Judith Miller no es una periodista ejemplar, ni el 'New York Times' la Meca del periodismo

En el escándalos sobre difusión de la fuente, terminaron ganando los enemigos de la libertad de expresión porque el afán publicitario de Judith Miller, sus ganas de tener su bestseller en las librerías y soñar con la TV, parece haber impulsado lo que ella le presentó a todos como el ejercicio de su profesión. Luego, ya son varios errores los que acumula el 'The New York Times' como para presumir de diario modelo...

Bill Keller, director de 'The New York Times', acusó a Judith Miller de haber "engañado" al periódico, sobre sus pactos con uno de los asesores del vicepresidente Richard Cheney.

El abogado de la reportera afirmó que los jefes del Times "animaron" a la periodista a negarse a declarar en el juicio por la filtración del nombre de un agente de la CIA y cuando Miller fue a parar a la cárcel, le dijeron que tendría que dejar su puesto de trabajo si no hacía una "confesión personal".

Keller explicó que si hubiera sabido los detalles del "embrollo" que se traían Miller y Lewis 'Scooter' Libby -el jefe de gabinete de Cheney- "hubieramos sido más precavidos sobre la forma de montar su defensa y quizá hubieramos hecho otras cosas".

El tema está sobre el tapete.

Tarde, pero con una llamativa dosis de sinceridad, el diario 'The New York Times' dedicó casi 6.000 palabras de su edición dominical hace 1 semana, a intentar explicar el controvertido papel de Judith Miller, en el caso de la espía delatada como parte de una supuesta 'vendetta' política de la Administración Bush.

Tras pasar 85 días en la cárcel por negarse a declarar en las pesquisas dirigidas por el fiscal especial Patrick Fitzgerald, el heroísmo a favor de la libertad de expresión atribuido a esta reportera, no es precisamente compartido por sus propios jefes y compañeros.

Judith Miller se ha tomado un descanso laboral para escribir un rentable libro sobre su odisea, insiste en que el 'The New York Times' debe "estar orgulloso por todo y no tiene nada de lo que disculparse".

Pero el propio director del diario, sin embargo, se lamentade que el caso no haya tenido un trasfondo positivo desde el comienzo y del "bagaje público»" acumulado por Miller.

La directora adjunta Jill Abramson también reconoció que no existe absolutamente nada positivo en la forma en que el gran periódico de referencia de USA ha manejado todo este caso.

Dentro de este ejercicio de autocrítica, similar al publicado tras el escándalo de periodismo-ficción protagonizado por el redactor Jayson Blair, el propio 'The New York Times' reconoció que Judith Miller es una "figura divisiva" en la redacción, con notorio afán de protagonismo y reputación de mala compañera.

El diario también admite que la reputación de Miller se vio desmoronada con sus informaciones sobre armas de destrucción masiva en Irak.

El responsable de la sección Internacional en ese momento, Roger Cohen, llegó a declarar que expresó personalmente a Miller el malestar por la falta de veracidad de su trabajo pero, en lugar de asumir responsabilidades, ella culpó a sus fuentes.

En su oportunidad para explicar su testimonio ante el jurado de acusación, cuyo mandato terminará el próximo 28 de octubre, Judith Miller indicó que el fiscal Fitzgerald le interrogó específicamente sobre si el propio vicepresidente Cheney estaba al tanto o había dado luz verde a su jefe de Gabinete, Lewis Libby, para identificar a la esposa del embajador Joseph Wilson —quien públicamente crítico con los argumentos utilizados por la Administración Bush para invadir Irak— como una agente de la CIA.

Judith Miller explicó que en las notas que tomó durante una entrevista con Libby, en julio de 2003, apareció el nombre mal escrito de la agente, identificada como 'Valerie Flame' en lugar de Valerie Plame. Aún así, la periodista dijo no acordarse si el jefe de Gabinete de Cheney fue la 1ra. fuente que mencionó el nombre en cuestión.

Miller también justificó su insistencia en no identificar a 'Libby' como fuente porque creyó que los abogados de la Casa Blanca solo querían que prestase testimonio para exonerar a su cliente.

'The New York Times' concluyó su revisión dominical reconociendo que se ha visto forzado a gastar millones de dólares en la defensa de Judith Miller, gastos especialmente onerosos al coincidir con una reducción del plantel de la Redacción. Esta implicación "ha limitado la propia capacidad del diario para cubrir aspectos de uno de los mayores escándalos del momento".

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