El regreso del viejo coronel

(*) POR JULIO A. CIRINO Le llamaron el "tigre de papel", pero supo convertirse en un hombre de estado. Con volubilidad argentina, un día resolvimos colocarle en el olimpo berreta que tanto nos caracteriza y de donde nuestro dioses y semi-dioses entran y salen con pasmosa velocidad.

Un pequeño puñado de seguidores iniciaron en las brumas del pasado la marcha tras unas insólitas patillas pobladas, que juraban destinos de gloria; fueron los años jóvenes; convertidos en legión más tarde adularon al César criollo hasta extremos risibles.

Su pasividad lo condena, pero su visión realista de un futuro para el país que, sin duda, él ama, lo redime. Esto fue, esto es y lo será mientras exista, un hombre de contrastes, de carácter curiosamente amable donde el levantino se mezcla con el criollo, mixtura extrañamente cautivante.

No bajó de una nube, lo vivamos y lo aclamamos una y otra vez hasta la exageración, allí estaba el ciudadano de a pié y también encumbrados corifeos y cínicos comparsas.

Sucumbió al virus que afecta al peronismo, no pudo evitarlo, ven al poder como patrimonio ya personal, ya del partido y a quien se lo disputa, como un ladrón usurpador de lo propio. La mera idea de volver al llano resultaba inaceptable; tal y como le sucede a quien hoy se sienta con veleidades imperiales y dinásticas en el sillón del viejo Don Bernardino.

Y el público se aburrió, el show cansó a fuerza de repetido; el humor colectivo, los medios, los aciertos cada vez más escasos y las torpezas de la trouppe cada vez más insolentes.

Así llegó el final, la expulsión del olimpo subdesarrollado, de la adulación al desprecio, todo tan argentino, todo tan Vacareza.

Largo peregrinar por los tribunales de un país sin justicia; finalmente el dorado exilio trasandino, el nuevo hijo crepuscular un amor reencontrado.

Pero el viejo corcel vuelve a la batalla, no puede evitarlo, no parece lo aconsejable, pero tantas veces prima en el humano la razón de la sinrazón.

Será el último error de un estadista otoñal, no puede superar el "yo" fatídico; convertirse en prenda de unidad de millones, hacedor de reyes, arbitro reconocido, nada resulta suficiente.

La aventura va a costarle más tristezas a un país ya muy golpeado; renacerán frescos enconos apenas adormecidos, dedos acusadores, celestinas del poder trotarán nuevamente los "conventos" políticos con su innoble carga; mercenarios de la pluma y la espada pedirán su soldada; unos pocos fieles, casi como al principio, pero sin el fuego juvenil, con el cálculo frío que da la experiencia.

Más divisiones, más atomización, más generales sin ejército gesticulando en el vacío de una república que se nos muere a manos de un aprendiz de dictador, sin grandeza, sin proyecto.

Por eso querido lector, si vez al futuro...por favor, dile que mejor, no venga..........

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(*) Analista político

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