Del FMI a la Argentina: "Consejos inútiles"

Es de prever que la Argentina siga haciendo de conejillo de Indias en un laboratorio económico manejado por políticos resueltos a sorprender al resto del mundo. A continuación, el editorial del diario Río Negro:

El FMI, acaso harto de verse constreñido a guardar un silencio respetuoso toda vez que el presidente Néstor Kirchner lo acusa de ser el autor principal de las desgracias económicas del país, acaba de difundir a través de un informe la convicción de sus directores de que, a menos que el gobierno aproveche el momento favorable actual, el rebote que siguió al colapso del 2001 y 2002 no tardará en agotarse.

También se dio el lujo peligroso de ofrecerle algunos consejos. El FMI le advierte que sin un aumento de las tarifas la situación de los servicios públicos no es sostenible, se preocupa por la propensión de las provincias a endeudarse y se queja por la ausencia de un "plan económico" coherente.

Con toda seguridad quisiera que Kirchner dejara de maltratar a los empresarios, costumbre que por cierto no cae bien entre los inversores, aunque se limitó a hablarle de la importancia de fomentar un buen "clima de negocios".

Tales planteos, y otros de naturaleza más técnica, son razonables, pero no es muy probable que Kirchner se digne a tomarlos en serio. Para comenzar, supone que reconciliarse con el FMI le resultaría políticamente demasiado costoso. Asimismo, como Roberto Lavagna, creerá que el gobierno sí tiene un "plan" coherente, pero que los burócratas del Fondo, esclavos ellos de la desacreditada ortodoxia neoliberal que tantos perjuicios nos ha causado, serían incapaces de entenderlo.

Bien que mal, el resultado de la polémica entre los partidarios de nuestras tradiciones económicas y el FMI, institución que refleja fielmente el pensamiento de los gobiernos de los países más ricos del mundo, no dependerá de las razones esgrimidas por ambos lados sino por lo que efectivamente suceda en los próximos años.

Aunque el gobierno de Kirchner ha manejado las cuentas públicas con mayor rigor que otros presidentes, también se ha comprometido, con su "dureza" rutinaria, con una actitud muy agresiva frente a los acreedores, los empresarios y, huelga decirlo, el FMI.

Por su parte, esta institución multilateral sencillamente no puede decidir transformarse en una usina de heterodoxia neopopulista, aceptando, con la humildad correspondiente, que cuando de la economía se trata siempre tuvieron razón los peronistas o, por lo menos, los que en la actualidad militan en el kirchnerismo. Por lo tanto, es de prever que la Argentina continúe cumpliendo el papel de conejillo de Indias en una especie de laboratorio económico manejado por políticos resueltos a sorprender al resto del mundo.

¿Lograrán hacerlo? Es poco probable. Ya hemos probado suerte con políticas muy similares a las impulsadas por Lavagna que se basan en un peso barato y la sustitución consiguiente de las importaciones, una estrategia que a la larga nos resultó desastrosa. Aunque el nacionalismo "industrializador" así supuesto cuenta con el apoyo lógico de los empresarios beneficiados, siempre ha servido para ampliar todavía más la brecha que nos separa de los países adelantados.

De todos modos, al gobierno ya le está resultando tan difícil impedir que el peso se aproxime a su valor de mercado de un poco más de dos frente al dólar estadounidense que se ha sentido obligado a mantener a raya no sólo a los "especuladores" extranjeros sino también a aquellos residentes que por algún motivo quisieran repatriar dinero depositado en el exterior.

Aunque parecería que la inflación está bajo control nuevamente, podría volver en cualquier momento. Tarde o temprano, las condiciones internacionales dejarán de sernos tan insólitamente benignas como han sido desde poco antes del inicio de la gestión de Kirchner, motivo por el que es riesgoso dar por sentado que la economía mundial ya no se verá agitada por más barquinazos.

Más preocupante aún es el volumen reducido de inversiones, que tendría que aumentar mucho para que el país siguiera creciendo a un ritmo suficiente como para permitirle bajar los índices escandalosos de pobreza e indigencia. Atraerlas no será fácil para un gobierno como el de Kirchner: aun cuando el presidente y sus laderos optaran por moderar su retórica, tendrían que tomar las muchas medidas necesarias para que la Argentina sea un país en el que las palabras "seguridad jurídica" aludirían a algo más que una abstracción acaso deseable pero por una multitud de razones totalmente inalcanzable.

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