Importante: Intentan convencer a Tío Plinio que no reelija a K

Jorge Asís ha logrado crear una figura deliciosa: el sobrino del Tío Plinio, que le escribe sus reflexiones sobre la coyuntura. Es verdad que José Manuel De la Sota parece el único capaz de resistir... mientras tenga para pagar sueldos... La carta:

Tío Plinio querido:

Mientras tía Edelma le sirve té de cedrón, me consulta, desde las montañas y más cerca de los astros, sobre la ordinaria coyuntura del peronismo, y sobre el desconcierto misericordioso de la oposición. En fin, quiere entender desde el naturalismo de su retiro algunas claves del maltratado país, y de su inquietante destino sin diseño estratégico. Tendré que enviarle varias cartas, tío, y apelo entonces a la discreción de su confidencialidad.

Un catecismo tan pragmático como erótico impregna la inacción de los gobernadores del Justicialismo. Con decirle, tío Plinio querido, que a tres años de distancia, y con una formidable tendencia hacia el felpudismo político, los auténticos pesos pluma del peronismo parecen sacar número para pronunciarse por la necesaria reelección del presidente Kirchner.

Apuestan por el mantenimiento congelado de la fotografía estática de la actualidad.

Pero no hay que tomarlos muy en serio, tío. Porque, si el dinamismo inmanejable alcanza a promover un cambio sustancial, los gobernadores no vacilarán tampoco en arrojar al transitorio Impune hacia el cadalso del desprestigio, a los efectos de convertirlo en una flamante versión del Menem de la actualidad.

Sin embargo, puede asegurarse que hoy, la precocidad argumental del Impune, administrador autoritario de la cajita feliz, los instiga a la sobreactuación.

Un fenómeno explicable. Como en la Argentina el federalismo es falso, los gobernadores deben adherir a la seducción ansiosa del oportunismo. Y situarse, invariablemente, y por defensa propia, en la proximidad del monedero. Es decir, tío querido, deben mostrarse complacientes ante las arbitrariedades de la cajita feliz del poder central.

El meritorio catecismo inconvincente de los ortivas fue iniciado, por supuesto, por Duhalde. Aunque no le hace falta ser el gobernador de Buenos Aires, ya que Solá apenas intenta construir la ficción de una fuerza propia a partir de su implícita debilidad.

Quién iba a decir, tío Plinio querido, que Duhalde, aquel infatigable bañero del sector infantil de La Salada, aquel "Negro" fuerte y principal catapultador de Kirchner, se transformaría, muy pronto, en el devaluado "Garoto de Lomas de Zamora". En un estadista de neceser, hoy aferrado a cortar en fetas los limones verdes para las caipirinhas de Lula, disparatadamente lanzado a las geopolíticas construcciones continentales, después de haberse decretado el estado de coma vegetativo del Mercusur.

En realidad, Kirchner y Duhalde están condenados a ser rehenes recíprocos. Sienten compartir tanto el peso negativo de la dependencia como del desprecio mutuo.

Sin embargo, al perder el monopolio del control del lápiz provincial, Duhalde debió aprender el arte de la simulación de la impotencia, ante la construcción artificial del triunfalismo kirchnerista que derivó, paradójicamente, en su máxima derrota política.

Siguió a Duhalde, en el derrotero del catecismo ortivista, Busti, el patriota de la vanguardia reeleccionaria de Entre Ríos.

Y de inmediato, para no ser menos, debió apuntarse Gioja, el procer de San Juan, que brindó el escenario para el penúltimo de los más desatinados exabruptos del Impune.

Y repentinamente continuó el rosario reelectoral el paisano Obeid, de Santa Fe.

Bastó apenas que El Impune aceitara con aditivos especiales el mantenimiento de Binner para que Obeid se le rindiera, con los pertrechos personales de su historia superior.

Por si fuera poco, tío Plinio querido, ya que paseamos panorámicamente por la soja progresista de Santa Fe, le cuento que hasta la esfinge implacable de Reuteman capituló, previsiblemente, ante los modales bruscos del Impune.

Sí, tío querido, aquel político de fórmula uno, con aspecto recio de galán maduro. El preferido de tía Edelma y de tantas sexagenarias que solían extasiarse ante la cautivante opacidad expresiva de su mirada melancólica. También se rindió, fatalmente seducido.

