Rumor: Rato podría dejar el FMI para enfrentar al abúlico Aznar

José María Aznar fue el responsable de la derrota del PP español el 14 de marzo de 2004. Es verdad que ocurrió la masacre en Atocha, un imponderable. Pero Aznar había encumbrado al tope del PP a un aburrido hombre de la derecha clerical, Mariano Rajoy, en vez de un creativo hombre de la derecha liberal, Rodrigo Rato, quien se marchó al FMI. Pero si Aznar intenta seguir conduciendo el PP, Rato se larga de Washington DC para dar pelea en Madrid. Al menos es lo que dicen fuentes muy confiables españolas como El Confidencial, de Jesús Cacho, que conoce a Rato como pocos:

En contra de lo que las lenguas de doble filo podrían sugerir, Rodrigo Rato Figaredo está contento en Washington. Contento y sumamente honrado con un puesto de tanto tronío como el de director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Se ha llevado a su chica, con la que está feliz, y recibe con cierta frecuencia la visita de sus hijos.

Pero este contento, esta felicidad irrefutable, admite a continuación matizaciones importantes que hacen que su figura y significación en la vida política española siga siendo un asunto de gran interés.

La primera matización es que nuestro hombre se aburre como una ostra. Y no sólo porque Washington no es Sevilla, ni siquiera el Gijón umbrío de las Asturias de Oviedo, sino porque las tareas a las que debe hacer frente son, salvo contadas excepciones, pura rutina, empezando por ese comité de riesgos que debe presidir todos los lunes, y que consiste en sentarse a la cabecera de una larga mesa de reuniones, y escuchar aburridos informes sobre niveles de renta de países a los que habría que conceder un crédito.

¿A quién le puede divertir presidir un comité de riesgos? Ni al más ambicioso ejecutivo de banca. De modo que don Rodrigo se dedica a bostezar y hablar por teléfono con su blackberry, incluso abandona la sala para charlotear a gusto. ¿Su mesa de trabajo? Algo parecido a un desierto, donde es más difícil encontrar un papel que un oasis.

¿Qué es lo que le gusta a Rato? Pues viajar a Argentina con su estatus de primer ministro para plantarle cara a Kirchner, por ejemplo, o visitar a jefes de Estado, o asistir a cumbres... Pero ese no es trabajo que el FMI ofrezca todos los días. Al contrario, lo que el FMI da a raudales es burocracia en estado puro, lo que explica que el español haya ido delegando cada vez más trabajo rutinario en su segunda, la señora Anne Krueger.

Esa actitud, pelín pasota, del español ha provocado algunos comentarios sorprendidos y poco amables de americanos y británicos, comentarios que habrían llegado ya a los predios del Gobierno Zapatero, que se ha apresurado a ponerlos en circulación por las Españas.

Don Rodrigo ya sabía lo que le esperaba. Ya sabía que el cargo lleva implícito mucho oropel, pero también toneladas de aburrimiento. Por eso se llevó a su lado al fiel Juan Costa, ex ministro de nadie sabe qué en la era Aznar, para que le acompañara, le distrajera o, al menos, le impidiera deprimirse.

De ahí las frecuentes comidas que el dúo Rato-Costa comparten con algunos ex altos funcionarios del Gobierno Aznar que ahora trabajan en Washington.

Y ¿de qué habla Rato con sus antiguos subordinados? Pues de España, naturalmente, de la situación política española, en general, y del Partido Popular, en particular. Cábalas sin fin sobre lo duro que resulta la oposición, el mood de Mariano Rajoy, la baja calidad de buena parte del Gobierno Zapatero, y las posibilidades que la derecha tiene de volver algún día al poder.

Rato sostiene en sus tertulias con su claque española que sólo volvería a la política activa si las gentes del PP se lo pidieran. Volvería, por ejemplo, si Rajoy acabara tirando al toalla o si, como algunos temen a uno y otro lado del Atlántico, Eduardo Zaplana -a quien el ex vicepresidente no tiene en muy alta estima-, con el respaldo implícito o expreso de José María Aznar, se postulara para hacerse con la jefatura del partido.

Porque, en ese caso, Rodrigo Rato volvería con todas las consecuencias, dispuesto a enterrar definitivamente la figura de Aznar en el desván del PP y a optar a la presidencia del partido, dispuesto, en fin, a convertirse en ese candidato a la presidencia del Gobierno por la derecha que Aznar le negó.

Pero eso, claro está, nunca antes de que se cumplan dos años de ejercicio del cargo de director del FMI, el tiempo necesario para consolidar su pensión de un millón de dólares que, como jefazo de la institución, le corresponderá de por vida cuando lo deje.

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