado reconvertir la economía de Río Turbio, luego de intentar que fuese un polo turístico; regresa al carbón para suministrar al generador eléctrico de San Nicolás, de la compañía estadounidense AES luego de prometer que iba a exportar miles de toneladas anuales que no ha cumplido.

Y los negocios de AES en la Argentina (Edelap, Eden y Edes, todos en la provincia de Buenos Aires) son ruinosos desde hace tiempo y requieren de algún auxilio gubernamental que, aparentemente, llegará con la asistencia que le darán a Kirchner con la compra de carbón.

Y sólo a una persona de pocas luces se le puede ocurrir creer que la creación de una empresa de energía es revolucionaria; hay que esperar a ver si Hugo Chávez Frías supera la consulta popular que se viene en Venezuela y qué ocurre luego con Pdvsa, la petrolera estatal venezolana que es un soporte clave del proyecto argentino.

En cuanto a lo del fiscal Carlos Stornelli, ni Carlos Menem, que soportó la causa Armas que investigó el fiscal federal, lo llamó alguna vez "conspirador".

¿Qué ocurrirá si Stornelli debe instruir en las denuncias que hay contra el banquero de juegos de azar de Kirchner, Cristóbal López, y llama a declarar a este empresario de Comodoro Rivadavia, Chubut?

¿Qué quiere decir el Presidente cuando le pide que "se dedique a administrar justicia y no a judicializar esto"?

Stornelli tan sólo pidió que se investigue los dichos del Presidente acerca de la existencia de un complot. No se puede andar denunciando porque sí, con impunidad, sin pagar las consecuencias.

Si el Presidente tiene pruebas, que las aporte; de lo contrario que calle. Es correcta la actuación del fiscal, es enfermiza la del Presidente de la Nación.

Sin duda que Stornelli debe citar a declarar, aunque sea por escrito, al Presidente. ¿Comienza una causa judicial para Kirchner? Probablemente, pero es que su verborragia es su mal. Y debe aprender que la verborragia puede practicarla en su feudo, El Calafate (ni siquiera Río Gallegos, donde el Frente para la Victoria, su partido, perdió los comicios recientes), pero no en el Gobierno federal.

Si el Presidente se comporta como un Ricardo Monner Sans cualquiera, no debería cuestionar las consecuencias de sus actos. Monner Sans nunca se quejó de que lo citaran en casos como el que le inició Martín Balza por entender que había actuado en forma errada con una denuncia.

La diferencia es que Monner Sans es un abogado y Kirchner es quien comanda el Ejecutivo Nacional en un régimen institucional presidencialista. Lamentable por donde se lo mire.

----------------

(*) U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.

Dejá tu comentario