"Macri sólo sabe hacer duhaldismo, e Ibarra es el delegado de la Rosada"

POR PATRICIA BULLRICH (*) Edición i recordó que, hace un año, Patricia Bullrich fue candidata a jefe de Gobierno porteña, y, al igual que Luis Zamora, no pudo llegar a la 2da. vuelta que fue para Aníbal Ibarra y Mauricio Macri. Entonces, para el ejemplar que se encuentra en circulación, Edición i le pidió una evaluación de aquel intento, y qué ocurrió desde entonces. Es verdad que -como dice ella- la Ciudad de Buenos Aires es hoy el distrito electoral que puede romper el acuerdo entre Kirchner (Ibarra o Daniel Scioli) y Duhalde (Macri). La nota:

Las elecciones de la ciudad de Buenos Aires realizadas el 24 de agosto de 2003 fueron una fotografía de una coyuntura política irrepetible.

El país salía de un largo año de angustias luego de la caída del Gobierno de la Alianza y las consecuencias sociales del cambio abrupto de sistema económico y social.

La ciudad tuvo en Aníbal Ibarra un mal gobernante que logró de manera inteligente esconder su mal desempeño tras la crisis general.

Ibarra estaba convencido de que la elección nacional era un esquivo escenario para su candidatura y que debía realizar las elecciones sin que ésta influyese en el contexto político de la ciudad.

Propuso una fecha de elecciones casi pegada a la fecha nacional: el 8 de junio, pocos días después de la asunción del nuevo gobierno, para que éste fuese neutro en el panorama porteño.

La suerte, como en otras oportunidades, le jugó una buena pasada, ya que de haber sido las elecciones en esa fecha, Ibarra no hubiese sido reelegido para un nuevo mandato.

La justicia metió la cola e impidió que la ciudad tuviese sus elecciones el 8 de junio. El mismo Jefe de Gobierno intentó de todas las maneras posibles impedir el corrimiento de la fecha que, paradójicamente, fue el ingrediente que lo salvó de una derrota electoral.

Así Aníbal Ibarra por un recurso de amparo presentado por el PJ comandado por Miguel Ángel Toma debió aceptar el cambio de fecha electoral y las elecciones de la ciudad se trasladaron al 24 de agosto.

La suerte de Ibarra fue la tumba de Macri.

El 27 de abril el clima nacional dio un vuelco estrepitoso e Ibarra, rápido para captar la oportunidad, aprovechó el viento de cola de la renovación kirchnerista.

La brisa antimenem se convirtió en un huracán que arrastraba todo lo que encontraba en su camino, inclusive al alicaído Ibarra.

Los bríos kirchneristas lo encuentran montado en el oficialismo, (toda su gestión fue oficialista, con Fernando De la Rúa, con Eduardo Duhalde y con Kirchner), que además no tenía candidato propio.

El "pejotismo" como le gustaba denominarlo al Presidente, iba de la mano de Mauricio Macri.

Así, estos aires "revolucionarios" crean un clima que desfavorece a Mauricio Macri y ayuda a Ibarra a encontrar una soga salvadora.

El paraguas nacional permitió montar un discurso "progresista" casi con independencia de la gestión desastrosa que venía desarrollando en la ciudad.

Así, de un Aníbal Ibarra vencido nace un Aníbal Ibarra apoyado por un Presidente que arrasaba en las encuestas llevándose el mundo por delante.

Lo apaña, lo cobija, le da protección política y lleva funcionarios de su gabinete al gobierno nacional tal como Daniel Filmus. Además, desactiva dos adversarios interesantes de la ciudad como Rafael Bielsa y Gustavo Béliz.

En este clima, inesperado y no buscado por Ibarra, se desarrolla la campaña electoral.

Un Macri que era el Jefe de Gobierno posicionado con dos años de anticipación comienza a ser homologado con la Argentina que se iba. El grito antimenemista, resonaba fuerte en todo el país y en la Capital mas que en ningún otro lado.

Así Ibarra desarrolla exitosamente una campaña polarizada. El pasado menemista neoliberal vs. la ola K permite crear el "nuevo Ibarra".