Al fin y al cabo, tío Plinio querido, Reuteman no resistió ni siquiera un Punto Doc.

Y en adelante aguardan para adherir a su turno felatorio los restantes barones amontonados del peronismo caricatural. A golpes de cajita feliz, de prepotencia de encuestas favorablemente extorsivas y despiadadamente inhibitorias, todos los peronistas deben asumir, como si fueran propias, las chiquilinadas inadmisibles del Impune, el infantilismo de las diatribas contra el Fondo Monetario y a los acreedores. "Porque -sostienen sin ruborizarse- le gusta a la gente".

Entonces muy facilmente El Impune, tío Plinio querido, se impone.

Gracias a los atributos de las pautas de la cajita feliz, el complemento de la complacencia cómplice de la gran prensa garantiza la imposibilidad de instalación de ninguna agenda irritantemente adversa. Con decirle que un inexplicable distribuidor de seriedad, como don Julio Ramos, aspira a entregarle en bandeja, y como regalo, la cabeza degollada de Lavagna. Incluso, don Ramos hasta sorprendió al confesarle al paisano Majul que no le constaba que existieran episodios de corrupción.

Aunque no soy adicto a la tentación denunciativa, en una próxima carta, tío querido, le voy a detallar ciertos aspectos del filosófico flagelo de la marroquinería política.

En definitiva, y sin olvidar el rigor estético del maltrato, El Impune fue disciplinándolos a sus antiguos pares, poniéndosela a los empresarios, a los banqueros, a la gran mayoría de la prensa. Como si insólitamente pudiera reeditar, en el escenario nacional, la pestilencia gestionaria horriblemente exitosa de Santa Cruz.

Gracias a los poderes de la cajita feliz, tío querido, El Impune utilizó macabros recursos que hubieran superado, incluso, el pudor recatado del Marqués de Talleyrand.

Sobreactuó por ejemplo el amago de apoyo hacia el fervoroso oficialismo profesional de Jorge Yoma, aunque para que llegara, mansito, casi suplicante y al pie, el objetivo real, Didi Massa, movilizado por el pretexto imbatible de pagar sus sueldos en la emblemática La Rioja.

Hasta ahora, tío Plinio querido, el gobernador De la Sota es el único que se muestra reticente a la idea plausible de ofrecer, por mayores contraprestaciones de la cajita feliz, su caudalosa retaguardia.

Dicen que el Cordobés planifica su próxima revancha. El hombre no se resigna y quiere perder más, aunque ya sin los cuellos redondos en las camisas que tanto le disgustaban a tía Edelma. Como no tiene otra reelección, a De la Sota no le queda otra alternativa que amagar con proyectarse hacia la presidencia. Sin embargo, a mi criterio, tío querido, De la Sota debió haberse dado cuenta que el último tren ya pasó por su estación abandonada. Que le crecieron yuyos en los andenes y hasta levantaron el ramal.

Por lo tanto, en adelante, la efectiva cajita feliz de la persuación política decidirá atender, sin mayores remordimientos, el humorismo transversal de Juez.

Faltan apenas los pronunciamientos reelectorales del Romero que se diluye despaciosamente, como un balde de agua en el desierto.

O del Verna que desde que asumió sólo pudo verlo al Impune exclusivamente por televisión.

Y en cualquier momento llegarán los pronunciamientos reeleccionistas de los gobernadores del coro estable que no registran mayor peso en la balanza. Como Fellner, Das Neves, Insfrán. Y por supuesto también del acotado Acevedo, aquel administrador del consorcio que El Impune supo dejar para que emitiera recibos en Santa Cruz. O del severamente intrascendente Rovira, que suele deprimirse en Misiones cuando ya no encuentra a quien traicionar.

Quedan, tío Plinio querido, los simpáticos hermanitos Rodriguez Saa. Y aunque el desopilante proyecto político del "turismo aventura" está en el techo de su éxtasis, ya casi nadie ignora que San Luis se convirtió en un Estado Libre Asociado, que debería tener una representación diplomática en esta capital y viceversa.

Cuando tenga ganas y tiempo le cuento más. Nunca queme estas cartas. Y hágame el favor de decirle a tía Edelma que, si no le uso las hojas de aloe vera, es porque un amigo me mandó, desde Egipto, extracto de sándalo. Ella va a entender.

Un abrazo de su sobrino, que lo quiere.

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