Putin, o el nuevo capitalismo de Estado

Aproximación al interesante proceso político-empresarial que ocurre en Rusia, donde Vladimir Putin intenta restaurar el antiguo poder central, con aciertos y errores, mucho autoritarismo y nada de oposición.

POR ALEJANDRO DIAZ DE REYES

Los empresarios que han amenazado los planes de Vladimir Putin han sufrido las consecuencias. El primero fue Borís Berezovsky, un caso que no levantó grandes defensas en Europa ni en USA por su oscuro pasado durante el mandato de Boris Yeltsin.

Sin embargo, la detención y persecución de Vladimir Gusinsky fue la primera muestra importante de Putin de que no admitiría críticas a sus planes. Atacó al dueño de un imperio de comunicación muy crítico con su política. En Rusia sólo vale el oficialismo en los medios de comunicación.

La detención de Mijail Jodokorvski en octubre de 2003 encendió todas las alarmas en Occidente y en muchos sectores de Rusia porque se entendió como un ataque contra la libertad empresarial.

La principal causa de su arresto fue que se atrevió a desafiar al poder central intentando conseguir una mayor liberalización de la economía, buscando conexiones empresariales con empresas extranjeras.

Para los conservadores, Jodokorvsky rompió el pacto alcanzado entre los grandes empresarios y Putin en 2000 por el cual los primeros no entraban en asuntos políticos y el Presidente les garantizaba un clima propicio para los negocios.

Tanto Vladimir Putin como los 'silovikis' (la nueva clase empresarial rusa, alentada por Putin y nutrida entre ex agentes de la KGB), temieron que los planes de Jodokorvski pusieran en peligro su estrategia de gobierno. El Presidente ruso apreció en la estrategia de la petrolera Yukos una amenaza a la política energética del Kremlin.

Por otro lado, las intenciones políticas de Jodokorvski fueron las que alertaron a los 'silovikis' del Gobierno porque vieron en el empresario a un rival político de cara a las elecciones de 2008, a las que Putin no podrá presentarse.

Jodokorvski había declarado su apoyo moral y financiero a Yabloko, el partido más pro-occidentalista en Rusia.

El empresario financió a este partido y a la Unión de Fuerzas de Derechas. Los "silovikis" han presionado a Putin para que viera en estos movimientos del empresario el inicio de un político pro-occidentalista.

El principal argumento del Kremlin para arrestar al empresario no ha sido apropiarse de Yukos, sino detener sus planes políticos y económicos.

Sin embargo, es cierto que tras esta operación los empresarios más cercanos al Kremlin se han beneficiado del desmantelamiento de Yukos.

Putin tiene una idea concreta de la Rusia que desea, que coincide en muchos aspectos con el punto de vista de los 'silovikis', pero esto no significa que el líder ruso actúe sólo para favorecerlos, sino para ejecutar ese centralismo autoritario que piensa es la clave para la resurrección de su país.

La sociedad rusa, por tradición, es incapaz de alcanzar el autogobierno, y mientras requiera, como afirma Marcia Weigle, rige la guía del Estado para garantizar el orden social e introducir las estructuras de la economía de mercado, la "dictadura de la ley" de Vladimir Putin apoyada por los 'silovikis' y sin oposición liberal continuará gobernando Rusia

"Para una nación que ha estado sometida al régimen comunista y, por tanto, ha desconocido lo que era la propiedad privada durante dos generaciones, no es fácil convertirse en una economía de mercado en un plazo de quince años", asegura el experto español de política internacional, Roberto Losada.

En el entorno empresarial, la pretensión más inmediata del reelegido presidente Vladimir Putin es lograr el fin de las oligarquías privadas -tradicionalmente relacionadas con las mafias- y crear un entorno estatal que se asemeje al del resto de Europa en cuanto a las privatizaciones.

En el camino, el Gobierno ha situado a hombres de su confianza, serviciales, y la mayoría procedentes de los servicios de espionaje ruso, el famoso KGB, con el fin de proteger la estabilidad y la confianza dentro del Kremlin.

"Desde que en el año 2000 el presidente Vladimir Putin diera el primer paso afirmando que iba a cambiar las reglas del juego y que, desde ese momento, los oligarcas serían tratados como cualquier otro, hasta el último y más reciente de anunciar un plan de modificación radical del sistema político del país -es decir, la centralización del poder en el Kremlin-, el antiguo agente de la KGB no se ha desviado de su camino ni un centímetro [...]", explica Losada.

El club, la nueva clase empresarial organizada por Putin para que lo ayuden a disciplinar la sociedad es conocido como los 'silovikis' o 'chekistas', una palabra que designa a las personas dentro de los organismos de seguridad que tienen poder en el Gobierno.

De hecho la estrategia no le ha ido mal. Tras cinco años como presidente de Rusia, Vladimir Putin ha logrado centralizar el poder del país en torno al Kremlin e "imponer determinadas reformas en las instituciones que prácticamente han arrinconado cualquier resquicio de oposición", concluye Javier Granados, especialista en relaciones internacionales ruso-ucranianas.

