Barack for President: La movilidad social no muere en USA, sí en la Argentina

Recuerde este nombre: Barack Obama, senador Demócrata-Illinois en USA, y presidenciable multirracial, de quien hablan todas las minorías, por representar algo que la Argentina está perdiendo, peligrosamente: la movilidad social. Es curioso: la Argentina pierde la movilidad social a manos del PJ, que nació promoviéndola. En USA el sistema se autopreserva permitiendo que no se corte esa movilidad.

Si algo dejó en claro el año electoral fue su capacidad para mover masas, la misma virtud por la que Bill Clinton aún despierta nostalgia en las toldas demócratas y precisamente, una de las carencias que le achacaron a John Kerry durante la campaña presidencial. No en vano, en Amazon.com Dreams of my father (Sueños de mi padre), las memorias de Obama, se ofrecen empaquetadas con Mi life (Mi vida), la biografía del popular ex presidente.

Una historia singular

La vida de Obama es una inspiradora e inusual versión del sueño americano. "Estoy parado aquí y sé que mi historia es parte de la más larga historia de América, que tengo una deuda con todos aquellos que me precedieron y que en ningún otro país de la tierra mi historia es siquiera posible", aseguró en julio del año pasado durante el discurso de apertura de la convención demócrata que lo catapultó a la fama. No le faltaba razón.

Obama personifica la multiculturalidad de los Estados Unidos. Sus padres, un emigrante keniano y una mujer blanca de Kansas, se conocieron en Hawai, donde nació Barack. Su padre los dejó para perseguir una beca de economía en Harvard y después regresar solo a Kenia para trabajar con el gobierno.

El segundo matrimonio de su madre, con un administrador de petróleos indonesio, los llevó a vivir en Jakarta cuando tenía 6 años. Allí, el niño flacuchento con nombre raro era un protestante que asistía a una escuela católica en el país musulmán más poblado del mundo.

Después de cuatro años regresó a Honolulu. Allí fue criado por sus abuelos y asistió a la mejor escuela de Hawai. Su padre le escribía regularmente, pero sólo lo visitó en una ocasión. Obama creció como un niño afroamericano en el estado más apartado del país, pero los únicos familiares que conocía eran blancos provenientes del corazón de Norteamérica.

Después de vivir algún tiempo en Los Ángeles, estudió ciencia política en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Embriagado de idealismo político, se dedicó al trabajo comunitario durante varios años en Chicago y después estudió derecho en Harvard. En el campus de Boston adquirió notoriedad pública cuando se convirtió en el primer presidente afroamericano del Harvard Law Review, la prestigiosa revista de derecho.

Precisamente por esa fama se le ofreció el trato editorial para escribir Dreams of my father en 1995, una odisea emocional en busca de sus raíces cuyo clímax se desarrolla en la parte rural de Kenya, de donde era originario su padre. Entre otras curiosidades, en el libro, que escribió cuando aún no era un político, admite haber consumido marihuana y cocaína en su juventud, algo que dado el moralismo del electorado estadounidense se puede volver su talón de Aquiles.

Después de graduarse con honores fue tentado por alguna de las firmas de abogados más opulentas del país. Pero él prefirió convertirse en defensor de los derechos civiles de las minorías en Chicago.

También empezó a enseñar derecho constitucional en la universidad de esa ciudad, algo que nunca interrumpió y que, según ha dicho en varias entrevistas, lo mantiene "en forma", pues tiene que enfrentar permanentemente preguntas sobre temas clave como el aborto o los derechos de los gays.

Con esa singular biografía, que para algunos es su principal fortaleza, sus vivencias le dan una perspectiva privilegiada sobre los principales retos que afronta la superpotencia mundial, como el problema de la diversidad racial o el fundamentalismo musulmán. Él lo sabe, y en el discurso de la convención demócrata recordó su propia historia en varios pasajes.

