Edición i: De la demagogia del Museo de la Memoria a la amnesia del Archivo General

POR TOMÁS VIDAL (*) El Archivo General de la Nación se muere por asfixia financiera pero el Presidente de la Nación es dispendioso para un aún inexistente Museo de la Memoria que le solicita información al Archivo General... Incomprensible por donde se lo evalúe, el Gobierno K sigue su marcha vigorosa hacia el ridículo, según lo cuenta la siguiente nota que publicó la revista Edición i.

El presupuesto 2005 prevé $44,6 millones sólo para el traslado de los institutos que hoy ocupan el predio de la Esma, entre tanto Cristina K busca ideas en New York para construcción del Museo de la Memoria, obra que algunos estiman que no costará menos de $200 millones.

En tanto, la verdadera memoria de la historia nacional, el Archivo General de la Nación, es devorado por los roedores, carece de presupuesto y es prisionero en un edificio que será su propia tumba.

¿Por qué el Archivo General de la Nación depende del Ministerio del Interior y no de la Secretaría de Cultura de la Nación? ¿Qué idea puede tener Aníbal Fernández acerca del Archivo General, corriendo de la política de Seguridad al Padrón Nacional Electoral, pasando por Migraciones y negociando un Adelanto del Tesoro Nacional para algún intendente bonaerense en problemas?

En cambio, el Archivo General de la Nación tendría más importancia en la Secretaría de Cultura ya que Torcuato Di Tella podría encontrar algo que realmente le otorgue trascendencia a su gestión repleta de palabras y huérfana de acciones.

Pero a nadie le importa porque en la Argentina no se utiliza el pasado para construir el futuro. El pasado sólo importa si logra criminalizar el presente.

Los gobernantes argentinos se asemejan a Bartolomé Mitre, quien interpretaba la historia de manera tal que justificara sus decisiones coyunturales, entre otras bestialidades como la persecución de Juan Bautista Alberdi (y la Guerra contra el Paraguay, obviamente).

¿Quiere conocer una descripción visionaria de Mitre? En el Archivo General de la Nación se encuentran las deliciosas memorias del brigadier general Tomás de Iriarte, que vaya uno a saber por qué no tienen una edición en las librerías argentinas. Al menos si esta documentación estuviese digitalizada, y consultable por Internet, se podría tener una versión de primera mano de los mitos y leyendas, pero aquí a uno le piden que estudie historia con los textos de Jorge Lanata o de Mario O’Donnell.

El 24 de marzo de 2004, el Presidente de la Nación pronunció su discurso en la ex Escuela de Mecánica de la Armada. Eran los días del tope de popularidad de Néstor Kirchner. Aquel fue el acto de entrega del predio militar para la creación del Museo de la Memoria (por los detenidos-desparecidos y los terroristas muertos en combate), y recuerdo del aniversario del golpe militar de 1976.

El acto fue un símbolo de la todavía viva ilusión de transversalidad, elemento de presión sobre el PJ. Independientemente de cuáles fueran las motivaciones profundas de Néstor Kirchner, él apeló a las siguientes palabras:

"(...) Queremos que haya justicia, queremos que realmente haya una recuperación fortísima de la memoria y que en esta Argentina se vuelvan a recordar, recuperar y tomar como ejemplo a aquellos que son capaces de dar todo por los valores que tienen y una generación en la Argentina que fue capaz de hacer eso, que ha dejado un ejemplo, que ha dejado un sendero, su vida, sus madres, que ha dejado sus abuelas y que ha dejado sus hijos. Hoy están presentes en las manos de ustedes."

Después, se habló de dinero, que se aseguró que sería todo el necesario para trasladar a los 5.000 estudiantes de la Armada Argentina, y a otros institutos que funcionaban en el predio de 17 hectáreas.

El Presupuesto 2005 confirmó una partida de $44.600.000 para el traslado de los institutos, pero el dinero para la contrucción del museo o será reasignado de alguna otra partida por Alberto Fernández, o tendrá que esperar a 2006.

Pero esto último parece improbable, por el entusiasmo de la primera dama. Cristina Fernández de Kirchner se reunió la semana pasada en New York con la argentina Susana Torre, profesora de la Universidad de Columbia, que reside en USA desde hace 30 años,y otros varios arquitectos especializados en la contrucción de Museos; el objetivo: recabar ideas para el Museo de la Memoria.

