1 de cada 4 jóvenes de hogares con Plan Jefe no estudia

Según un comunicado de Idesa (el Instituto para el Desarrollo Social Argentino), uno de cada 4 jóvenes vive en un hogar con plan Jefe no estudia. El derrame del crecimiento económico hacia los pobres es lento. Peor aun, el hecho de que un gran cantidad de jóvenes pobres abandone tempranamente la escuela da indicios de que la marginalidad tiende a perpetuase generacionalmente. Esto aumenta la urgencia de replantear la política social poniendo prioridad en los factores que ayuden a que los pobres tengan herramientas para poder ser artífices de su progreso.

¿La pobreza es un fenómeno transitorio que disminuirá con el crecimiento o, por el contrario, tiene un carácter más estructural? Los datos, recientemente difundidos por el Ministerio de Economía, muestran una disociación entre la dinámica económica y la dinámica social.

En otras palabras, hay evidencias empíricas que avalarían la hipótesis de que, tal como se está presentando en los últimos meses, el derrame de los beneficios del crecimiento económico hacia los pobres es bastante limitado.

Esta realidad aumenta los desafíos sobre la política social. El esquema de gestión aplicado para el Plan Jefes y Jefas de Hogar podría ser consistente si la pobreza fuera transitoria. Se trataría de dar por un tiempo limitado asistencia a los pobres mientras se espera que el crecimiento de la económica le de a estos hogares la oportunidad de superar la situación de marginalidad. Por el contrario, si la pobreza se presenta como un fenómeno más estructural el Plan Jefas y Jefes requiere una profunda revisión.

Según la EPH del INDEC del último trimestre de 2003:

• Del total de jóvenes urbanos entre 12 y 18 años, el 63% está cursando la secundaria, el 24% todavía cursa la primaria y el 13% declara haber abandonado la escuela.

• Entre los jóvenes pobres de este rango de edad, los que cursan la secundaria son apenas el 57%, los que todavía están en la primaria son el 26% y los que desertaron ascienden al 17%.

• Entre los jóvenes de este rango de edad de hogares que reciben el Plan Jefas y Jefes de Hogar, sólo el 46% está en la secundaria, el 27% está en la primaria y el 24% ha abandonado la escuela.

Este es el resultado de repartir subsidios asistenciales sin exigir –como mínimo– que los hijos de los beneficiarios asistan a la escuela. Si los jóvenes que viven en hogares que reciben la ayuda asistencial, dejan de estudiar, con seguridad serán los adultos pobres del mañana que reclamaran al Estado mantener el Plan Jefas y Jefes de Hogar. Así el gasto asistencial alimenta un círculo vicioso de reproducción intergeneracional de la pobreza.

Es necesario repensar instrumentos que nacieron bajo las emergencias que planteó la crisis. Esto implica pasar de una lógica puramente asistencialista a otra que tome como eje la promoción social. Esto exige atacar los factores estructurales asociados a la pobreza, como por ejemplo, controlar que los jóvenes asistan a la escuela y a controles médicos.

Para ello es clave modernizar la plataforma administrativa sobre la que se apoya la gestión del programa. Un paso importante es haber comenzado a introducir las tarjetas de débito para el pago de los subsidios. Sin embargo, si bien este instrumento mejora la información y las posibilidades de control, no es la herramienta mas apropiada. Una eficaz estrategia de promoción social requiere, además, condicionar el pago del subsidio a determinados actos. Por ejemplo, la presencia del beneficiario en el centro de trabajo o de capacitación o que los hijos asistan al colegio y a los controles de la salud.

Para que esto sea posible es necesario modernizar los instrumentos de gestión incorporando el concepto de Tarjeta Social, es decir aplicar una plataforma administrativa que permita disponer en tiempo real información, por ejemplo, sobre asistencia a centros de trabajo, cursos de capacitación, escuela y establecimientos sanitarios. La tarjeta de débito sólo administra información de transacción y saldo, mientras que la Tarjeta Social además permite controlar el cumplimiento de contraprestaciones.

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