Haití y los fuegos fatuos

Con el envío de tropas a Haití, que aprobó anoche el Congreso, la Argentina tiene la oportunidad de participar en la estabilización —y eventualmente en la recuperación— de la nación más pobre y castigada del continente. Así lo indica el diario Clarín en la sección editorial. U24 reprodujo la nota escrita por el editor Ricardo Roa.

Haití forma parte del corazón histórico y geopolítico latinoamericano desde su origen. Fue descubierta por Colón, que la bautizó La Española, en la primera expedición que llegó a estas tierras y en la que perdió la Santa María, la carabela insignia.

Su historia es sangrienta y rara. Bucaneros franceses e ingleses la invadieron y la isla se partió en dos. Una sería culturalmente francesa (Haití) y la otra hispánica: la República Dominicana. La división definitiva llegó tras muchas muertes y batallas en 1844.

El siglo que acaba de terminar fue feroz para Haití. Padeció la ocupación norteamericana y también y largamente, la horrorosa dictadura de Jean Claude Duvalier, Papá Doc, y luego la de su temible hijo, Baby Doc.

Finalmente, una luz democrática pareció encenderse con Aristide, el último presidente que parecía encarnar una experiencia democrática pero que cayó envuelto en su propio espíritu totalitario.

Ahora Haití está a la deriva. Los que se oponen a la participación argentina sostienen que se trata de un intervencionismo encubierto que contradice el principio de autodeterminación. La posición puede ser correcta en términos abstractos pero no tiene en cuenta la realidad de una sociedad incapaz de reorganizarse por sí misma y evitar la autodestrucción.

Las tropas multinacionales pueden evitar la anarquía y la guerra civil que la amenazan. Una fuerza de la ONU es una fuerza de paz multilateral, en este caso con el Brasil de Lula y el Chile de Lagos.

No intregrarla es favorecer el unilateralismo norteamericano que precisamente más critican los que se oponen a participar. Pero en la Argentina, la retórica, la demagogia antiimperialista vacía de contenido, se enciende como se encendió en este debate parlamentario. Son fuegos fatuos.

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