Las dos crisis de la Argentina

POR EUGENIO ANDREA BRUNO (*) El autor afirma que la Argentina no tiene una crisis, sino dos crisis: una es la puntual y la otra, la orgánica o estructural.

Desde mi punto de vista, y a la luz de la experiencia argentina a lo largo de su historia, el estudio de las crisis nacionales e internacionales debería ser una asignatura central en el debate de estos años. Si bien el país ha demostrado fuerzas innatas para recuperarse de golpes duros, también es cierto que ha vivido, innumerables crisis financieras, económicas e institucionales. Ricardo López Murphy escribió: "Las crisis financieras y de deuda crean enormes costos para los ciudadanos. La caída del crédito al sector privado y las señales negativas para la inversión como consecuencia de la cesación de pagos llevan a una reducción en la actividad económica que deteriora los niveles de empleo y aumenta la pobreza. Lograr que las crisis financieras y de deuda sean eventos cada vez más esporádicos y, si ocurren, de corta duración, es un objetivo importante en muchos países."

Efectivamente, uno de los objetivos principales de la comunidad internacional, en primer lugar, es evitar las crisis. Y en segunda instancia, si éstas ocurren, el objetivo es cómo hacer para que tengan una extensión, duración y costos menores. Las crisis de los últimos años (México en 1994/5, Asia en 1997/8, Rusia en 1998, Brasil en 1998/9, la Argentina en 2000/2002, Turquía en 2000/2001, etc... han provocado enormes daños a las poblaciones de estos países y también de otras naciones.

Los esfuerzos en evitar las crisis y en acotar sus costos, tienen sentido. En el marco de estos esfuerzos, surgen fuertes debates. El inicio de estos debates arranca casualmente con la primera de dicha crisis, México en 1994/5. Allí el FMI había estado presente varios años y, por lo tanto, sufrió críticas por la caída de uno de sus principales clientes. Tras la crisis, la comunidad oficial internacional salió al rescate de México garantizando aportes por US$ 50.000 millones. Y, desde entonces, comenzaron a apreciarse los aspectos negativos de los rescates:

• la comunidad internacional no tendría los recursos suficientes para rescatar a todos los países en crisis y

• los rescates darían incentivos a los gobernantes para confiar en un Papá Noel que los salvara de las crisis y, por lo tanto, ya no tomarían las "duras" medidas necesarias para evitar aquéllas, y

• los inversores tomarían decisiones de inversión con retornos equivalentes a préstamos a países con calificaciones de riesgo por debajo del grado de inversión, pero con riesgo FMI-Tesoro de USA-G-7.

Así, los rescates sentarían las bases para la crisis permanente, se critica. Los posteriores rescates a Asia, Brasil, Turquía y la Argentina (el denominado "blindaje") mantuvieron vigente el debate. En los últimos 4 ó 5 años, se consolidó la idea en USA que el régimen financiero internacional debe cambiar: los rescates deben limitarse, los países deben adoptar políticas responsables y los inversores deben asumir el riesgo de sus inversiones, sufriendo pérdidas si ello es necesario para resolver las crisis de deuda que puedan sufrir ciertos países.

Escribió Juan Bautista Alberdi en la última parte de su vida, refiriéndose a la crisis que sufría la Argentina durante los años de la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880): "La pobreza actual de la República Argentina no es simple y una sola; se compone de dos pobrezas: la pobreza accidental y aguda de su crisis reciente y la pobreza crónica, permanente y orgánica del país, por un lado, y la pobreza accidental y aguda de su crisis reciente, por el otro. Cada una tiene sus causas y sus remedios separados."

Las crisis económicas puntuales tienen causa en el desorden fiscal y en el sobre-endeudamiento externo (empréstitos) e interno (préstamos y emisión de moneda espúrea), según Alberdi. Así, él se preguntaba: "¿Cuál es el origen y causa de la reciente crisis argentina? Un gran abuso de crédito; lo sabe todo el mundo. Nacida del crédito mal empleado, la crisis ha podido nacer y crecer durante un período de diez años hasta su explosión... Las crisis nacen del crédito, de ahí es que en materia de crédito, el mejor preservativo del abuso, es el no uso. La prodigalidad es la antítesis del ahorro. La prodigalidad es la fuente inagotable de la pobreza y de las crisis, que no son sino pobreza o destrucción de riqueza. El crédito público en manos de Sudamérica se ha vuelto un recurso habitual para cubrir los déficits del gasto anual. Es el camino más rápido de empobrecimiento que un estado nuevo puede abrazar por su desgracia."

