Inflación: La escasez de carne se repetiría en maíz y trigo

Resulta muy complicado para la sociedad argentina la desinformación, improvisación e ignorancia de las autoridades gubernamentales acerca del proceso inflacionario y qué ocurre con la producción agropecuaria, de acuerdo al texto de la autora, ingeniero agrónoma, periodista y ex candidata a vicegobernadora bonaerense y a senadora nacional, hoy en el diario Ámbito Financiero. POR SUSANA MERLO

Cuando la sábana es corta, si se tira de un lado, se destapa el otro... Esta es, tal vez, la imagen más clara de lo que está ocurriendo con el tema de la carne vacuna.

Aunque se crucen amenazas entre dirigentes y funcionarios, ninguna de estas actitudes sirve para solucionar el tema de fondo que es uno, y muy simple: con un mercado internacional con fuerte demanda y un consumo interno recuperándose (vía mejoras salariales), a pesar del aumento de la oferta, no hay producto suficiente como para mantener los precios estables.

Sin embargo, y aún con el corrimiento de las zonas productivas ganaderas que produjo el fuerte avance agrícola de 2003-2004 (la famosa «sojización») que desplazó a la ganadería a campos de menor calidad y a zonas extrapampeanas, la realidad es que en el último año la producción de carne logró crecer cerca de 500.000 toneladas, alentada por las buenas perspectivas internacionales que se vislumbraban, y que se están materializando.

Pero, el crecimiento local de la demanda de 62 a 75 kilos de consumo por habitante y por año, y el aumento de las exportaciones, que rondaron en 2005 las 600.000 toneladas, prácticamente duplicando los volúmenes 2002/ 2003, fueron demasiado para una producción que viene de atravesar varios períodos de contingencias climáticas, especialmente seca, y que requiere de 3 a 5 años para plantear cualquier esquema de crecimiento estructural sostenido.

Y para que eso se dé hacen falta varios factores: estabilidad en las reglas de juego, política fiscal acorde, perspectivas de rentabilidad cierta, etc.

Lo concreto es que lejos de ese escenario, la mayoría de las medidas económicas adoptadas, especialmente en el último año, distaron de tal esquema.

Los impuestos a la exportación (retenciones) que iban a ser coyunturales en 2002 de la mano de Jorge Remes Lenicov, se transformaron en estructurales con Roberto Lavagna y, además, aumentaron.

Lo mismo ocurrió con el impuesto al cheque, o con la negativa a permitir la indexación de Ganancias, entre otros. En todos los casos, se sacó capital productivo del sector.

Luego se agravó, vía nerviosismo por los índices inflacionarios y se adoptó una de las medidas más controvertidas y cuestionadas, como fue la restricción del peso de faena de la hacienda, impidiéndose la matanza de animales chicos (principal rubro de consumo en las grandes urbes), lo que, aunque luego se fue flexibilizando, sacó cerca de 1,5 millón de kilos de carne mensuales del mercado.

Lo que pasó es bien sabido: la demanda presionó, el precio subió y para contenerlo, se aumentaron las retenciones y se sacaron los reintegros, consiguiéndose el evidente efecto contrario. Era previsible. Todos los analistas coincidieron, pero no hubo eco.

Cuando hasta 2004 la demanda local aún estaba contenida y los mercados internacionales calmos, no se adoptó medida alguna, el gobierno desperdició así su gran oportunidad para, aunque sea, atenuar lo que hoy está ocurriendo. Ahora, se debe enfrentar la imprevisión.

Lamentablemente, es más que probable que no sea el único caso.

También en los próximos meses se podría repetir con el trigo (pan) y también con el maíz (principal insumo para la producción de cerdos, pollos y leche) ya que, dada la nula rentabilidad que presentan, se sembraron mucho menos y luego la sequía hizo el resto, previéndose una cosecha cerca de 10-12 millones de toneladas menos en estos granos.

No es adivinación, es sólo conocer mínimamente los mercados, y estos funcionan por oferta y demanda, no por decretos o amenazas.

Por eso, lo concreto es que la demonización de un sector, por más impacto mediático que tenga, no sirve para solucionar los problemas, lo que debería constituir el único objetivo oficial, y no el de buscar chivos expiatorios a situaciones que no previó, y hasta ayudó a acentuar.

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