ECOS DE LA CAÍDA DE LA ANTENA DE LA POP Y MEGA

Jorge Asis sobre Hadad-Cristina y la 10

Acerca de Daniel Hadad y su supuesta mala relación con Cristina Fernández, se publicó en la web de Jorge Asis. Texto tan polémico como ilustrativo:

por OBERDÁN ROCAMORA
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Jorge Asis Digital). Daniel Hadad, El Fenicio, atrae generalmente el encanto del misterio.
 
Nadie cree que fue un incendio casual, lo que destruyó las dos antenas de sus radios Pop y Mega. Caídas violentamente, durante una noche sin viento, junto a otra “torre elevada”. El fuego consumió las riendas de cables gruesos, en un terreno cinematográfico de Barracas, que pertenece al ámbito del Ministerio de Seguridad. Vale decir, al artificio de la ministro Nilda Garré. Inventado después de la invasión al Parque Indoamericano. Episodio que aún deja muchos cables para seguir. E incendiar.
Aunque sea particularmente injusto, cuando ocurre algo extraño, vinculado a la señora Garré, los informados suelen concentrarse en las competencias del ministerio anterior. La Defensa. Con el ministro Puricelli en el medio, pero puenteado. Por el agregado febril de la inteligencia.
Brota, acaso a su pesar, el imperio construido, al respecto, por otro crédito invalorable del Portal. El general César Milani. Es el sub Jefe del Estado Mayor General de Ejército que conserva, asombrosamente, la Jefatura Dos. Inteligencia militar.
Ayer, sin ir más lejos, trascendieron las imágenes, correctamente filmadas, de los dos llamativos israelíes.
Sin autorización del Juez, pudieron ingresar en el terreno que debía haber sido impenetrable.
Mientras analiza las secuencias el Juez Federal Torres, trascienden, desde el periodismo, otros datos aún no comprobables. La existencia de otra antena más. Consecuencia, se indica, de un convenio secreto, entre el Ministerio de Seguridad y MG, una importante empresa israelí. Capacitada para las intercepciones más sofisticadas, en materia de comunicación. Invasiva. Ampliaremos.
La caja y la política
“Que Hadad se vaya a Miami, aquí no lo quiero ver más”, cuenta la Garganta que casi gritó Cristina, en la tarde de junio.
Casa Rosada, delante de testigos. Cristina estaba desbordada.
“Si casi terminamos con Magnetto, ¿cómo no vamos a terminar con Hadad?”.
Según nuestras fuentes, Cristina nunca quiso saber nada, razonablemente, con El Fenicio.
Néstor, El Furia, en cambio, sabía tratarlo. Como sabía tratarlo también a Verbitsky, el antagónico, aunque con el pretexto de sacarle información.
Eran los tiempos iniciales, cuando nuestro director sintetizó la política comunicacional de Néstor Kirchner, El Furia. Elevó la sentencia que enojó a los dos:

