Tierra arrasada

POR MARCOS SALGADO (*) En Septiembre, una magistral y acaso algo relegada película de Woody Allen, los hechos ocurren en agosto. Se sabe recién al final, pero septiembre es el mes de la esperanza. De lo que viene, que es lo más importante.

Septiembre fue, hace lejanísimos tres años, el mes del inicio del juicio oral del caso AMIA. Con los escombros del torres gemelas en Nueva York aún humeantes, aparecía como una suerte de repechaje sudamericano contra el terrorismo organizado.

Fue mucho menos que eso. Fue, en rigor, una escenificación más de la precariedad nacional. Por aquellos días, los fiscales decían al unísono que las pruebas alcanzarían para condenar. Se mostraban juntos y seguros.

Hoy, ese dream team está diezmado. Eamon Mullen renunció, José Barbaccia pasó al fuero penal tributario y ve amenazado su ascenso a juez. Miguel Ángel Romero acompaña, como siempre, casi desde el silencio y sólo Alberto Nisman sigue en pie, aunque ha resignificado su rol.

El no imaginaba que el final del juicio lo encontraría denunciando a un juez y enfrentado -dicen algunos- a sus ex amigos Mullen y Barbaccia, quienes siguen asegurando que no sabían nada del fatídico pago a Carlos Telleldín.

En las querellas también pasaron más cosas de las imaginables, la cabeza de la DAIA quedó en manos de antiberajistas (Beraja preso, además, quién lo hubiera imaginado) y la abogada Marta Nercellas quedó más sola que nunca.

Estuvo a punto de abandonar la querella cuando asumió Gilbert Lewi, y pocos creen que seguirá en las apelaciones en Casación.

Julio Federik no es más el abogado de los Familiares de las Víctimas. Ya servirá su retórica afiatada en otros juicio orales. Por ahora, pasa más tiempo en su Entre Ríos y viene a la Capital de vez en cuando para atender la defensa del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, en la causa por enriquecimiento ilícito que lleva otro personaje que no es el mismo: el juez Juan José Galeano.

El titular del Juzgado Federal 9 se tomó unas postergadas vacaciones justo para el aniversario del atentado, el 18 de julio. Aunque problemas familiares lo tuvieron en Buenos Aires, al menos estuvo lejos de su despacho.

Volvió a hacerse cargo de los turnos de tres juzgados, mientras medita qué hacer con una causa que, tal vez algún día, se convierta en caliente: el presunto enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

Habrá que ver si la respuesta a los exhortos que envió en este expediente lo encuentran en su escritorio. Sabe perfectamente que setiembre es, como en la película de Woody, lo que viene. Y no parece un futuro venturoso.

Setiembre llegará con otro color para los acusados. El ex comisario Juan José Ribelli se ve muy cerca de la libertad, absuelto por el caso AMIA y en libertad condicional en otros expedientes sin peso propio para retenerlo en prisión.

¿Irá contra la bonaerense? No se sabe, contra el Estado Nacional y el juez Galeano, seguro.

Carlos Telleldín también acaricia la libertad. En los últimos meses, sus condiciones de detención se aflojaron y la tecnología lo mantiene algo más cerca de la luz, que no ve desde hace diez años y tres semanas: ahora tiene celular y computadora con conexión a Internet.

Paradójicamente, el hombre que alguna vez quiso hacer negocio con un libro lo escribió ahora, junto a sus abogadas Andrea Novello y Laura Fechino. Pero esta vez no quiere hacer negocios, la semana pasada ofreció los derechos de autor como forma de devolver los 400.000 dólares.

Devaluación y caída del interés en el caso, hay que decirlo, ni un éxito editorial podría cubrir tamaña cifra.

Setiembre llegará también para los familiares de las víctimas. Hace tres años fue expectativa y esperanza, este vez llegará con renovada desazón. ¿Les quedará fuerza para seguir? Seguro que sí.

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Esta nota fue posteada al weblog de www.casoamia.com.ar

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