Putin logró que en Occidente lo presentaran como un cruzado en guerra contra la mafia, y los grupos de la izquierda intelectual, que tomaron a Rusia como póster de su particular lucha contra la globalización, han tenido el mismo efecto que el apoyo occidental en la guerra contra el terrorismo en Chechenia: legitimar la concentración de poder por parte del Kremlin.

Además, sólo uno de cada diez rusos se preocupa por la democracia, la libertad o los derechos civiles. Cuando en 2001 el gobierno ordenó a las escuelas de todo el país adiestrar a los niños con tres horas semanales de entrenamiento militar, los rusos estaban encantados.

No obstante, entre liberales y 'silovikis' se ha establecido una "disputa interna para influir en la política presidencial. Esto ya ocurrió durante los mandatos de Yeltsin, que cambiaba de primer ministro liberal a conservador ininterrumpidamente.

Aunque esta lucha ha continuado durante el mandato de Putin, en este caso los vencedores han sido los 'silovikis' porque Putin no es tan manejable como su antecesor, y porque tiene una idea de poder centralizado que coincide con la de ellos.

# El ejemplo de Yukos

El primero en llegar fue Igor Sechin, asesor de Putin y encargado de desmembrar a la petrolera rusa, Yukos, ex agente de la KGB.

La principal empresa petrolífera fue creada mediante la fusión de la empresa extractora de crudo Yuganskneftegas, con tres refinerías. Fue privatizada en subasta pública como consecuencia de la crisis global que padecía el sector petrolero, pero no despertó interés entre los inversores porque era altamente deficitaria y tenía infraestructuras obsoletas y grandes deudas. Menatep, empresa creada por Mijaíl Jodorkosvki, se adjudicó el 78% de sus acciones por US$ 350 millones, aunque Mijail en verdad aportó US$ 31 millones.

Jodorkosvki arriesgó el capital de Menatep y comprometió créditos millonarios en una apuesta que le convirtió en el hombre más rico de Rusia, con una fortuna personal que se calcula en US$ 11.000 millones.

Pero todo terminó abruptamente y el 25 de octubre de 2003 Jodorkosvki ingresó en prisión acusado de una serie de delitos económicos, desde fraude hasta evasión tributaria, por los que está actualmente siendo sometido a juicio.

La deuda de Yukos con el Estado asciende a más de US$ 10.000 millones. Por ello, la intención del Gobierno es comprar la petrolera y unirla con el segundo gigante petrolífero ruso, la empresa pública Rosneft, cuyo presidente es el brazo derecho de Putin, Igor Sechin.

Si la operación llegara a finalizarse, el presidente conseguiría crear un nuevo supermonopolio sobre la industria petrolífera

Declaraciones como las realizadas por Bogdanchikov, siloviki presidente de la Rosneft: "Tres días en la prisión de Butyrke enseñarán a Khodorovsky quién es el amo", o el encarcelamiento de Gusinsiky durante varios días en una celda con presos comunes, para que vendiera sus participaciones en Media Most a la empresa Gazprom, son dos ejemplos de los métodos del gobierno Putin.

Los Khodorovsky (en prisión), Gusinsky (amedrentado) o Berezovsky (en el exilio) de Rusia eran obstáculos poderosos a la hora de lograr el confesado, conocido y repetido objetivo de Vladimir Putin: reforzar el Estado. La guerra contra Chechenia persigue exactamente lo mismo.

Desde que en 2000 Putin diera el primer paso afirmando que iba a cambiar las reglas del juego y que, desde ese momento, los oligarcas serían tratados como cualquier otro —es decir, que se acabó su influencia en el Kremlin—, hasta el último y más reciente de anunciar un plan de modificación radical del sistema político del país —es decir, la centralización del poder en el Kremlin—, el antiguo agente de la KGB no se ha desviado de su camino ni un centímetro.

No se puede ignorar que la privatización de las empresas estatales no fue muy correcta: la idea de vender participaciones a una masa de ciudadanos que desconocía por completo el funcionamiento de la economía permitió a los bancos ofertar préstamos a cambio de esas participaciones, logrando apropiarse de las empresas por precios ridículos.

Es verdad, los conocidos como "oligarcas" rusos no son ángeles. Pero tampoco son demonios, y ni siquiera son un fenómeno exclusivo de Rusia. Las compañías privatizadas, de hecho, han obtenido resultados mucho mejores que las que aún permanecen en manos del Estado o tienen gerencia estatal.

Tampoco es cierto que los oligarcas no hayan reinvertido el dinero: Pero cuando estos exitosos empresarios se adueñaron de los medios de comunicación y se atrevieron a enfrentarse al Kremlin (no hay que olvidar que Khodorovsky inició su calvario cuando denunció las tácticas de Rosneft ante el propio Putin), en ese mismo momento, se convirtieron en enemigos a batir.

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