Alá vive entre los uigures

Crónica del nacionalismo islámico

Muchos musulmanes consideran a los movimientos islámicos como vehículos de lucha por el cambio, a menudo pacífico, contra regímenes afianzados que se niegan a liberalizar, en Egipto, Arabia Saudita, Argelia, Túnez, China, por nombrar algunos.

En consecuencia, si una ‘guerra estadounidense contra el terrorismo’ acaba siendo una ofensiva, en nombre de los regímenes dominantes contra movimientos islámicos locales, incluso contra los pacíficos, ha provocado mucha desconfianza hacia el verdadero programa político estadounidense.

Un musulmán es un creyente en el Islam. La palabra ‘muslim’ significa "uno que se somete", por completo a la voluntad de Dios. Y no hay distinción entre la vida diaria y la religión o la política.

Las creencias básicas de los musulmanes son: creencia en Dios, en sus ángeles, en sus libros revelados, en sus mensajeros y en el Día del Juicio, y afirmación del destino y del Decreto Divino, para lo bueno y lo malo.

Los Cinco Pilares del Islam -en los cuales se funda la vida de un musulmán- son:

>El Testimonio de que no hay quien merezca culto salvo Dios y que Muhammad o Mahoma es su mensajero.

>Establecimeinto de las cinco oraciones diarias.

>El pago del ‘Zakaah’ (caridad), que es el 2,5% de los ahorros anuales para un hombre rico y el 10% o el 20% de la producción para los agricultores. Este dinero o productos es distribuido entre los pobres.

>Abstención de comer, beber y tener relaciones sexuales desde el amanecer al anochecer en el mes de Ramadán (Sawm).

>La peregrinación (Hajj) a la Meca durante el mes de Zul Hijjah, que es obligatoria una vez en la vida para uno que tenga la capacidad de hacerla.

Sin embargo, no fue el Islam quien quien modificó la historia de Asia sino el archipiélago de Japón, con su victoria sobre Rusia en 1905, sacudiendo la conciencia nacional de los pueblos o colonizados o mediatizados por Europa, particularmente en Asia.

La derrota rusa propició la aparición de movimientos nacionalistas en India, Indochina, Birmania e Indonesia, donde en 1908, por ejemplo, nació la asociación Budi Utomo, y en 1921 el partido Sarekat Islam, asociación islámica nacionalista.

El ejemplo japonés también fue decisivo para las revoluciones nacionalistas que estallaron en Persia en 1906 -que obligó al Shah a promulgar una Constitución y reunir el primer Parlamento persa-, en Turquía en 1908, y la revolución china de 1911.

En Egipto, un intelectual iraní, Jamal al-Dih al-AfgHani, llamó a la purificación del Islam, y un retorno a su carácter original como fundamento del panislamismo, concepto que nació en 1880.

Al tiempo, el ‘mufti’ (especie de juez y autoridad religiosa islámica) Mohammed Abdou (1849-1905) expuso sus enseñanzas en la universidad musulmana de El-Azhar, en El Cairo, sobre la actualización del Islam como una respuesta nacional árabe a la dominación europea y a los viejos absolutismos islámicos.

Un sirio exiliado en Egipto, Abdul Rahman al-Kawakibi, publicó en 1901 un libro, Las Excelencias de los Árabes, argumentando que el resurgimiento del Islam habría de ser obra de los árabes, y no de los turcos, factor principal de su declive.

Luego, el nacionalismo político impulsó al Partido del Pueblo, creado en 1907 por Mustafá Kamil (nacionalismo moderno que encontraría su gran líder en Saad Zaghul).

En 1910, se fundó en Túnez el partido Tunis al-Fatat. En 1911, nacionalistas árabe-sirios crearon en París el Jami’at al -Arabiya al-Fatat, Sociedad Joven Árabe, que tendría una influencia duradera.

En la India, funcionarios y profesionales liberales habían creado, en 1885, el Congreso Nacional de la India, un partido político que aspiraba a un gradual auto-gobierno que condujese, tras la independencia, a una India constitucional, parlamentaria y democrática. En 1905, el virrey Curzon dividió Bengala, uno de los centros del nacionalismo indio, en dos provincias, una mayoritariamente musulmana (luego, Bangladesh) y otra hindú, provocando la aparición en el Partido del Congreso de un ala integrista liderada por Bal Gangadhar Tilak (1856-1920), quien recurrió a formas extremistas de oposición incluido el terrorismo. La mayoría del Congreso, no obstante, se mantuvo en sus concepciones gradualistas y moderadas, forzando en 1909 al Reino Unido a aceptar la formación de parlamentos electivos regionales.

En 1906, dirigentes musulmanes seguidores como Muhammad Iqbal crearon la Liga Musulmana. Con el tiempo, la Liga iría deslizándose hacia la definición de un nacionalismo musulmán separado que cristalizaría en torno al concepto de "Pakistán, país de los puros", acuñado por 1930. Pero fue la I Guerra Mundial el acontecimiento catalizador del despertar nacionalista de los pueblos de Asia y África.

Todavía en aquella contienda los grandes imperios pudieron usar numerosos contingentes de tropas coloniales: australianos, neozelandeses, árabes, canadienses, indios, nepalíes (los ‘gurkhas’), sudafricanos, senegaleses, argelinos, combatieron con lealtad junto a sus respectivas metrópolis. La guerrilla beduina de Thomas Edward Lawrence, de Arabia, fue un símbolo.

