Kirchner y su enfermedad incurable: El autoritarismo

Algunas reflexiones que merece el más reciente exabrupto presidencial. POR EDGAR MAINHARD

Arropado por el clientelismo que vocifera gozoso al hombre que abre la billetera del Estado, Néstor Kirchner a menudo exagera.

Hombre de mal gusto, él cree que el frenesí de la claque de la prebenda es genuino, y por un instante se olvida de su dispendiosidad en la asignación banal del dinero de los contribuyentes; esa turba infame de mangueros, genuflexos y acomodaticios vivó a Carlos Menem con un júbilo similar al que apela ante el actual Presidente.

Pero, hombre inseguro, Kirchner se siente a gusto con la exaltación del ego. La place enarcar una ceja y que los monigotes estallen en alabanzas "Genio, genio".

Entonces, aprovechó para ajustar cuentas con quienes no bajan la linea oficial: "Estoy vivo todavía. Me quieren matar, me quieren enfermar, pero gracias a Dios gozo de muy buena salud y me van a tener que aguantar durante muchísimo tiempo. No les tengo miedo; el país que debemos construir es un esfuerzo que tenemos que sintetizar en el marco de la pluralidad y el consenso, pero sin la presión de las corporaciones".

El hombre aún no sabe qué hacer con la inflación y anda construyendo nuevos demonios.

"Tenemos que vencer a las corporaciones, a los viejos sectores que mienten, a algunos medios y algunos periodistas que son empleados de los medios y que firman lo que les ponen delante, como ese viejo diario argentino. Asumo lo que digo porque la batalla por la verdad hay que darla muchas veces. Para dar la batalla por la verdad hay que soportar agravios, descalificaciones y bajezas de todo tipo. Pero no importa. Lo importante es que en la Argentina se vaya logrando una verdad que nos sintetice a todos, que podamos hablar con absoluta claridad", dijo con aparatosidad el presidente Kirchner.

Obviamente él se encuentra enojado con el diario 'La Nación' porque el matutino reflejó, y hasta lideró, la protesta contra el proyecto gubernamental de reforma del Consejo de la Magistratura. Ese evento fue el primero en el que el Gobierno no solamente quedó con sus contradicciones al desnudo sino que, además, demostró que es autoritario.

Entonces, Kirchner decidió vengarse de 'La Nación' cometiendo un error de cálculo gravísimo: los medios y los periodistas permanecen, los funcionarios pasan. Y él es un funcionario que ni siquiera aún completó su primer mandato como Presidente.

Kirchner cometió otro error en su bravuconada: la versión de su enfermedad supuesta, y hasta de una intervención quirúrgica futura en USA, la brindó 'La Nueva Provincia', el 30 de noviembre, no 'La Nación', y U24 reprodujo aquella noticia. El Presidente esperó un mes y medio para desmentir el rumor, lo que resulta curioso. Demasiado tiempo circulando el comentario, ya se encuentra instalado. Kirchner debería revisar su política comunicacional, es una conclusión acertada.

Luego, resulta inexplicable que, luego de sus agresiones verbales, Kirchner hable de buscar una verdad que sintetice a todos.

Lo que debería tener en cuenta el Presidente, quien se equivoca al adoptar la actitud del matón del barrio, es que él llegó a la Casa Rosada entre versiones sobre sus eventuales problemas de salud y nunca se ocupó de que sus médicos o alguna autoridad sanitaria reputada aclarase el tema. Porque la salud de un Presidente no es una cuestión privada sino que hace a la seguridad colectiva y el deseo de estabilidad y prosperidad.

Desde entonces, el Presidente superó instancias médicas diferentes, algunas internaciones confirmadas y otras que quedaron como posibilidades; hasta que ahora apareció con semejante insulto que lo único que puede lograr es que varios periodistas intenten encontrar, donde puedan, confirmación a las presunciones y rumores.

Si el Presidente quiere aplacar lo que se dice, las herramientas son otras; y él no le suma credibilidad al desmentido vomitando ideas tan agresivas como confusas.

En definitiva, es su palabra contra la palabra de varios periodistas y medios, algunos de ellos con mayor credibilidad en la opinión pública que el propio Presidente.

Y Kirchner se prestó al rumor al no desmentirlo a tiempo, por su convicción de infabilidad, de que él todo lo puede, y no es así.

Si Kirchner comete esta desmesura porque él tuvo problemas con un proyecto de ley que es posible que, pese a todo, logre aprobarlo en el Congreso, ¿qué haría en caso de ser derrotado?

Éste es el punto sobre el que habría que reflexionar porque atemoriza. El extraordinario ego de un Presidente que no acepta que su voluntad sufra contratiempos. En definitiva, ya no importa lo de la salud de Kirchner, lo que ayer quedó corroborado es el autoritarismo demagógico del mandatario de los argentinos, y eso sí que es grave porque supone un cuadro clínico severo, es una enfermedad incurable.

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U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2006.

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