"Y hasta Arlasnián pudiera llegar a ser juez de la Corte"

A continuación, la opinión de un usuario sobre la situación actual de la Argentina.

Sr. Director:

De cierto hay, que un nutriente para la conciencia, es la bestialidad.

El grotesco supera la imaginación del mejor artista.

Descalabro, es la palabra. Se duda al escribirla.

Transmitir percepciones implica un acto subjetivo que trasciende la observancia. Sin embargo, hay hechos concretos en nuestra Argentina de hoy que se perciben como si la mismísima nación se estuviese desmembrando. Esa inmoderación de quienes guían los ánimos de una sociedad que no posee un horizonte en común, y la ausencia de ética y apego a los ideales democráticos de nuestros gobernantes, enrarece el clima de convivencia toda vez que se vuelven anárquicos los métodos de quienes nada tienen por perder. Sin embargo, hay un dique de contención en la conciencia que genera ese grotesco.

La IV cumbre dejó enseñanzas. Así como hubo una doble actitud abierta y manifiesta frente a Bush al invitarlo con la mayor cordialidad mientras se auspiciaba descaradamente su repudio, igual actitud percibe la sociedad al ver cómo se financian con dineros públicos las actitudes antidemocráticas de los anárquicos, y luego, con absoluto desparpajo, se los condena frente a las cámaras de televisión.

Igual hipocresía existe cuando se asocia la vieja política con Duhalde o Alfonsín, y el propio Presidente y su Ministro coordinador se pavonean en los despachos presidenciales produciendo cohecho, o borocoteando, para utilizar la novísima expresión, con políticos de la oposición que apenas días atrás eran ungidos por el pueblo en ese tan sagrado acto de la democracia como es la emisión del sufragio.

En el mismo sentido, y nada más que por hablar de hechos recientes, lo sucedido en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires al respecto de la acusación a Ibarra. Los mismos que habiendo perdido la votación acusan de politizar la tragedia, no midieron, en su afán por sostener al ahora jefe de gobierno suspendido, medios antidemocráticos para la adquisición de voluntades. La gente lo sabe.

Otro tanto ocurre con la economía. A través de un dólar sobrevaluado se subsidia, a expensas del salario real, a un sector de la industria nacional, pero se dice que esa política "progresista" sirve para una más equitativa redistribución del ingreso. Basta con ver que a igual PBI de hoy comparado con el existente en 1998, la participación del sector asalariado ha disminuido en un 50%, con el agravante indigno de la clandestinidad y la siempre perversa compra de voluntades que significa el subsidio a la pobreza. El mal recuerdo de la inflación perenne en la sociedad da el alerta.

Se miente; se sobreactúan las ideologías; se agitan masas que segmentan al ejido social; se expían las culpas propias, la ineptitud y la carencia de ideas, en intereses foráneos; se es capaz de todo y nada en el afán por salvar unas ropas que nunca se lavan.

Y hasta Arlasnian pudiera llegar a ser juez de la Corte ¿Y por qué no? si es a fin al interés de que nada cambie; de que nadie en la justicia se pregunte si hubo o no cohecho en el escándalo Borocotó. Palo en la rueda a un poder democrático para el vaciamiento de la democracia y esa conciencia cívica que tanto nos cuesta conseguir. Cuánto más enrarecido el clima de la confrontación, mejor. Pero la gente ha dejado de ser tonta.

Mienten. Mienten y pavonean airosos sus mentiras creyendo que la incauta sociedad, tan luego de tantos años de conocerlos, les creerá. Entonces se sorprenden de que "operaciones políticas", como la de Borocotó, no se las aplaudan ni se las vea como un éxito más de la tan remanida viveza criolla.

Hay una conciencia que reacciona a la barbarie política de mostrar con tanto desparpajo la inmoralidad. No es casual que luego de las elecciones, "los exitosos", parezcan los vencidos.

Marcelo D. Ferrer

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