Santiago: Un trago amargo en la Rosada

Perder Santiago del Estero, una provincia que históricamente pertenece al peronismo, en manos de los radicales fue un duro golpe que debió atravesar ayer la Casa Rosada. Será difícil para Néstor Kirchner recomponerse del primer traspié en un 2005 electoral.

Luego de la victoria del radicalismo en Santiago del Estero, provincia que había sido intervenida por el Gobierno de Néstor Kirchner, se plantean varias incógnitas dentro de la administración nacional.

La primera es como superar el primer traspié en un año electoral como lo es el 2005.

A continuación, U24 le acerca la nota de La Nueva Provincia donde relata lo vivido "puertas adentro" de la Rosada en la "trágica" jornada de ayer:

La Casa Rosada fue un hervidero ayer por la mañana, apenas Néstor Kirchner se aposentó en su despacho. Hubo cerrados análisis de lo ocurrido en Santiago del Estero y no faltaron explicaciones de ocasión, algunas de ellas verdaderamente insólitas, para pretender explicar lo inexplicable: que la derrota del justicialismo en esa provincia no lo roza al santacruceño.

En verdad fue el primer gran traspié de Kirchner en un año electoral clave como el que se inicia. El presidente jugó a casi todo su gabinete en apoyo del candidato derrotado, José Figueroa, y regó de cuantiosos fondos nacionales el territorio santiagueño en las últimas semanas de la campaña electoral. Y hasta incurrió en la vieja práctica, que tanto rechaza el mandatario, de pretender influir en la voluntad del electorado con encuestas de dudoso origen y confiabilidad que hablaban de un "empate técnico" que se hizo trizas contra la realidad que emergió de las urnas.

El llamativo silencio de radio de las primeras espadas del gobierno luego de conocerse la contundente victoria del radical Gerardo Zamora es todo un signo de cómo golpeó en el gobierno central la derrota de Figueroa, que tiene un componente igualmente doloroso para la Casa Rosada: se perdió a manos del radicalismo una provincia histórica del peronismo.

Ayer se ensayaban algunas explicaciones de tono reservado en despachos del ministerio del Interior, donde le apuntan toda la artillería al fracaso de la intervención que Kirchner puso en manos de Pablo Lanusse, que evidentemente no logró prender en la sociedad santiagueña pese a los fuertes auxilios económicos que recibió desde la Nación.

Las visitas de Alberto y Aníbal Fernández, de Alicia Kirchner, y hasta de Daniel Scioli, a una sociedad hastiada del prebendismo político, más la candidatura de un dirigente como Figueroa, al que el electorado santiagueño identifica con la vieja política que los gobernó cincuenta años, fueron factores que terminaron jugando en contra.

Sostenían también -datos de muy difícil comprobación- que Figueroa terminó derrotado porque Carlos Arturo Juárez, el nonagenario caudillo santiagueño caído en desgracia luego de ser aliado de Kirchner para derrotar a Carlos Menem en 2003, mandó a sus seguidores a votar por Zamora.

Y hasta aseguraban los confidentes que probablemente la prédica de Menem hacia sus seguidores en Santiago del Estero haya encaminado también alguna porción de votos justicialistas menemistas hacia las arcas del radical. No parece quedar al margen de esas especulaciones la presencia en los últimos días en territorio provincial de Julio César Aráoz, estrecho aliado de Menem y uno de sus actuales hombres de consulta.

Nadie reconoce ahora que en verdad las encuestas más serias que se realizaron durante la campaña electoral -no las que mandó confeccionar de apuro el kirchnerismo en la recta final- siempre le dieron a Zamora una ventaja de entre siete y diez puntos sobre sus rivales peronistas.

En el gobierno se lamentaban ayer de no haber seguido oportunamente los consejos de Aníbal Fernández -que advertía los problemas que Lanusse tenía para enamorar a los santiagueños- de no haber explorado en los comienzos las chances de algún entendimiento con el propio Zamora. Se privilegió en cambio la estrategia del presidente de impulsar la candidatura de Figueroa, un estrecho aliado de Menem en los noventa, como que fue su último ministro de Desarrollo Social y autor de aquel "Tren de la Alegría" que recorrió Santiago repartiendo subsidios a favor de la candidatura presidencial del riojano.

"Ganó la democracia", era la frase de circunstancia que se escuchaba en algunos despachos oficiales para digerir una derrota que a todas luces salpica al gobierno central y al presidente en particular. Se consolaban además escuchando al triunfante Zamora, que prometió que trabajará "junto al gobierno nacional", y de ningún modo "contra Kirchner".

La realidad de los hechos parece inmodificable, muy a pesar de los esperados intentos del kirchnerismo por despegar a su jefe de las consecuencias, y de las responsabilidades, del primer gran traspié en las urnas de la Casa Rosada en un año electoral clave como el que se ha iniciado en Santiago del Estero y que culminará con las legislativas de octubre.

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