En un panorama más despejado, K no puede relajarse

Aun con el triunfo obtenido, Kirchner se equivocaría si creyera que no tiene que preocuparse por lo que hagan otros sectores. A continuación, U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

Tal y como se propuso, el presidente Néstor Kirchner logró hacer de las elecciones legislativas una oportunidad para que la ciudadanía le diera un grado de respaldo bien superior al basado en el magro 22 por ciento de los votos que recibió en mayo del 2003.

Así y todo, exageraría si creyera que acaba de ser plebiscitado y que por lo tanto ya no tiene que preocuparse por lo que hagan otros sectores.

El kirchnerismo o, si se prefiere, el Frente para la Victoria, se ha erigido en la primera minoría, pero en los años próximos tendrá que convivir con otras fuerzas, por ingrata que sea para un mandatario de estilo tan agresivo la necesidad de negociar acuerdos con quienes no comparten sus criterios.

Mucho dependerá de la actitud asumida por Eduardo Duhalde, el gran derrotado de la jornada, y sus seguidores. Si, como algunos sospechan, el peronismo toma las elecciones del domingo en la provincia de Buenos Aires como un nuevo episodio interno para entonces reagruparse en torno del triunfador, Kirchner tendría asegurado el dominio sobre el Congreso pero la democracia nacional se vería debilitada por la conducta inescrupulosa de los dirigentes de un partido que aprovecha sus propias divisiones para monopolizar el poder, desdoblándose antes de las elecciones para entonces reunificarse.

El ocaso del duhaldismo en Buenos Aires, donde "Chiche" Duhalde tuvo menos de la mitad de votos que cosechó Cristina Kirchner - aunque la esposa del presidente logró un porcentaje menor que el conseguido por Graciela Fernández Meijide en 1997 -, no sería para lamentar si no fuera por el hecho de que se le parezca tanto el kirchnerismo que está en vías de reemplazarlo.

Además de contar con el apoyo de muchos ex integrantes del "aparato" armado por Duhalde, los partidarios del presidente emplean la misma metodología clientelista.

Estimar los costos reales de la campaña es claramente imposible porque sería preciso incluir los de todas las obras que fueron emprendidas sólo por motivos proselitistas, más los supuestos por la decisión oficial de subordinar la administración del país a sus necesidades electoralistas, pero nadie puede negar que fueron enormes.

Kirchner no fue el único ganador. También sobresalió el triunfo de Mauricio Macri en la Capital Federal merced a una campaña que fue llamativamente menos estridente y más respetuosa de la inteligencia de los votantes que las de sus adversarios principales, la jefe del ARI, Elisa Carrió, y el representante del oficialismo, el canciller Rafael Bielsa.

Si bien por ahora Macri parece ser el líder natural de una eventual agrupación de la centroderecha, tendrá que enfrentarse con el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, cuyo Movimiento Popular Neuquino se impuso con holgura al Frente Cívico para la Victoria de kirchneristas y radicales.

En cambio, a menos que logre levantarse de la lona, Ricardo López Murphy, que llegó quinto en la provincia de Buenos Aires, no estará en condiciones de cumplir con las expectativas creadas por los resultados satisfactorios que obtuvo en las elecciones presidenciales del 2003.

De haberse presentado en la Capital Federal, dejando a Macri enfrentar el desafío planteado por la elección bonaerense, la situación en que se encuentra López Murphy sería con toda probabilidad muy distinta, pero mal que le pese, la política es así.

Ya que por fin se celebraron las elecciones, Kirchner podrá reanudar sus actividades presidenciales sin ser distraído por sus ansias proselitistas. ¿Lo hará? Tal vez, pero en tal caso tendría que resistirse a la tentación de dar prioridad a las elecciones del 2007, lo cual no le será fácil.

En vista de que está "construyendo poder" a partir de mayo del 2003, empezar a gastar el capital político acumulado lo obligaría a modificar su estilo de gobierno, abandonando ciertas modalidades a favor de otras menos urticantes.

Puesto que todos los gobiernos son reacios a cambiar, sobre todo cuando tienen buenos motivos para suponer que la ciudadanía aprueba su desempeño, no sorprendería que Kirchner siguiera como hasta ahora, lo que no lo perjudicaría demasiado si la economía continúa creciendo pero que, caso contrario, significaría que la sensación brindada por la buena elección del domingo resultará ser efímera.

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