Los pacientes reciben poca información de los riesgos de las pruebas radiológicas

POR ÁNGELES LÓPEZ (*) ¿Sabía que el riesgo de fumar 700 cigarrillos o de tener un accidente de tráfico por conducir a gran velocidad un coche durante 4.000 kilómetros es similar al que conlleva la exposición a la radiación emitida en una tomografía computerizada de tórax (TAC)? Quizá es hora de que su médico se lo aclare.

Eugenio Picano, cardiólogo clínico del Instituto de Fisiología Clínica de
Pisa (Italia), ha elaborado un artículo donde se queja de la escasa
información que reciben las personas que van a someterse a una prueba radiológica como una radioscopia, una gammagrafía o una tomografía computerizada en cuanto al riesgo de cáncer que conllevan estos exámenes a largo plazo.

En su artículo, publicado por la revista 'British Medical Journal', Picano
explica que la toma de decisiones compartidas entre médico y paciente es la base de la medicina moderna. El paciente podría estar perdiendo autonomía debido al empobrecimiento de ese principio en el campo de la radiología: la información y la toma de decisiones conciernen al profesional pero sobre todo al paciente.

"Cada examen radiológico o de medicina nuclear conlleva la administración de radiación y por tanto un riesgo inherente", comenta este cardiólogo.

Continuamente estamos subestimando ciertos riesgos (morir por el consumo de tabaco) y sobreestimando otros (fallecer por ser alcanzado por un rayo), debido a esto y a que los datos sobre el peligro que conllevan las pruebas radiológicas son confusos y difíciles de interpretar no se les da la debida importancia.

La escasa percepción que tiene el paciente de esos riesgos podría estar originada por varios motivos. Picano culpa en primer lugar a los radiólogos, que se excusan en la falta de tiempo para obtener un consentimiento informado de cada enfermo. En segundo lugar, los formularios que ofrecen algunas sociedades científicas sobre el tipo de radiación que cada prueba va a ofrecer son inapropiados ya que tienden a dar ideas falsas, como que la irradiación de una gammagrafía con talio es similar a la de una radiografía simple cuando la dosis de radiación en 80 veces mayor en la primera.

Pero no acaban ahí los factores que intervienen en la confusión en torno a estas pruebas. El lenguaje que se emplea de la protección de la radiación no es fácilmente comprensible por los no especialistas y es habitual perderse en el vocabulario de las dosis de radiaciones como los miliamperios y en cómo se expresa el riesgo que conllevan.

"El médico que quiera saber el riesgo de la radiación entra en una 'Torre de Babel' donde la información esencial está oculta bajo el velo de versos oscuros", se queja Picano.

Posibles soluciones

La propuesta que este experto hace a los radiológos o sus sociedades es que los riesgos deberían comunicarse mediante equivalencias de la vida cotidiana, como el número de cigarrillos que se fuma o la posibilidad de sufrir un accidente de tráfico en ciertas condiciones.

Otra opción es expresar el riesgo que conlleva una prueba radiológica
comparándola con el número de radiografías simples que se precisarían para igualar la dosis de radiación. Por ejemplo, la dosis de 50 radiografías de tórax (lo que equivale con una gammagrafía pulmonar) conlleva un riesgo extra de que un paciente desarrolle cáncer por cada 20.000 personas expuestas a la radiación. Esa posibilidad aumenta cuando hablamos de otra prueba, la gammagrafía con talio, que equivale a 1.000 radiografías de las habituales y que aumenta el peligro de sufrir cáncer a 1 por cada 1.000 pacientes expuestos.

La representación visual del riesgo mediante un código de colores o un
gráfico quizá sea la mejor elección para este experto a la hora de informar tanto a pacientes como médicos no especialistas en radiología.

"Los organismos reguladores o las sociedades de radioprotección podrían asumir la responsabilidad de diseminar el gráfico a los profesionales y pacientes", comenta Eugenio Picano quien concluye que la conciencia radiológica es esencial para ayudar a los doctores en la difícil tarea de sopesar lo que es bueno para cada paciente en contra de lo que es aceptable para la sociedad.

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(*) Nota publicada en el suplemento de Salud de el diario El Mundo.

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