"Un mudo no puede celebrar la misa"

El futuro de Juan Pablo II está en la mira del mundo entero. Luego de la bendición que dio desde el hospital Gemelli comenzó a plantearse la posibilidad de su renuncia. El desencadenante fue la voz ronca y apenas inteligible del Papa que advirtió sobre una posible pérdida del habla. Las perspectivas de que el Papa pierda la voz ya fueron analizadas en octubre de 2003, cuando sus condiciones físicas se deterioraron a los ojos del mundo e inclusive importantes cardenales analizaron el caso, entre ellos el argentino Jorge Mejía, entonces archivista del Vaticano. Mejía, compañero de estudios de Juan Pablo II, sostenía que el Papa estaba dispuesto a abdicar si perdía el uso de la palabra, y que había dado instrucciones en ese sentido. "Un mudo no puede celebrar la misa", aseguró Mejía.

Nuevas interrogantes se abrieron sobre el futuro del papado de Juan Pablo II. La voz ronca y apenas inteligible con la que el Pontífice dio la bendición desde el hospital Gemelli planteó la inquietud de qué pasaría si el Papa pierde la voz.

En este contexto, los periodistas consultaron al secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, sobre una eventual renuncia del Papa, a lo que el prelado respondió: "Hay que dejar a la conciencia del Papa" esa posibilidad.

"Tenemos que tener confianza en él porque sabe lo que se debe hacer", afirmó el purpurado antes de confirmar que el Papa está en condiciones de seguir guiando a la Iglesia Católica.

El Papa, internado desde la noche del pasado martes por problemas respiratorios derivados de una laringitis aguda, tendrá que permanecer en el hospital al menos hasta este jueves, anunció por su parte, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

Pero la principal preocupación que recorre los pasillos vaticanos es qué ocurre si el Papa no puede hablar, ya que una situación así desencadena una serie de problemas litúrgicos y canónicos.

"Así como tuvo que dejar de caminar por la enfermedad, así le va a tocar con la articulación de las palabras", escribió el vaticanista del diario "Il Messaggero" Orazio Petrosillo, quien ilustra en su artículo cómo la enfermedad de Parkinson, "que padece desde hace 13 años", sostiene, lo ha convertido gradualmente en un discapacitado.

Médicos y especialistas consultados por la prensa italiana coinciden en subrayar que la evolución de la enfermedad prevé que se debilite el sistema respiratorio así como la laringe, la garganta y las cuerdas vocales.

"De la enfermedad de Parkinson nadie se cura, sólo puede frenarse, lo que conlleva una serie de riesgos, como los que se vieron estos días", afirmó el doctor Corrado Manni, el anestesista del Pontífice.

Las perspectivas de que el Papa pierda la voz ya fueron analizadas en octubre de 2003, cuando sus condiciones físicas se deterioraron a los ojos del mundo e inclusive importantes cardenales analizaron el caso, entre ellos el argentino Jorge Mejía, entonces archivista del Vaticano.

Mejía, compañero de estudios de Juan Pablo II, sostenía que el Papa estaba dispuesto a abdicar si perdía el uso de la palabra, y que había dado instrucciones en ese sentido.

"Un mudo no puede celebrar la misa", aseguró Mejía.

El cardenal italiano Mario Francesco Pompedda, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, experto en asuntos canónicos, aseguró que la salida es que el Papa se comunique por escrito.

En la historia de la Iglesia, pocos Sumos Pontífices han renunciado: uno de los más célebres fue Benito IX, elegido en 1033, quien dimitió en 1045. Reelegido en el cónclave de 1047, volvió a renunciar en 1048.

El monje Pietro da Morrone, Papa Celestino V, renunció en 1294, cuatro meses después de su elección, disgustado por las intrigas de la curia romana.

El último Papa que renunció fue Gregorio XII (1406-1415).

El Código de Derecho Canónico establece que para que la renuncia del Papa sea válida es necesario que sea libre y se manifieste formalmente. Pero, precisa, ésta no puede ser aceptada por nadie, "dado que (el Papa) no tiene un superior en la Tierra".

La legislación subraya que los dos modos previstos para el cambio en la cabeza de la Iglesia son el fallecimiento o la renuncia del Papa.

Asimismo, agrega que "una vez hecha la renuncia y manifestada, en el modo que sea, a la Iglesia por el Romano Pontífice queda vacante (la sede pontificia) y no puede volverse atrás".

Una vez la Sede Apostólica está vacante se procede a la convocatoria de un cónclave para elegir al nuevo Papa.

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