El cristianismo es militante o no es, y pedirle que se calle es insostenible

El presidente dijo que Satanás zigzaguea tanto entre los pantalones como entre las sotanas y el aludido -monseñor Pigna, obispo de Iberá-, comentó: "Se ve que no va a la iglesia, porque hace mucho que ya no usamos sotanas". Monseñor Arancibia, obispo de Mendoza, intentó pacificar: "El presidente no debiera descalificar al adversario", dijo. Y todo hubiera quedado allí si no hubiese aparecido un comedido, Rafael Rossi, titular del bloque oficialista en Diputados e iluso candidato a la gobernación de Santa Fe, que en busca de hacer méritos interfirió: "La Iglesia no tiene que meterse en política porque así su mensaje pierde carácter universal".

BAHÍA BLANCA (La Nueva Provincia).- Idea falaz esta última (falaz y descreída, hubiera dicho el finado Yrigoyen), pues el cristianismo surgió como una gigantesca revolución política en el mundo antiguo, y como la primera institución realmente democrática, donde se codeaban el esclavo, el judío apátrida y el patricio romano. Después, en el medioevo, la Iglesia recogió a los campesinos dispersos y les enseñó a trabajar. Los monasterios fueron gigantescas empresas rurales, no tan sólo centros de cultura, y por eso las aldeas y las ciudades de Europa nacieron en torno de un campanario.
La Iglesia se enfrentó con reyes y emperadores. Tras la gesta evangelizadora de América, los nuevos países se organizaron en virtud del mensaje religioso y así fue siempre a lo largo de la historia argentina, desde Manuel Alberti, el vocal de la Primera Junta, a la consagración marial de las armas belgranianas, a las figuras de fray Justo Santa María de Oro, fray Luis Beltrán durante la lucha, o fray Mamerto Esquiú, el orador de la Constitución. 
En nuestros días se recuerdan las polémicas de Monseñor Napal con Lisandro de la Torre; o el alineamiento del Cardenal Primado Santiago Copello junto a Juan Domingo Perón (el cura Virgilio Filippo, diputado peronista); o el protagonismo opositor de Monseñor Miguel de Andrea.
Durante la última guerra civil, Rossi acaso recuerde a los tercermundistas que moldearon en buena parte la ideología actual de Néstor Kirchner, opuestos a Monseñor Tortolo, ubicado junto al proceso militar, pero ninguno de ellos, cierto o equivocado, actuaba en busca de posiciones públicas, como tampoco lo hace ahora Monseñor Pigna. 
Y luego hasta Raúl Alfonsín cosechó críticas de la Iglesia y las resolvió por el diálogo trepándose al púlpito de la iglesia Stella Maris. No, el cristianismo no es un ejercicio de yoga que pueda consistir en enfocar la propia energía al ombligo de cada uno; no es una filosofía, sino una fe dirigida hacia fuera, con un dinámico carácter civilizador. Entonces la propuesta del señor diputado Rossi es inaceptable, por lo impertinente, o sea por no pertenecer a ningún contexto cierto ni tener asidero alguno. El cristianismo es militante o no es. Pedirle que se calle resulta inadmisible.

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