En definitiva, los poderes coloniales se encontraron a partir de 1919 con una creciente oposición. La terrible masacre de Amritsar, la capital del Punjab, donde el 13 de abril de 1919, 379 personas fueron asesinadas y más de 1.000 heridas cuando tropas ‘gurkhas’ al mando del oficial británico R. H. Dyer abrieron fuego contra una multitud congregada pacíficamente en una plaza, conmovió al mundo. Gandhi promovió su primera gran campaña de ‘desobediencia civil y resistencia pasiva’, que mantuvo hasta 1922.

Londres organizó, entre 1930 y 1932, las tres Conferencias de la Mesa Redonda, a la segunda de las cuales, en septiembre de 1931, asistieron Gandhi y el líder de la Liga Musulmana, M. A. Jinnah, y en 1935, se aprobó la nueva Ley del Gobierno de la India.

El lema con que Gandhi definió su última campaña de desobediencia, promovida después de que Gran Bretaña decidiera unilateralmente la entrada de la India en la 2da. Guerra Mundial, no pudo ser más contundente: "Dejad la India".

En tanto, el nacionalismo árabe rechazó la fórmula de ‘mandatos’ de Francia (sobre Siria y Líbano) y Gran Bretaña (Transjordania, Iraq y Palestina) y consideró como una traición la declaración que, en su carta privada a Lord Rothschild del 2 de noviembre de 1917, hizo el ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, asegurando el compromiso británico para establecer un "hogar nacional judío" en Palestina.

Graves disturbios -huelgas urbanas, guerrilla y terrorismo rural y urbano-, complicados por conflictos étnicos y religiosos entre las distintas comunidades de la zona, estallaron en Iraq (1920), Siria (1925-27) y Palestina (1929, 1936-39).

En Iraq, Gran Bretaña optó por establecer un Estado independiente (1921) bajo el rey Feisal, después de que éste fuera expulsado por los franceses de Siria.

Francia, enfrentada a una rebelión de sirios drusos, tuvo que evacuar Damasco en 1925, al año siguiente retomó el control de la región, concedió una Constitución (1930) pero ante la amplitud del movimiento nacionalista, prometió en 1936 la independencia (que llegó en 1944).

Y en 1929 abundaron los enfrentamientos entre las comunidades judía y árabe, liderada por el Gran Mufti de Jerusalén, Haj-Amin al-Husseini (1897-1974), y una primera rebelión árabe en 1935.

Las ambiciones del príncipe Sharif Hussein bin Ali, quien en 1924 al producirse la abolición del califato en Turquía se había proclamado Califa, provocaron gran malestar entre los mismos árabes. Las tropas de Abd al-Haziz ibn Saud (1880-1953), el líder de Arabia, invadieron el Hijaz y tomaron las ciudades de Jedda, Medina y La Meca (enero de 1926), provocando la abdicación y el exilio de Hussein; Ibn Saud constituyó en 1932 el Reino de Arabia Saudita.

En China, en los ‘50, los uigures y otros pueblos locales dieron la bienvenida al ingreso del Ejército Popular de Liberación. Se habló de una "liberación pacífica" de Xinjiang y del Tibet.

Allí, los pobladores querían terminar con una guerra civil que tenía a la región atrapada entre los intereses encontrados de los rusos, los chinos comunistas y los chinos nacionalistas. Y las tensiones étnicas entre uigures, kazakos y chinos Hui y Han amenazaban con desmembrar a la región.

La vida cambió dramáticamente en Xinjiang cuando, al igual que el Tibet, quedó en medio de las luchas a nivel nacional que culminaron en la Revolución Cultural de 1966 a 1976. Durante este período, se promovió la migración interna hacia Xinjiang para "abrir el Oeste" (kaifa xibu) y se reprimió al "nacionalismo local" (difang minzu zhuyi). Para 1982, la población china Han ya era del 38%, y los uigures apenas tenían una ligera mayoría del 42% en su propia región ‘autónoma’.

A mediados de los ‘80 y a fines de los ’90, intelectuales que representaban a las etnias expresaron su apoyo a Deng Xiaoping, quien se enfrentó a las políticas maoístas de la Revolución Cultural.

El relajamiento de las restricciones sobre las expresiones religiosas y étnicas provocó una explosión de rituales islámicos, construcción de mezquitas, peregrinaciones a La Meca y educación religiosa, y los festivales étnicos.

En 1991, los uigures albergaron la vana esperanza de que, con el fin de la Unión Soviética, la independencia de las ex-repúblicas de Asia central se extendería a China, y que si no se establecía un Uiguristán independiente, tal vez al menos habría un Turkestán Oriental unificado, que tomaría su lugar junto a Kazakstán, Uzbekistán y Kyrguistán.

Sin embargo, el deseo de independencia de los uigures se encontró con una dura resistencia por parte de China. A fines de los ’90, brotaron las protestas uigures, que con el tiempo condujeron a bombazos aislados, ataques en contra de los uigures que apoyaban al gobierno chino y respuestas violentas a las acciones policiacas en contra de actividades y reuniones sociales ilegales. Tales expresiones de rebeldía fueron sofocadas con rapidez y severidad por China y culminaron en la campaña de ‘golpe duro’ de 1998.

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