El fenómeno político

La carrera política de Obama comenzó hace 8 años, cuando se lanzó como diputado por un distrito del sur de Chicago, que incluía el área del campus de la universidad, pero también algunos de los ghettos más pobres de la ciudad. Allí se distinguió por su defensa de políticas encaminadas hacia una mayor justicia social, que también fueron las banderas de su campaña al Senado.

En las primarias demócratas, que disputó contra otros seis candidatos, capturó más de la mitad de los votos, un presagio de lo que se venía.

En las elecciones del 2 de noviembre, Obama ganó un asiento en el Senado, donde representa al estado de Illinois y es el tercer afroamericano que ha llegado al exclusivo club. Pero lo que más impresiona es la abrumadora votación con la que se impuso en las urnas: 70 por ciento de los votos.

Los reporteros que cubrieron su campaña se asombraban de cómo Obama cruzaba las líneas ideológicas, de color y de clase para seducir a todo tipo de votantes. No sólo entre las minorías, las comunidades negras o los blancos liberales de las ciudades sino también entre los votantes rurales y de los condados predominantemente blancos. De ahí que se diga que es un político liberal capaz de hacer el milagro de incidir tanto en la población negra como en la Norteamérica profunda y conservadora.

El mismo Obama atribuye su facilidad para conectarse con los votantes blancos del campo y de las pequeñas ciudades a que ellos son como sus abuelos. "Sus modales, su sensibilidad, su sentido del bien y el mal... todo es totalmente familiar para mí", aseguró en un reportaje de The New Yorker.

"Su discurso es muy articulado. Se puede relacionar fácilmente con las personas, en su propio lenguaje, bien sean habitantes de las zonas más pobres del sur de Chicago o académicos del más alto nivel", dijo a la revista Semana, Salim Muwakkil, columnista del Chicago Tribune que ha cubierto su carrera.

Su poderosa oratoria es otro de sus puntos fuertes. Le atribuyen algunos de los mejores discursos en contra de la guerra en Irak, a la que se opuso desde el principio.

En el país de su padre, el ascenso de Obama no ha pasado inadvertido. En el poblado de Nyangoma Kogalo, en la provincia de Nyanza, a donde llegó en 1987 en busca de material para su autobiografía, las elecciones fueron seguidas de cerca e incluso una cerveza local llamada Senador fue bautizada popularmente Obama.

El futuro

Quienes lo quieren ver como candidato presidencial tendrán que esperar todavía algún tiempo. Ya descartó lanzarse para las próximas elecciones, pero muchos lo dan como un fijo para 2012 ó 2016, cuando tendrá por lo menos ocho años como senador a cuestas.

Las expectativas que pesan sobre sus hombros, desde ya, son inmensas. Obama ha dicho que su prioridad será promover el seguro de salud para los pobres. Por supuesto, los retos que tiene que enfrentar ahora son mayores que los que enfrentó en la asamblea de su estado.

"En el Senado hay mayor oposición a las políticas progresistas. Pero él llega en un tremendo momento, con una sobrecogedora victoria y mejor armado que la mayoría de los 'novatos", explica el periodista Muwakkil.

En enero se estrenó en el Senado y ya participó en las votaciones para ratificar dos polémicos nombramientos de la administración Bush: el fiscal general Alberto Gonzales y Condolleeza Rice, la primera secretaria de Estado de raza negra. "Todavía es muy temprano para hacer un balance. Votó en contra de Gonzales, pero no de Condolleeza, posiblemente porque es una figura histórica. Obama está tratando de escoger sus batallas", dice Muwakkil.

Cuando, en plena campaña, su contendor envió un camarógrafo a seguirlo todo el tiempo como si fuera un paparazzi para confirmar la coherencia de su discurso, Obama le bajó el tono a la controversia al afirmar que "todos saben que la política es un deporte de contacto". Sin ninguna entrada desleal de por medio, todo está dado para que él sea uno de los mejores competidores.

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