Privatización: La palabra más prohibida de los sectores estratégicos chinos

Las privatizaciones en China son palabra prohibida. En cambio, se usa la expresión "management buyout", que es la compra de una participación mayoritaria por parte de la gerencia de la compañía. A continuación, Richard McGregor, del Finantial Times, explica a través de un artículo publicado por ese medio cómo se enfriaron los esfuerzos de privatización chinos después de que Pekín el mes pasado anunció que las empresas estatales grandes no podrán ser adquiridas por su propio management.

A la declaración realizada por la Comisión de Supervisión y Administración de Activos Estatales (CSAAE) le siguió una campaña de alto perfil en los medios que denunciaba que los activos estaban siendo adquiridos por los gerentes a precios baratos y en circunstancias corruptas.

La fuerza de la campaña tomó por sorpresa a las autoridades, quienes respondieron como habitualmente lo hace China cuando enfrenta un problema –cierran totalmente el proceso.

Pero la prohibición de los denominados management buyouts es sólo una parada en esta ruta de continuas ventas de activos del gobierno, aseguran los analistas de Pekín, quienes dicen que el proceso es inevitable.

Hace tiempo que la privatización es una reforma económica que en China no se llama por su nombre. La palabra está mayormente prohibida en los medios de prensa oficiales porque es incorrecta ideológicamente en un país nominalmente comunista.

En su lugar, el gobierno habla de management buyouts (aunque a veces a los trabajadores también se le asignan acciones), o del crecimiento del "sector no estatal".

China durante tiempo se autoelogió por manejar la transición del marxismo a la economía de mercado mejor que la ex Unión Soviética, donde los activos estatales más valiosos fueron adquiridos baratos por los denominados "oligarcas" a principios de los noventa.

Pero China ha acumulado créditos incobrables en el sistema bancario, que otorga préstamos para mantener a flote muchas empresas estatales deficitarias.

sin embargo, pese a su aversión a la palabra "privatización", las autoridades hace tiempo que la autorizaron en la práctica, bajo la política "mantener las grandes y dejar ir las chicas".

El aforismo refleja la política del gobierno de retener las empresas estatales grandes que operan en sectores considerados estratégicos, como petróleo y telecomunicaciones, pero permitir la venta de las más chicas que son un pérdida de recursos locales.

El proceso hasta ahora tuvo cierto éxito. De las tres millones de empresas privadas registradas que operan en China, 550.000 o casi 20%, estuvieron anteriormente en manos del Estado, según un estudio del gobierno elaborado en febrero.

La industria textil, que en un momento estaba casi completamente controlada por el gobierno, ahora se encuentra bajo el dominio de firmas privadas.

Pero no fue fácil definir qué compañías son grandes y estratégicas, y deben retenerse, y cuáles son chicas y pueden venderse al sector privado.

La CASAAE en Pekín controla 178 empresas que pueden vender a inversores privados únicamente participaciones minoritarias.

Presionada por la campaña en contra de los management buyouts, la comisión hace poco ordenó a sus oficinas satélite fuera de Pekín que declaren que muchas otras firmas no pertenecientes a ese grupo de 178 también son estatales.

En pleno debate sobre los management buyouts a fines del año pasado, la comisión repentinamente determinó que Haier, un fabricante de electrodomésticos y una de las marcas más conocidas de China, era del Estado.

Están quienes admiten que algunos management buyouts han sido corruptos. "China tiene muy pocas personas capaces de tomar decisiones y manejar personal en una economía de mercado", señaló Zhou Qiren, de la Pekin University.

China también tiene pocos entes reguladores para determinar si los gerentes están pagando un precio justo por las acciones; ni cuenta con un sistema legal para resolver las disputas sobre la titularidad de las acciones.

"El resultado del debate sobre los management buyouts es que toda la privatización ha sido manchada con corrupción. Pero esa conclusión no es la correcta", dijo Stephen Green economista de Standard Chartered en Shanghai.

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