Descubren el secreto mejor guardado de Pablo Neruda

"¡Malva Marina, quién pudiera verte / delfín de amor sobre las viejas olas, cuando el vals de tu América destila / veneno y sangre de mortal paloma! / Niñita de Madrid, Malva Marina, / no quiero darte flor ni caracola; / ramo de sal y amor, celeste lumbre, / pongo pensando en ti sobre tu boca. Federico García Lorca

Su única hija, que nació con una hidrocefalia severa, estaba destinada a morir, pero vivió 8 años. Su padre la abandonó y nunca más la vio. Su padre era Pablo Neruda.

Justo estos días que celebramos el centenario del poeta, aparecen, casi por milagro, las únicas fotografías que existen en el mundo de Malva Marina Reyes.

También ha sido descubierta su tumba. Todo ello en Holanda, donde murió Maria Antonieta Hagenaar (llamada la jabanesa), 1ra. mujer de Neruda y madre de Malva Marina.

Como si quisiera "llamar la atención" de su padre, la triste historia de Malva Marina emerge desde el olvido más absoluto, con documentos y fotografías inéditas. Es el lado oscuro del poeta, una sombra en la celebración de los 100 años del Nobel.

Malva Marina, la niña a la que cantara Federico García Lorca, ha llegado a la escena pública de la mano de la periodista chilena Inés María Cardone, autora del libro Las Mujeres de Neruda.:

"Tengo las fotos de Malva Marina en mis manos. Las de Neruda también. Son impactantes. La cabeza hiperdesarrollada de la niña la distingue como un ser diferente. Es morena, de ojos penetrantes, muy similares a los de su padre. ¿Qué podía ella saber de su destino?

Un incierto destino que recién ahora, después de 70 años de su nacimiento, podemos desvelar.

Un manto de misterio cubrió la vida de esta niña enferma, que no vivió junto a su padre y que su madre, por necesidades económicas, tuvo que dejar en casa de unos cuidadores.

Una afectuosa familia que la acogió hasta el día de su muerte, el 2 de marzo de 1943.

Sin embargo, no había más rastros, ni un solo testimonio de cómo transcurrió su corta vida.

La sorpresa periodística la dio la revista Fibra, de propiedad de la empresa Telefónica.

Habían pasado tantos años sin que nadie, ni familiares, ni investigadores pudieran dar con el paradero de Malva Marina. Su madre, al morir en 1965, no dejó rastro.

Holanda se había guardado el secreto. En La Haya se buscó afanosamente la tumba de María Antonieta Hagenaar, pero había sido reducida junto a otros restos que nadie reclamaba. Malva Marina no estaba en esa ciudad.

Su madre, desesperada por falta de recursos, por los constantes bombardeos de la 2da. Guerra Mundial, buscó a alguien que pudiera hacerse cargo de Malva.

A través de organizaciones religiosas dio con una caritativa familia, los holandeses Hendrik Julsing y Gerdina Sierks. Ellos vivían en la ciudad de Gouda, famosa por su producción de quesos, y junto a sus tres hijos aceptaron hacerse cargo de esta niña. Se transformaron así en sus padres adoptivos.

La situación era bastante difícil. No había comida y los Julsing pasaban hambre, pero aun así no titubearon en acoger a la pequeña.

Vicente Aleixandre en Comprendí, pero No Explico (1935) hace una descripción mucho más desgarradora –y sincera quizá– de la impresión que le causó la pequeña Malva Marina.

"Él me llamaba con la mano y miraba con felicidad hacia el fondo de aquella cuna. Todo él sonrisa dichosa, ciega dulzura de su voz gruesa, embebimiento del ser en más ser. Llegué. Él se irguió radiante, mientras me espiaba. ¡Mira, mira! Yo me acerqué del todo y entonces el hondón de los encajes ofreció lo que contenía. Una enorme cabeza, una implacable cabeza que hubiese devorado las facciones y fuese sólo eso: cabeza feroz, crecida sin piedad, sin interrupción, hasta perder su destino. Una criatura (¿lo era?) a la que no se podía mirar sin dolor. Un montón de materia en desorden. Blanco yo, levanté la vista, murmuré unos sonidos para quien los esperaba y conseguí una máscara de sonrisa. Pablo era luz, irradiaba irrealidad, sueño, y su ensoñación tenía la firmeza de la piedra, el orgullo de su alegría, el agradecimiento hacia un futuro celeste".

Neruda reflejó su pena y desconcierto en diversos poemas como "Maternidad", "Oda a un lamento" y "Enfermedades en mi casa".

"Y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce,
por unos dedos que el rosal quisiera
escribo este poema que sólo es un lamento,
solamente un lamento".

(Fragmento de Enfermedades en mi casa).

Federico García Lorca, gran amigo de Neruda, también le rindió un homenaje a la niña recién nacida. Pablo en una carta le comentó a su amiga Sara Tornú:

"Federico, en Granada, desde donde ha mandado unos lindos versos para mi hija. Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie punto y coma, una vampiresa de tres kilos [...]. La chica, me decían los médicos, se muere, y aquella cosa pequeñita sufría horriblemente, de una hemorragia que le había salido en el cerebro al nacer".

La pequeña solo llegó a este mundo a sufrir. Sus padres no sabían qué hacer con ella. Poco más tarde se desató la guerra civil española.

Las cosas se complicaron para el matrimonio pues la argentina Delia del Carril ya se había instalado en el corazón del poeta. Poco tiempo después, Neruda decidió dejar a su hija de dos años junto a Maruca (así llamaba él a María Antonieta) en la ciudad francesa de Montecarlo.