Consecuente, Kirchner afirmó que para el Museo de la Memoria no habrá restricciones financieras. El superávit fiscal es abundante.

¿Qué es el ArchivoGeneral de la Nación? Son 15 kilómetros lineales de legajos:

• un decreto de 1503 firmado por la reina española Juana la Loca,

• documentos del repartimiento de indios firmado por Juan de Garay después de la 2da. fundación de Buenos Aires,

• mapas del siglo XVI,

• las actas de entrega de las islas Malvinas al Virreynato del Río de la Plata, en 1776,

• documentos de las invasiones inglesas,

• padrones de la colonia,

• actas de la Asamblea de 1813,

• cartas de Manuel Belgrano,

• ejemplares del periódico La Gazeta de Buenos Aires,

• partes de batalla de la guerra de la independencia,

• el testamento de José Francisco de San Martín,

• el ejemplar original de Himno Nacional,

• censos,

• Reales Cédulas,

• órdenes,

• expedientes,

• 2 millones de fotografías,

• 2.000 horas filmadas...

Es el patrimonio cultural más importante del país, su memoria desde hace 500 años. Y la sociedad no le destina presupuesto.

En Avenida Leandro N. Alem 247 respira el Archivo, enfermo y desatendido, pero aún vivo. El inmueble tiene 8 pisos, y ofrece la consulta gratuita de material fotográfico, fílmico y documentos escritos, aunque los horarios de atención son escasos. Los materiales pueden ser copiados.

La Ley de Archivo es la Nº 15.939/61, y detalla cuáles son los documentos considerados "históricos". Por ejemplo, los producidos por el Gobierno nacional, por eso el artículo 4º establece: °Los Ministerios, Secretarías de Estado y organismos descentralizados de la Nación, pondrán a disposición del Archivo General, la documentación que tengan archivada, reteniendo la correspondiente a los últimos 30 años".

Pero los empleados advierten que hoy sólo poseen información completa hasta la década del ‘20 o del ‘30, en algunos casos.

A partir de allí comienza la decadencia argentina y se reflejó en el ingreso de información desde los ministerios y otras reparticiones del Estado: es esporádica y escasa.

Así, peligra la memoria institucional del siglo 20, información distribuida entre los ministerios, sin clasificar y con un serio riesgo de perderse.

Orgulloso, el personal muestra como ha empezado la digitalización. El Ministerio del Interior ha donado siete PC y varios scanners. Y cuatro personas han empezado con la tarea. En julio comenzaron con los padrones de la colonia 1726-1818, que completan un total de cinco legajos, y piensan completar la tarea en noviembre.

Aunque nadie explica cómo hacen la cuenta de los famosos 15 Km. de documentación, es posible suponer que la estimación se obtiene de apoyar cada en el suelo, en forma horizontal, todas biblioratos muy grandes, de esos que sólo entran dos por metro. Entonces, serían 30.000 legajos. O sea 30.000 meses de trabajo, unos 2.500 años para digitalizar la documentación que hoy se encuentra en el Archivo.

Imposible incorporar la que falta: los últimos 70 años de historia argentina. Si la documentación es pública y el Archivo entrega los originales para consulta, por falta de back-up (fotocopia o microfilm o DVD), los documentos se desgastan por las sucesivas consultas, y muchos ya se encuentran en estado crítico, por su antigüedad.

A los problemas de la digitalización se les suma la incertidumbre sobre el soporte, las empresas de software renuevan sus estándares, y hoy ya es necesario reconvertir lo poco que se ha digitalizado, para que siga vigente. Una alternativa más barata, y por ahora más confiable, según los archivistas, es la microfilmación. Resultaría una alternativa más rápida de hacer copias de resguardo.

Pero no hay nada decidido. El Departamento de Fotografía no se encuentra en aceptable condición. Aunque la salud de esa documentación no corre tanto peligro como en el caso de los documentos escritos, el departamento posee un millón de imágenes sin clasificar.

Toda imagen tiene su original en papel, que se deteriora por la consulta pero, además, tiene un negativo que no sufre el deterioro de la consulta.

