Tucumán bajo amenaza de tormentas más violentas

La violenta tormenta del domingo, que causó la muerte a 3 personas y la desaparición de un niño de 12 años, podría ser una pequeña llovizna comparada con las tempestades anunciadas para fin de mes. Tucumán es el epicentro de un meteoro que azota todo el norte del país. Ya están anunciadas lluvias para el jueves y viernes y el desborde de los ríos amenaza a la población que no deja de quejarse de la escasa reacción del municipio.

La violenta tormenta del domingo, que causó la muerte a 3 personas y la desaparición de un niño de 12 años, podría ser una pequeña llovizna comparada con las tempestades anunciadas para fin de mes.

El meteorólogo Juan Minetti explicó que Tucumán es el centro de una gigantesca tormenta que cubre a todo el norte del país, y que aún no se ha disipado.

De hecho, ya se anunciaron más lluvias para el jueves y viernes y el desborde de los ríos amenaza a la población.

El meteoro que azotó el domingo a la zona oeste de la capital y a numerosos barrios del sector metropolitano (y que dejó a 1.046 personas evacuadas) también provocó lluvias en los cerros.

Consecuencia de ello fue la furiosa crecida de los ríos de la provincia.
Los conocedores aseguran que los cursos de montaña son "traicioneros", porque crecen de golpe, sin previo aviso. Un río crecido puede alcanzar una velocidad de entre 8 y 10 metros por segundo (de 30 a 40 kilómetros por hora), según explicó el experto Franklin Adler.

La creciente del río Grande, de El Siambón, ya se llevó a Gladys Estela Morales, de 45 años, y a su hijo, Leandro González, de 5. El cuerpo del niño fue encontrado ayer a la mañana. Su mamá había aparecido el mismo domingo de la tragedia, cerca de la Quebrada de Lules.

Hasta anoche, José Daniel Fernández, de 12 años, continuaba desaparecido. El chico fue arrastrado por la correntada del río Lules, el domingo, cerca de las 20.

Por otra parte, los vecinos no dejan de quejarse de la escasa reacción del municipio. La falta de limpieza de lasa bocatormentas de la ciudad es "una lamentable costumbre".

"Además de tener que sufrir la pérdida de horas de trabajo, me tengo que bancar los bocinazos de los apurados", se quejaba Angel Peña, conductor de un viejo remis que no pudo con el agua de la bocacalle de 9 de Julio y avenida Roca.

Como todos los años, al comenzar la temporada estival y con ella las primeras tormentas de verano, los vecinos de la Capital tucumana nos enfrentamos con las calles que se anegan, con las bocatormentas que se tapan, los semáforos y los teléfonos que dejan de funcionar, con barriadas enteras que quedan aisladas por la falta de caminos o calles transitables.

"Las alcantarillas que se tapan, las cloacas que colapsan, el agua que ingresa a las casas siguen siendo unas de las características de esta ciudad", dijo Orlando Florentino.

Las quejas de los vecinos de la ciudad ya se convirtieron en una tradición que aparentemente nadie pretende desterrar.

Por otra parte, la semana pasada, el Hospital Nicolás Avellaneda no sólo tuvo que soportar algunas goteras y el anegamiento de las calles que lo rodean, sino que también sufrió una potente descarga como consecuencia de un rayo. El pararrayo del nosocomio recibió el voltaje, pero tuvo tanta fuerza que pese a ello hubo serios problemas en las instalaciones eléctricas, llegando incluso a quemar un generador propio.

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