Edición i: Habría Class Action de argentinos contra Quilmes Scotia en Canadá

El Bank of Nova Scotia se marchó del país cuando era controlante del local Scotia Quilmes, que pidió su propia liquidación; enfrenta una demanda en Canada. Fue presentada por acreedores argentinos, quienes buscan entablar una ‘class action’. De prosperar, sería la primera vez que una casa matriz asume las deudas de su filial por la pesificación de los depósitos, y sentaría un antecedente de gran importancia. Aquí la nota de Edición i:

En el apocalíptico período que fue de fin del año 2001 a principios de 2002, cuando los depositantes explotaron, indignados, por el robo a su propiedad privada –decidido para salvar a tres o cuatro bancos y licuar los pasivos de algunas empresas grandes-, algunas entidades financieras extranjeras resolvieron abandonar la volátil plaza argentina. Acababa de producirse una gran devaluación de la moneda local, los contratos jurídicos se habían vulnerado, nada bueno se auguraba para mercado bancario argentino.

La cuestión de fondo, empero, era actuar conforme a las instrucciones del Banco Central –aún cuando fuesen contrarias al Derecho convencional- o actuar conforme a la relación tradicional entre un banco y sus clientes.

Algunas entidades tomaron la decisión de marcharse pero, por diversos motivos, decidieron soportar el corto plazo y luego iniciar el progresivo abandono de la plaza local, a través de una transferencia de negocios (Societé Generale, Lloyds, en breve la Banca Nazionale del Lavoro).

Otros decidieron hacerlo todo más abruptamente: Crédit Agricole: los ejecutivos franceses partieron de un día para el otro, abandonando -literalmente- los bancos Suquía, Bisel y Bersa, e inclusive dejando en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, a la buena de Dios, varios vehículos con los cuales se trasladaron para emprender el retorno a ‘la civilización’. Bank of America se había llevado su posición, en dólares estadounidenses, antes de las restricciones bancarias y ya no regresó, aprovechando que su casa matriz se había comprado el BankBoston. Y el canadiense Bank of Nova Scotia decidió pasar a pérdida la compra del Banco de Quilmes, también ejecutando un repliegue.

Entonces, le pidieron al Banco Central la precipitada liquidación del ScotiaBank Quilmes (SBQ). Pero la estampida dejó muchos compromisos sin honrar –básicamente las Obligaciones Negociables emitidas- más allá de la potencia financiera del solvente Bank of Nova Scotia (BNS).

¿Creerían los canadienses que, en la explosión, desaparecerían los ahorristas e inversionistas damnificados? Por un lado, los países nunca se terminan. Luego, el público comenzó a acomodarse a la irracionalidad propuesta por Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov. Entonces, buscaron abogados e iniciaron las demandas judiciales del caso.

Consecuencia: los bancos Crédit Agricole y BNS enfrentan demandas judiciales en Francia y Canadá, respectivamente.

En Francia hay una demanda de US$ 2,5 millones por daño económico y US$ 2,5 millones por daño moral porque los bancos Suquía, de la Provincia de Entre Ríos y Bisel, continuaron su operatoria bajo control del Banco de la Nación Argentina, hasta que irrumpieran en escena interesados, lo que ocurrió con el Suquía.

En cuanto al Bank of Nova Scotia, un importante grupo de tenedores individuales de Obligaciones Negociables, cuyo monto total impago hoy es aproximadamente de US$100 millones, demandaron a la casa matriz a través del estudio argentino Luchinsky, Prato, Rossjanski & Asociados.

Paso a paso, inexorablemente, se desarrollan las acciones ante la Justicia canadiense, buscando que se abra un proceso de Class Action (acción colectiva) contra el banco.

Si la Justicia canadiense concede la Class Action -y todo indica que esto ocurrirá-, los problemas resultarán importantes para el BNS.

¿Por qué? Porque la acción colectiva provoca que, una vez que un juez ha fallado a favor de un grupo de demandantes, el resto del universo de los perjudicados tienen la posibilidad de cobrar sin necesidad de ir a juicio.

La acción colectiva –un estándar en las demandas contra las tabacaleras de USA, contra plantas automotrices que colocaron en el mercado autos con defectos de fábrica sin llamar a ‘recall’, etc.-, funcionaría como una aspiradora de todas las exigencias de los argentinos contra el ScotiaBank Quilmes, hoy en quiebra y con un pasivo equivalente a US$ 400 millones.

Así, los ahorristas argentinos podrían presentarse ante la Justicia canadiense por haberse adjudicado ese marco legal, y ‘colgarse’ del reclamo que generó la acción de clase.

Conclusión: el espectro original del pleito (las Obligaciones Negociables) se ampliaría a otras cuestiones, muy perjudiciales para la institución canadiense.

Inclusive hace tres meses se produjo en el expediente local de quiebra, una decisión judicial que ‘apunta’ al BNS al ordenarse un embargo en contra de la entidad extranjera que, si bien es de improbable materialización, marca una dirección que refuerza el vínculo, y los compromisos asumidos con la gente, entre el Scotia Bank Quilmes y el Bank of Nova Scotia.

La medida se enmarca en la petición de los síndicos para que el Juzgado extienda la declaración de quiebra a la casa matriz, y es un indicio de lo que puede ocurrir.

Estos aspectos propios del expediente argentino gravitarán oportunamente en la Justicia canadiense, en los trámites que desarrolla el estudio local, en combinación con un importante bufete de Toronto, para lograr la Class Action.

Los abogados Osvaldo Prato y Rubén Luchinsky relataron que, en las últimas audiencias, de tipo técnico, ante el tribunal canadiense, celebradas en Toronto, durante octubre, quedaron definidos los detalles para que la decisión sobre la acción colectiva pueda ser promulgada durante el primer trimestre del año 2005.

Si la justicia canadiense sigue el rumbo previsto, y concede la accion colectiva, y sin perjuicio de la segura apelación del BNS, se abre un panorama sombrío para la entidad bancaria, pues la "pesadilla argentina" continuará persiguiéndolos después de marcharse del país "(…) subiéndose a los aviones, con los motores en marcha (...)".

No ya con riesgo físico, pero sí financiero, algo que incomodará a los accionistas, en especial si afecta la distribución de utilidades.

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