La crisis era la única causa de la mala gestión, se había evitado lo "peor", con esta línea se alimentaba la usina del oficialismo.

La polarización se instaló con fuerza. Gran logro de Ibarra y grave error de Macri.

La primera vuelta se transformó automáticamente en la segunda y el voto útil impidió el crecimiento de nuestra opción.

En el caso de nuestra coalición varios fueron los problemas detectados en nuestra campaña.

En primer lugar, una campaña tardía cuando estaban demasiado instalados los otros dos candidatos.

En segundo lugar, una alianza que se dio en los hechos pero que no generó adhesión ya que un sector importante de votantes de Recrear no apoyaba clara y contundentemente nuestra coalición. Es claro, que un partido de reciente formación, por otro lado, no tiene niveles de adhesión que pueda conducir fácilmente.

En tercer lugar, la polarización nos restó recursos que opacó una campaña con visibilidad.

En cuarto lugar, problemas derivados de una falta clara de ubicación política que nos dejaba como el "jamón del sandwich". Una coalición que no terminaba de definir su espacio político.

En definitiva, una candidatura poco consolidada sin un electorado claramente detectado y un campo de acción transparente, con un aliado muy nuevo sin lealtad en el electorado.

Así la elección transcurrió como un trabajo muy personalizado y con poco equipo.

En la segunda vuelta decidimos dejar en libertad de acción a nuestros votantes por lo que expresaban ambos proyectos. Por un lado, un Ibarra ligado al gobierno que nada tenía que ver con nuestro apoyo en las elecciones del 27 de abril y, por otro lado, un Macri confundido con el duhaldismo y rodeado de los sectores políticos que representan el viejo aparato. En este marco Unión para Recrear decidió no comprometerse con ninguno de los dos candidatos por considerar que ambas gestiones iban a adolecer de un programa de cambio para Buenos Aires.

La realidad nos esta dando la razón, más son los acuerdos por debajo de la mesa que comprometen a Macri y a Ibarra en una convivencia que más que ayudar a un cambio en la calidad de vida de la gente se vislumbra en pactos poco transparentes para – entre otras cosas- mantener el status quo del clientelismo electoral.

Así Buenos Aires, sigue con un Ibarra que a cuatro años de gobierno muestra su incapacidad y un Macri que convive con el aparato bonaerense sin contradicciones hablando de la "nueva política".

Una convivencia que solo le sirve a la "clase política" y muy poco a la gente.

Es por esta convicción que desde las elecciones del 24 de agosto estamos profundizando nuestro trabajo en la ciudad de Buenos Aires, siguiendo de cerca la gestión tanto de Ibarra como la del Gobierno nacional desde un Gabinete de Alternativas que trabaja para consolidar una opción de cambio para Buenos Aires y para la Argentina.

Ahora que Kirchner morigera sus "rebeldías" y vuelve a aceptar el dominio del PJ, la Ciudad de Buenos Aires se convierte en un territorio interesante para romper el intento de volver a la normalidad del sistema político PJ-UCR.

Aníbal Ibarra y su transversalidad deberán compartir las listas con el PJ y Mauricio Macri quedará encerrado entre ser opositor o ser parte del peronismo duhaldista.

Kirchner ha aceptado que fuera del peronismo sólo hay incertidumbre y ha decidido volver "vencido a la casita de los viejos".

Los nuevos partidos políticos tenemos un enorme desafío que implica no legitimar la lógica de este sistema de poder, como lo hizo la derecha con Menem en la década del ´90 y el progresismo con Kirchner en este tiempo. En definitiva, toda opción diferente termina subsumida en el sistema político de siempre.

Frente a esta realidad es que se asoma Unión por Todos, como un espacio político social que nació, crece y se desarrolla con una lógica de poder diferente.

Porque para que un cambio se consolide es necesario construir una lógica de poder alternativa a la instalada por el peronismo y sus socios menores.

Ibarra nada ha hecho en estos años para cambiar el status-quo de la ciudad y nada hubiese hecho Macri contra ello. Ambos bailan cerca de la cultura política dominante.

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(*) Patricia Bullrich, ex ministro de Trabajo y ex diputada nacional, es la fundadora de Unión por Todos, y fue candidata a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Edición i, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004

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