Ojo por ojo: En Bolivia ya sugieren retirar al cónsul en Santiago

No basta con que la Cancillería boliviana emita un comunicado lamentando que Chile haya adoptado una decisión de esa naturaleza, porque esa decisión que la Cancillería lamenta, humilla a Bolivia y la obliga a responder de la misma manera como un acto de dignidad.

La siguiente nota de opinión fue publicada por el diario La Razón de Bolivia:

La destitución del cónsul general de Chile en Bolivia, embajador Emilio Ruiz-Tagle Orrego, no se ha debido a las declaraciones que formuló al semanario La época, sino a un manifiesto propósito chileno de mostrar su desagrado con nuestro país. Ha sido una forma de advertirnos que no aceptarán que nadie —ni chilenos ni bolivianos— se refiera nuevamente a la posibilidad de negociar un puerto con soberanía y menos poner en duda lo que ya es un dogma para los mapochinos: la intangibilidad de los tratados.

El embajador Ruiz-Tagle no dijo nada que pudiera ni llenar de alborozo a los bolivianos ni molestar a su Cancillería. "Quisiera que Bolivia recupere una salida al mar", es lo que todos los cónsules chilenos en La Paz han dicho siempre. Ahora bien, cómo se recupere, es la cuestión. Si el cónsul general de Chile hubiera dicho que deseaba que Bolivia obtenga el puerto de Arica sin ninguna compensación o un corredor soberano entre Iquique y el territorio boliviano que corte en dos la geografía de Chile, otra sería la situación. Pero no fue así. Y en cuanto a la intangibilidad de los tratados, lo que dio a entender el embajador Ruiz-Tagle es que eso depende de un acuerdo entre partes, del estado de confianza que exista entre dos naciones, no unilateralmente. No se sabe, tampoco, que hubiera mencionado, concretamente, el Tratado de 1904, lo que hubiera sido complicado.

¿Qué ha sucedido entonces? En primer lugar, el temor que cundió en la canciller Alvear y en el propio presidente Lagos ante una desmedida reacción de la oposición patriotera derechista, como en efecto pasó. Pero, tan importante como eso, Chile quiso enviar un mensaje claro y contundente a Bolivia: no hablen ni de soberanía ni de la revisión del Tratado de 1904, porque nos molesta. Y lo han hecho a escasos 20 días del centésimo aniversario de esa claudicación que, aun con la bayoneta en el cuello, no se debió firmar jamás. Ruiz-Tagle, entonces, ha sido la víctima de una diplomacia sinuosa, desaprensiva. Porque a Ruiz-Tagle siempre se lo consideró en todos los ámbitos nacionales como un diplomático duro, ortodoxo, poco flexible, de la vieja escuela portaliana.

Cuando existe un gran malestar entre dos naciones se rompen relaciones o se retiran los embajadores de ambas partes. Eso sucedió cuando Chile desvió las aguas del río Lauca en 1962 y, posteriormente, en 1978, cuando fracasaron las negociaciones iniciadas en Charaña por los generales Banzer y Pinochet que, pese a un inicio esperanzador, llegaron a un punto muerto, luego de la abstracta respuesta peruana. Bolivia y Chile no tienen relaciones diplomáticas, por lo tanto, desde hace 26 años, y sólo mantienen relaciones consulares de alto nivel.

Si Chile ha retirado a su cónsul general, destituyéndolo por hacer una tibia referencia a un arreglo utópico que satisfaga a la opinión pública nacional, Bolivia no podría hacer menos que llamar a La Paz al cónsul general en Santiago, Víctor Rico, eso sí, sin mellar su dignidad personal porque no hay motivo para ello. No basta con que la Cancillería boliviana emita un comunicado lamentando que Chile haya adoptado una decisión de esa naturaleza, porque esa decisión que la Cancillería lamenta, humilla a Bolivia y la obliga a responder de la misma manera como un acto mínimo de dignidad.

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