Carta abierta a Tabaré Vázquez

A continuación se reproduce una carta abierta al presidente uruguayo Tabaré Vázquez escrita por Gustavo Hernández Baratta, director de http://www.elplata.info/, donde se publica la misiva.

Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay
Dr. Tabaré Vázquez

De mi consideración;

En mi carácter de ciudadano de a pié me dirijo a Usted a efectos se sirva aclararme que responsabilidad tengo yo sobre los hechos que derivaron en el golpe de estado de 1973 y en aquellos que ocurrieron como consecuencia de éste. De momento en que Usted ha expresado que "todos somos responsables" y no ha limitado el todos a grupo particular asumo que se refiere usted a todos los uruguayos y por tanto me siento directamente aludido y acusado de una responsabilidad que creo no tener.

Soy parte de los dos millones trescientos mil uruguayos que en 1973 o no habían nacido o teníamos menos de 18 años, en mi caso, Señor Presidente, yo tenía seis. ¿Qué responsabilidad podemos tener los que hoy conformamos más del 67% de la población del país?

Usted nos hace coparticipes a nosotros, señor. A los que aún no habían nacido, a los que recién comenzábamos a aprender a leer y escribir, a los que ni siquiera sabían lo que estaba ocurriendo más allá de sus narices, a los que la ley catalogaba entonces como menores inimputables.

Para usted, señor, somos tan responsables como su hermano, que mientras yo dejaba el chupete el ya "iba de caño", que cuando yo hacía palotes el molía a palos al señor Molaguero.

Para usted, señor, somos todos responsables como su ministro de Ganadería, que mientras mi hermano menor usaba pañales, el conspiraba contra las autoridades legítimamente constituídas, que cuando el aprendía a decir ajó el mataba gente.

No todos somos responsables, señor presidente. Y si Usted cree lo contrario dígame como hice yo para serlo. Si no puede justificarse, y no podrá, entonces comience por eliminar de su lista de culpables al 70% de la población. Yo ya lo he hecho.

Concentrémonos entonces en el otro 30%. Y que responsabilidad pueden tener mis abuelos, ya fallecidos todos, de los hechos que ellos vivieron como simples uruguayos.

Usted ofende la memoria de mis muertos, señor presidente. Mis abuelos paternos fueron pacíficos y abnegados laburantes que dedicaron toda su vida –desde muy jóvenes y hasta casi sus muertes– a trabajar, a criar a los hijos, a superar la pobreza con tesón y dignidad. Son responsables de haberle dado educación a sus hijos (curiosamente todos votantes suyos, Señor Presidente), responsables de haberlos hecho gente pacífica, de bien, limpios de toda culpa y mancha. Qué responsabilidad pudo haber tenido mi pobre abuela maestra de escuela de toda la vida, que se jubiló cuando ya ninguna prórroga le quedaba por pedir, que dedicó sus energías a enseñar a leer, escribir, sumar y restar a niños de seis años (fue casi toda su carrera maestra de primero). Ellos no pusieron bombas, tampoco le pudrieron la cabeza a nadie. Ellos se comportaron como se suponía que debía comportarse un uruguayo promedio: trabajar, progresar como se podía, ejercer la ciudadanía y confiar en el sistema.

¿Esa es su responsabilidad, Dr. Vazquez? ¿Son responsables por haber creido en el Uruguay, por haber creido en la democracia mientras algunos de sus colaboradores y parientes que ya no creían en ella atentaban contra la pacífica convivencia ciudadana sumergiéndonos a todos en la vorágine de la violencia y llevándonos derecho hacia nuestra más oscura época? No, doctor, ni ellos, ni centenas de miles de uruguayos ya viejos o muertos tienen nada que ver con lo que pasó después.

Usted nos culpa a todos para exculpar a los suyos. Usted nos acusa a todos, pero no fuimos todos. No fuimos todos los que nos enloquecimos cegados por ideas tan asesinas como suicidas. No fuimos todos los que sembramos vientos. Aunque es cierto Doctor, fuimos todos los que cosechamos las tempestades.

Mi familia, señor presidente, yo mismo, merecemos su disculpa. Así como el señor Molaguero merece la disculpa de su hermano Jorge, así como todos los uruguayos merecemos las disculpas de los que usurpando nuestro nombre nos condenaron a la violencia; así como todos los uruguayos merecemos las disculpas de los que en nombre de la Patria y de nuestros valores democráticos nos privaron de la libertad durante 13 largos años y confundieron la legítima defensa con el avasallamiento de los derechos fundamentales de las personas.

Pero tampoco de eso soy, señor Presidente, culpable.

Atentamente,

Gustavo Hernández Baratta

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