Para evitar las crisis puntuales o accidentales, propone, al igual que yo lo hago en mi libro El Default y la Reestructuración de la Deuda, orden fiscal y control del crédito público. Pero la crisis de fondo requiere algo más que controlar el presupuesto desde el punto de vista de Alberdi.

Frente a ellas, él tenía otros remedios, más comprehensivos: "Para salir de la antigua pobreza crónica del país, renovada en 1876, no hay más remedio que el ya conocido: de volver a la política que nos libró de ella por los cambios iniciados en 1852, en el sentido de la unión de todos los argentinos bajo un gobierno nacional, eficaz y serio, fundado en un comercio libre y seguro con todas las naciones civilizadas; en la paz interior y exterior; en el respeto al orden por parte de los ciudadanos, y en el respeto a la libertad por parte del gobierno; en una vida de labor y de economía, que es la mina de las naciones; en el cumplimiento fiel de los deberes pecuniarios del país; en la consolidación y unificación de su crédito; en el espíritu de compromiso y transacción, a la manera inglesa, sustituido al espíritu intransigente de partido, como medio de resolver las dificultades ocurrentes de su existencia de país libre y civilizado; en una palabra, en la reforma liberal de la Constitución, hecha sin sombra de violencia."

El pensamiento de Alberdi, desde mi punto de vista, sigue vivo. Hoy hay dos crisis en la Argentina: la puntual, que viene de fines de 1998; y la de fondo, la orgánica, que viene de muchas décadas. La solución de la primera no implica resolver la segunda, que, a menos que haya un enderezamiento de la sociedad y los gobiernos, seguirá ahí, provocando malestar. Sólo su solución permitirá que Argentina avance con seguridad por el camino del bienestar.

La misma reside en los malos gobiernos, en primer lugar (incluyendo factores tan trágicos como el desorden fiscal, monetario y financiero que derivan en los monstruosos sobre-endeudamientos que causan las crisis puntuales):

• mala clase política (principalmente un desconocimiento de los principios institucionales y económicos que hacen prósperos a los países),

• malos hábitos sociales,

• falta del gobierno de la ley (rule of law) y de respeto a los derechos individuales,

• falta de respeto al prójimo por parte del Estado y de la sociedad civil y de seguridad física,

• falta de orden, de tranquilidad,

• de libertad económica, y de atención real y efectiva de los problemas sociales más acuciantes.

Escribe James Dorn: "El empobrecimiento causado por las promesas incumplidas por parte de los gobiernos que no protegen los derechos de propiedad, no respetan los contratos ni restringen la carga impositiva y los gastos a niveles prudentes se manifiesta en la frecuencia de las crisis financieras en las economías de los mercados emergentes."
Luego opina: "A pesar de que el FMI ha invertido miles de millones de dólares en los países emergentes desde la crisis del peso mexicano de 1994-1995, subsiste el problema de la credibilidad: esto es, como crear un marco institucional en el que los gobiernos ‘no generen problemas’, de modo que los mercados puedan aumentar el crecimiento económico y la estabilidad."

Ambos creen que el gobierno tuvo un rol central en la crisis. Y que el FMI contribuyó con ese mal gobierno al mantener financiamientos sin reformas. Por ejemplo, dice Allan Meltzer, explicando las crisis de fondo, siguiendo el esquema de Alberdi: "El problema principal de la Argentina ha sido, por décadas, un sistema político que no puede mantener políticas confiables a favor del crecimiento económico y no inflacionarias. No cumplió sus promesas con el FMI y otras entidades financieras internacionales. Sin reformas políticas, hay pocas posibilidades de que las nuevas promesas puedan ser cumplidas... En vez de negociar otro préstamo a cambio de promesas, el FMI debería retirarse de la política interna argentina. La reforma política se llevará a cabo más pronto, si es que se lleva a cabo, una vez que los argentinos comprendan que no es posible contar con ninguna ayuda hasta que las reformas no sean implementadas, y no simplemente prometidas."