El déficit del recurso humano es acuciante, apenas una de las ocho personas del departamento se dedica a inventariar fotografías; dado que ingresan al Archivo un promedio de 80 fotos diarias sólo provenientes de Presidencia de la Nación, a menudo se llega a la mitad del trabajo.

Hay dos personas dedicadas al inventariado de la colección del ex diario Tiempo Argentino, que consta de 45.000 imágenes. En dos años han realizado la mitad del trabajo. Al mismo tiempo sería necesario digitalizar el inventario, ya que este todavía se consulta apelando a los antiguos ficheros.

El Departamento de Video es el que menos problemas presenta, porque tiene un universo de documentación más acotado: 1.800 horas de filmación de la Colección Max Gluksman, de los noticieros América, Panamericano, Sucesos Argentinos y de la Subsecretaría de Prensa y Difusión, entre 1946 y 1955 (parte del material se está copiando para ser exibido en el futuro Museo de la Memoria).

Pero, según la ley, todo documento de más de 25 años es considerado patrimonio histórico y debería ingresar al Archivo. El cumplimiento de lo escrito haría colapsar todo. No hay un departamento en el Archivo que se dedique a recolectar la documentación disponible en estas fuentes, para completar los baches.

Desde los años ´50 que el Archivo no cuenta con presupuesto para, por ejemplo, adquirir colecciones privadas.

Hay una coincidencia: el edificio del Archivo no es el adecuado. El inmueble se construyó en 1920, para albergar a la sede del Banco Hipotecario Nacional. En los años ‘40, la Ley 12.826 dispuso la cesión de las instalaciones al Archivo, que antes funcionaba en el ex edificio original del Congreso Nacional.

Es un suntuoso edificio con elaboradas molduras, revestimientos de madera y columnas de mármol, adecuado para albergar a un banco nacional en la década del ‘20, pero ya en el ‘50, cuando se realizó el traslado, surgieron reparos por la humedad interior que arrasaría con los centenarios documentos.

La archivística moderna indica que los documentos deben ser guardados en ambientes estables, donde la humedad se controla entre 40% y 45%, a una temperatura constante entre los 18ºC y los 22ºC. El edificio debe ser un ambiente aséptico, para evitar el desarrollo de bacterias e insectos que dañan los documentos. Hoy el Archivo es desinfectado cada 15 días pero el daño ya está hecho: hay documentos del siglo 17 carcomidos en casi tu totalidad por los insectos.

Con techos de 5 metros de altura es casi imposible deshumidificar el ambiente. Y menos si las herramientas destinadas a extraer la humedad del ambiente están en reparación.

Además, en un edificio de 80 años se corren riesgos: en marzo de 1996, un caño de desagüe pluvial se rompió e inundó el sótano, destruyendo 100.000 fotografías del archivo del ex diario Crítica.

El 30 de marzo de 1992, Carlos Menem firmó el Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 535 que otorgó el proyecto de construcción del nuevo edificio a la consultora Ubatec, de la Universidad de Buenos Aires. El edificio ya estaba ubicado: en la calle Bouchard 722, entre la Avenida Córdoba y la calle Viamonte, construido en la década del ´50 para el diario Democracia, ahora ocupado por la empresa oficial ALEA. El edificio debía ser remodelado entero, porque llevaba varios años abandonado.

Dos años más tarde fue presentado el proyecto: edificio de siete pisos y una moderna construcción. Pero una década atrás ya se conocían los criterios de los archivos modernos: estructuras horizontales, donde los depósitos se ubican en la planta baja, en módulos relativamente pequeños, con puertas de acero y con la tecnología necesaria para la climatización adecuada.

Las estructuras horizontales permiten, en caso de incendio, rescatar el material. El dibujo de la maqueta presentada por la UBA puede encontrarse, enmarcado y descolgado, en un rincón de una de las salas del Archivo, dedicadas a "archivos escritos".

Ni el mismísimo Miguel Unamuno, histórico interventor del Archivo, ni los otros responsables, tienen estimaciones de costos, ni de la mano de obra necesaria para resolver los problemas de los que se quejan. El primer paso en la modernización del Archivo debería ser una estimación de los costos que implicaría la construcción del nuevo edificio. ¿Podría conseguirse que el Presidente donara una porción del predio para el Museo de la Memoria, a la construcción de AGN?

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(*) Edición i, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.

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