BORRACHOS DEL TABLÓN

Acerca de los delincuentes que no quieren a River

¿Y quien dice que los barrabravas quieren a River? En verdad, son extorsionadores que exprimen al club con la excusa de su simpatía por los colores y la historia de ese club. Pero no hay dirigentes que los enfrenten. La nota del diario Olé fue reveladora de las complicidades:

POR GUSTAVO GRABIA

 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Olé) La orden salió de las entrañas de la barra. Prolijamente, la segunda línea que responde a la gente de Budge comenzó a cortar el alambrado. Desde un costado, con una bufanda tapándole el rostro, Alejandro Flores, el Zapatero, cuadro del PJ Capital y Borracho del Tablón, controlaba todo.

Más atrás, Héctor Godoy, Caverna, líder de la barra, barbita candado incipiente, arengaba. Cuando se hizo el hueco, Chiwi y Tato, de la facción Budge, se mandaron.

El Gordo Ale, jefe de ese grupo que era tercera línea y ascendió tras la fractura de la barra, mandó a tres más como apoyo. El papelón se consumaba. La acción de intimidación, como los cantos previos, siempre contra los jugadores, nunca contra la dirigencia. Así en la época de José María Aguilar, así en la época de Daniel Alberto Passarella.

 
Y si bien están filmados, no hubo detenidos. Los barras sabían de su inmunidad, tras sus arreglos con la CD y con los factores reales de poder en la Argentina. A las pruebas hay que remitirse: Olé anticipó una reunión de la barra y Facundo Moyano en los quinchos del club, el 26 de abril, para aportar músculos en las calles. Ayer en la tribuna, mezclados con los barras, había un grupo del Sindicato de Camioneros: uno quedó escrachado en la TV ordenando a los que volvían de agredir en la cancha.
 
De la política grande, los Borrachos se despreocupaban. Gracias a Eduardo Ferreyra, alias Joe, quien hizo su militancia en la Unidad Básica de Las Cañitas que respondía al secretario de comercio, Guillermo Moreno, los acuerdos con algunos sectores del kirchnerismo marchaban viento en popa.

La bandera de Cristina=Evita=Perón esgrimida en la cancha de Quilmes en el empate contra Estudiantes fue la última prueba de amor. Y con la Policía, la barra oficial tiene una relación umbilical.

A punto tal que, diez días atrás, la Federal convocó a un ex barra de la otra facción apodado Chaca, apuñalado en la puerta del club, para identificar a sus agresores. En las fotos que le mostraron no estaba la de Caverna, a quien Chaca presuntamente apuntaba. La Policía dijo no tenerla. Raro: en la primera lista de derecho de admisión confeccionada cuatro años atrás y que Olé conserva, la imagen estaba, y nítida.

 
En este contexto, la idea de que fue una acción espontánea cae por su propio peso. Y los propios subgrupos de la barra dan hipótesis distintas sobre el por qué de la acción. La teoría de parar el partido para que el equipo se reorganizara es tan pueril que no da ni para analizarla.

Algunos ven componentes desestabilizadores de la segunda línea de Passarella, para hacer que éste se bajara del barco con escándalo incluido, movida que la barra vería con buenos ojos porque el Kaiser, dicen, busca recortarles beneficios. Otros, en cambio, apostaban a un escándalo para provocar lo que no sucedió, que la revancha se jugara sin gente, y proteger así al ex Gran Capitán.

El único dato contundente es que siempre, esté quien esté al frente del club, los aprietes son para los que se visten de cortos, mientras en la semana, los barras merodean los pisos superiores del Monumental donde reinan los de pantalones largos, que han bancado a este monstruo de mil cabezas que ya nadie parece poder ni querer detener.

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