Meltzer sigue apuntando a la crisis de fondo, no a la coyuntural: "Estas reformas deberían formar parte de un plan argentino para establecer un sistema político que tenga capacidad de reacción y se muestre transparente, abierto, honesto y competente para resolver los problemas económicos y sociales, como lo hacen los gobiernos responsables en otras partes del mundo."

Charles Calomiris plantea diversas lecciones de política, pero yo quisiera destacar su crítica a la lógica del déficit fiscal y toma de endeudamiento producido durante la década del 90´ y primeros años del siglo nuevo: "En la Argentina, el gasto gubernamental creció considerablemente durante los años de la administración de Menem, a pesar del crescendo en las críticas respecto al desmesurado aumento de la deuda y la visible necesidad de reformar el ignomioso sistema de coparticipación que entorpecía la reforma fiscal. Deuda denominada casi en su totalidad en moneda fuerte, pese a la falta de crecimiento adecuado de las exportaciones. En éstos y otros países, el lado fiscal del ciclo del cliclo de liberalización y la privatización dan como resultado nuevos ingresos para el gobierno y expectativas entusiastas sobre el crecimiento futuro del PBI, ingresos gubernamentales y exportaciones; la confianza del mercado en la reforma baja el costo de capital externo, para el sector privado y el público; los gobiernos de los mercados emergentes no pueden resistir incurrir en déficit, pero el desequilibrio fiscal crece y con el tiempo los alcanza. Al comienzo, la respuesta a este hecho es la negación, con la ayuda entidades financieras multilaterales. Después los programas del FMI se magnifican, junto con las alzas repentinas de impuestos anticrecimiento que exige el FMI a cambio de la "estabilidad". A partir de ese momento, los rendimientos de la deuda crecen. Empiezan los canjes. Cuando se produce el colapso, el FMI se lamenta de la inestabilidad de los mercados, suficiente razón para ampliar su poder."

Luego dice: "La economía emergente funcionaría si los Estados no consideraran el optimismo del mercado respecto de sus sectores privados como una oportunidad para elevar repentinamente sus gastos. Imagínense cuánto mejor estarían hoy los pueblos de Brasil y la Argentina si sus gobiernos no hubiesen podido acceder a préstamo de bonos." Apunta a la crisis coyuntural de Alberdi, para luego llegar a la crisis de fondo: "¿En qué estaban pensando los funcionarios del gobierno? El problema es los políticos no tienen perspectivas de largo plazo."

Los gobiernos deben tener conducta fiscal y financiera; deben dejar de endeudarse. También deberían llevar adelante la agenda de reformas institucionales y económicas realmente capitalistas (con políticas sociales efectivas) necesarias para crecer.

Me parece interesante la atribución de responsabilidad que se le hace al llamado Consenso de Washington cuando dos de los principios centrales de ese conjunto de políticas jamás se aplicaron: control fiscal y tipo de cambio competitivo, además del sobre-endeudamiento, algo reñido con el espíritu de aquellos.

Los organismos internacionales no deben amparar conductas irresponsables en este sentido y los inversores deberían prestar responsablemente si es que quieren, como creo deberían, recuperar sus inversiones. De esta manera, podrían, porqué no, evitarse las crisis puntuales.

Para las crisis de fondo se requieren cambios fuertes en la política y en la sociedad. En mi opinión, la sociedad cambiará en la medida en que la política lo haga primero, enviando los ejemplos que ilustren el sendero de los cambios.

La política sólo cambiará si los mecanismos y partidos que gobernaron hasta ahora son reemplazados por nuevas fuerzas. Una poderosa y amplia fuerza de centro debe liderar el cambio.

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(*) Abogado. Especialista en deuda soberana. Autor de El Default y la Reestructuración de la Deuda (Centro de Estudios Nueva Mayoría, 2004.

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