Evolución tecnológica vs. capacidad intelectual

POR EUGENIO LUIS BEZZOLA

La fracasada entrevista entre nuestro primer magistrado y la presidente de Hewlett Packard, probablemente impidió que en el transcurso de la conversación, el presidente tomara conocimiento de ciertos conceptos que con claridad expresara a la prensa esa ejecutiva de una empresa que factura 80 millardos de dólares al año, tiene presencia en 178 países y ha sido en pocas décadas una muestra de increíble evolución a partir de instrumental electrónico desarrollado por sus dos fundadores.

Carly Fiorina se refirió a la inversión en educación para ser competitivos, un tema que sólo parece preocupar a Aguinis, Sanguinetti y Jaim Etcheverry, sin que se observe similar inquietud en político alguno.

En cuanto a la tecnología, dijo que no constituye una amenaza y que por el contrario es una herramienta para acortar las diferencias sociales.

En un proceso teórico de imaginación suelo preguntarme como hubiera progresado el mundo si los responsables o actores hubieran tenido la mentalidad de algunos de nuestros "expertos", aferrados a extravagantes y nefastos dogmas.

Si tomamos como ejemplo la propulsión naval, iniciada con remeros para pasar posteriormente a la aplicación de la energía eólica para impulsar las naves mediante velas, hubiera dado lugar a oposición por parte de los que perdían sus fuentes de trabajo, como así también de los fabricantes de remos. Naturalmente pasaron al frente, como proveedores, los fabricantes de velas, mástiles y cabos, y como mano de obra, los gavieros y otros adiestrados para este tipo de propulsión que requería mayores habilidades que la anterior.

La aparición de la máquina de vapor significó, a su vez, la exigencia de mayores conocimientos por parte de quienes las operaban, con la consiguiente aparición de nuevas profesiones en detrimento de las anteriores. Expertos maquinistas, atentos al funcionamiento de las alternativas, y foguistas para controlar y alimentar numerosas calderas. Con las mentalidades vernáculas mencionadas, se hubiera prestado atención a las grandes protestas y manifestaciones de gavieros y fabricantes de velas, mástiles y cabos.

El paso de la máquina alternativa a la turbina de vapor significó la necesidad de una mayor capacitación. El arribo de la propulsión diesel, dejó sin trabajo a los fabricaban y operaban calderas y dio lugar a una disminución apreciable del personal de máquinas. Finalmente la automatización, redujo aún más la dotación que por otra parte pasó a trabajar en condiciones bastante más confortables que en las de las etapas que precedieron; consecuencia del avance de la tecnología.
Si hubieran prevalecido las mentalidades retrógradas que caracterizan a algunos miembros de nuestras clases dirigentes, con suerte hubiéramos evolucionado hasta la vela.

Cabe hacer notar que a cada etapa de la evolución correspondió, a su vez, una mayor exigencia en conocimientos para operar los sistemas de propulsión al tiempo que la industria debió evolucionar en su capacidad y dimensión para encarar el desarrollo de nuevas tecnologías, para lo cual, necesaria y paralelamente, debió también evolucionar la capacidad intelectual media de la población mientras que, por imperio de las circunstancias, se creaban otras fuentes de trabajo especializado en mayor número que las desaparecidas por los avances mencionados. De esa manera, a pesar del crecimiento demográfico, en las naciones evolucionadas se dieron las condiciones para absorber ese crecimiento.

En la actualidad, y en nuestro medio, parecería que la capacidad intelectual media de la población ha disminuido en grado tal, que no está en condiciones de acompañar los adelantos tecnológicos, como se ha puesto en evidencia en relación a la carencia de personal capacitado para operar y mantener medios técnicamente evolucionados.
Se podría afirmar que un porcentaje de los índices de desocupación se debe precisamente a la falta de idoneidad para desempeñarse en ciertas tareas situación que ha dado lugar a una pesada carga presupuestaría para soportar socialmente a esos incapacitados, gasto en el que no se incurriría si se hubiese prestado atención e invertido en una instrucción pública acorde con los tiempos y necesidades del país.
Como antecedente de preservar una fuente de trabajo a contramano de la evolución de los medios, cabe recordar que cuando se pasó de las locomotoras de vapor, operadas por un maquinista y un foguista, este último resultaba redundante en los trenes eléctricos y en las formaciones diesel, que por otra parte tenían solamente un lugar en el compartimiento del conductor, por lo que se resolvió que el tal "foguista" iría sentado en el primer asiento del primer vagón destinado a los pasajeros.

Como referencia histórica: Cuando nuestra Armada, en la segunda parte del siglo XIX incorporó unidades con propulsión a vapor debió apelar a técnicos extranjeros para operar máquinas y calderas. Esa dependencia fue superada cuando comenzaron a dar sus frutos la previsiones que en cuestiones de instrucción pública implementaron los estadistas de entonces. Una especie al parecer totalmente extinguida en la actualidad.

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