La separación era un hecho y el calvario para Maruca no terminaría fácilmente. Aparte del problema sentimental, Maruca tenía serias dificultades económicas. La guerra implacable, la escasez de alimentos, la hicieron pasar ratos amargos.

En una carta inédita en España que pertenece a la Fundación Neruda, Maruca le pide a Pablo de forma insistente el dinero que necesita para sobrevivir. Este es, sin duda, un valioso aporte para comprender cómo era la relación del matrimonio después de su separación.

# La carta de la madre

"Mi querido chancho ("Mi dear Pig" en el original):

Es realmente imperdonable tu negligencia hacia nosotras, especialmente para tu bebé. Hoy 18 del mes no he recibido tu dinero. El 1º de este mes tuve que pagar los gastos de alojamiento de Malva Marina por el mes de octubre. Con mi salario sólo pude pagar una parte de ello. Qué vergüenza realmente. Ellos son tan buenas personas... Nunca encontraré gente tan buena otra vez. Malva es muy apegada a ellos... ella ha progresado mucho mentalmente. Ahora ni siquiera puedo ir a verla porque no tengo un centavo. Mi último dinero será gastado en enviar esta carta.

[...] La última vez me mandaste sólo $68 en vez de $70. Espero que puedas agregar los 2 a los próximos $70 y me envíes $72. Por favor, envíame el dinero lo antes posible [...].

[...] Debemos estar muy agradecidos hacia estas personas donde ella está, así es que por favor cumple tus deberes de padre [...].

Bueno, chancho, querido, envíame pronto el dinero por favor [...].

Malvita envía muchos besos a su papi y yo también,

Tu chancha ("your Pig" en el original)".

Lo que nunca se supo en Chile es quién era la generosa familia que cuidaba a Malvita. La investigadora Alejandra Gajardo, después de largas sesiones en internet descubrió un sitio con el nombre de Frederick Julsing, el hijo de Hendrick Julsing y de Gerdina Sierks, los padres adoptivos de Malva Marina Reyes.

Cuando Fred contestó el email sorprendido de tantas preguntas dijo: "Poco puedo colaborar con datos acerca de Malva. Cuando ella fue parte de nuestra familia yo tenía pocos años, pero recuerdo su adorable cara y su hermosa sonrisa. Si a alguien hace feliz puedo enviar fotografías".

No se demoró mucho en cumplir con su oferta. A los pocos días envió las únicas fotos que existen en el mundo de la hija de Neruda. Contó que esas imágenes corresponden al verano de 1939. Basta observarlas para darse cuenta que es una niña morena de mirada lejana pero también hay mucha dulzura en sus facciones. La vestían como se acostumbraba en la época: con vuelos blancos, moños en el pelo y para abrigarla, vestido y gorros de lana, probablemente tejidos por su madre adoptiva.

Estas fotos, tal y como señala el reportaje de la revista Fibra, echaron por tierra el mito de un ser monstruoso, impresentable y "perfectamente ridículo", como el propio Neruda dijo de ella en su entorno. Indudablemente que la hidrocefalia hizo crecer desproporcionadamente su cabeza. La niña tenía un evidente retraso y por ello no podía hablar y menos caminar. Abandonada por el laureado padre fue, a su manera, relativamente feliz.

Fue acogida en una familia normal y con sus hijos podía jugar como cualquier niño. Cuando Frederick preguntó el porqué del interés por las fotografías se enteró que Malva era la hija del Premio Nobel, Pablo Neruda.

Nunca antes había escuchado acerca de su existencia. Aunque sus recuerdos son vagos dice que le decían cariñosamente Malvita y se refiere a ella como "nuestra Malva". En cuanto a Maruca, comentó que la iba a visitar de vez en cuando. Según Fred la niña solo sonreía y disfrutaba de ser transportada por sus "hermanos" en un carretón de madera.

Fred asegura que la niña Malva Marina nunca fue internada en un hospital y cree que murió en casa de sus padres. Lo que no olvida fue el hambre que pasaron por la escasez de alimentos en la guerra.

A Antonio Reynaldos, chileno que vive en La Haya hace 18 años, le dijo que "fueron años muy duros. Mi padre salía en su triciclo a conseguir comida al campo. También había bombardeos aéreos y Gouda sufrió mucho. Hasta hoy oír las sirenas me recuerda esos tiempos", afirma.

Reynaldos también logró ubicar en Gauda a la niñera que cuidó a Malva. Ella era Neil Leys, hoy de 85 años, comentó que a los 20 llegó a casa de los Julsing para trabajar en el cuidado de la niña enferma.

En su relato comentó que la gente la miraba mucho porque su cabeza era demasiado grande y sus bracitos y piernas delgadas.

Sin embargo, siempre sonreía y tenía una actitud alegre. "Era muy dulce", comentó. A Maria Antonieta la recuerda como una mujer alta, de pelo oscuro, que siempre le agradecía que cuidara de su hija. Ella traía el dinero que le daba a los Julsing por cuidarla y con esos ingresos financiaban su sueldo.

Nunca vio doctores en esa casa, ni la llevaban al hospital para ningún tratamiento. Seguían la creencia de que el dolor y la enfermedad debían ser combatidos por la fuerza de voluntad.

Malva Marina murió finalmente a los 8 años de edad el 2 de marzo de 1943.

A los pocos días, desde el consulado de Chile en Berna, la señora Neruda avisa de que su hija ha fallecido y que desea reunirse con su marido a la brevedad posible.

Ese encuentro no se hizo realidad. Neruda calló para siempre esta desgracia y nunca le rindió un homenaje a su hija.

Su silencio solo ha sido interrumpido por este despertar tardío de Malva Marina, justo en el año del centenario.

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El Cultural, El Mundo, Madrid, España, 2004.

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