“Para Verbitsky un Museo, para Hadad una pauta”.
A ambos, El Furia les temía. Era preferible mantenerlos cerca. Controlados.
Para Verbitsky solía utilizar el canal interlocutor de Zanini.
Para Hadad, lo reservaba a De Vido.
“Cierra, Rocamora”, confirma otra Garganta. “Era la estructura mental de Néstor”.
El Furia solía diferenciar a los que hacían política de los que hacían caja. Decía:
“Aquí el único que puede hacer caja y política soy yo, y nadie más”.
Traducido: si algún Albistur quería vender afiches, tenía vedado hablar de política. El Abalito que quería tallar en política, no hacía afiches.
Entre el circuito elitista de los informados, trasciende que Hadad brindó ciertos servicios gravitantes a De Vido y sus circunstancias. O sea, las causas judiciales. De la magnitud de quitarle de encima a algún fiscal irritante. Y determinado juez imponente. Juristas que solían ocuparse de conflictos que hostigaban la capacidad ambulatoria de De Vido. Fueron transformados en  ministros.
Con El Furia ingresado en la inmortalidad, el malestar de Cristina, con Hadad, ya no alcanza a atenuarlo ningún De Vido servicial.
Y desde la recurrente invasión del Parque Indoamericano, según nuestras fuentes, Cristina, directamente, quería acabar con la influencia maligna de Hadad.
La Presidente no podía bancarse, según nuestras fuentes, el tratamiento informativo de la radio y del canal. Los consideraba “amigos de la casa”. Propia tropa.
La emisión que no se ajustara, metafóricamente, a la tónica intelectual de “6-7-8″ era sospechada. Merecía participar de alguna conspiración.
La venta
Había que darle el gusto a Cristina.
Trasciende, desde hace cuatro meses, que El Fenicio se encontraba a punto de concretar su máxima venta.
“Largaba todo, las radios y el canal, menos Infobae”, confirma la Garganta.
A través, según nuestras fuentes, de los empresarios cercanos al gobierno. Inversores confiables. Meritorios.
Primero se supo del interés del notable novelista Matías Garfunkel Madanes.
Es El Depilado. Heredero serial que lo conocen, los seguidores del Portal, por ciertos episodios de “La novela de Telecom”.
Como Louis Ferdinand Celine con los castillos, Garfunkel pasó de un titán hacia otro. Sin escalas.
De ser socio depilado del Rulo Moneta, pasó a ser depilado en la sociedad con Sergio Szpolsky. Es el poderoso empresario de la comunicación, al servicio de la casa. Y de la causa. Gerencia innumerables medios. Aguarda el turno respectivo para la iluminación.
Pero el desperdiciado narrador Garfunkel Madanes -según la evaluación- suele movilizarse en la búsqueda temática para novelas logradas. Como “El otro idiota”, una novela-ladrillo, texto que el empresario desconcertado aún no se atreve a divulgar.
Menos que radios y canales, lo que ardientemente necesita Garfunkel Madanes es la terapia de un buen taller literario.
Pero con quien más avanzó, El Fenicio, para la venta de sus dominios apetecibles, fue con Cristóbal López.
Después del juego y del petróleo, acaso en defensa propia, Cristóbal sigue el ejemplo de los cordobeses asustados de Electroingeniería. Para ingresar también en el poder ficcional que proporcionan los medios.
Cristóbal se mostró muy interesado en adquirir las empresas de Hadad. Con la totalidad del costoso mobiliario incluido. Con elementos de decoración de la dimensión de Longobardi, González Oro, la señora Plager, Feinmann, Doman, las señoras Aramburu y Gallotti, y sobre todo Rozin (el preferido de Cristina).
El entusiasmo de Cristóbal fue instrumentado, según las vertientes, por su impetuoso segundo, el joven Fabián De Souza. Pudo el entusiasmo más que los sensatos consejos, en contrario, de CM. Es el Consultor de cabecera, que se oponía a la estrategia de comprar medios.
Y Cristóbal, por intermedio de De Souza, ya estaba a punto de concretar la venta cuando El Fenicio, de pronto, sintió el severo dolor de una cláusula. Casi secreta.
No podía, por contrato, crear ninguna otra empresa, para competir con las que vendía. Hasta el 2015. La expiración del relato. O del mandato.
Las Gargantas, aquí, finalmente coinciden. El Fenicio estaba por firmar las papeletas, para aliviar a Cristina y embolsar los glucolines. Cuando, extrañamente, se estancó. Y puso la “marcha atrás”.
Si vendía, Hadad sentía, anticipadamente, el crecimiento intenso del vacío.
Tampoco sabía qué iba a hacer, en adelante, con su tiempo.
Cuando al Fenicio, conmovido, cuenta el relato, nadie, según nuestras fuentes, le cree.
“Seguro va por algún millón más”, confirma otra Garganta, irreparablemente escéptica.

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