LO QUE VIENE

El regreso de la Escribanía de avenida Entre Ríos, entre Rivadavia e H. Yrigoyen

El Legislativo vuelve al rol preferido de los gobernantes en la cuestionable democracia en interminable transición (¿o acaso un Legislativo de gente calificada y con espíritu inquieto no sería enriquecedor para la República?). Pero... es la Argentina... en este caso, Cristina Fernández 2do. capítulo.

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI

 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata - Radio El Mundo). Mientras Cristina Fernández juega al misterio sobre la conformación del nuevo gabinete, que algunos aseguran será muy similar el actual, la Casa Rosada adopta un nuevo perfil para enfrentar una realidad que nunca vivió el kirchnerismo y, menos, el cristinismo: evitar los efectos de una gran crisis internacional que, sin duda, impactará de lleno en la economía argentina, con duración imprecisa.
 
Pese al silencio que mantiene la Casa Rosada, los planes de gobierno consisten en neutralizar el impacto de una crisis mayor que en 2008, que ya está afectando el crecimiento de China y que mantiene a los granos (la gran fuente de divisas de la Argentina) en sus menores precios en 13 meses.
 
La crisis que muchos auguran, en diversos escenarios, desde la desaparición del euro, al estancamiento estadounidense, el freno del consumo en Asia y una recesión en Brasil. Es decir, un cadena de hechos -algunos más improbables, otros más posibles- cuyas consecuencias no se pueden minimizar anunciando cuotas para la compra de computadoras, heladeras y bicicletas, tal como se hizo en 2008 y 2009.
 
Si bien algunos banqueros y empresarios consideran que es un signo de racionalidad económica prepararse para una crisis sin anunciarlo, las razones no son económicas sino políticas, dado que el gobierno sabe que la imagen positiva y el apoyo político a Cristina Fernández cambia al ritmo del bienestar económico de las familias y las variables macro.
 
En el sistema de pensamiento político del oficialismo, la economía se somete a la voluntad del soberano y el dinero alinea voluntades. Por eso, para asegurar fidelidades, hay que someter al mercado, evitar toda fuga de poder y congelar los intentos de rebeldía.
 
De poco sirve que el todavía ministro de Economía, Amado Boudou, niegue que el retiro de subsidios a los servicios públicos -realizado a toda carrera- sea por problemas presupuestarios. En un gobierno donde los ingresos crecen al 30% anual y los egresos al 40%, alguna medida se debía definir.
 
Pero, tal como adelantamos, detrás del retiro de los subsidios hay un aumento de tarifas. Por ejemplo, el cargo específico por el gas importado subirá casi 250%, el valor de la energía eléctrica, 35%; y el costo por el servicio de agua potable y cloacas más del 200%.
 
Por más que el Ejecutivo se esfuerce por mostrar el retiro de subsidios como una decisión que sólo afecta a los más ricos y se lo disfrace con chicanas política de poca monta hacia Mauricio Macri, lo cierto que el impacto en los bolsillo y el poder adquisitivo será muy fuerte y que tendrá efectos en las encuestas de opinión que hace rutinariamente la Casa Rosada.
 
Si a eso le sumamos que el Ejecutivo dejó de pagar unos 500.000 salarios familiares, casi no abona subsidios al desempleo y no eleva el mínimo no imponible, los grupos con pérdida de poder adquisitivo son muchos, un excelente blanco para una Administración que está creando una nueva forma de asistencialismo.
 
Al comienzo del gobierno de Néstor Kirchner fue la masificación de los Planes Jefas y Jefes; luego del fracaso de la Resolución 125, Cristina Fernández recuperó votos e imagen con la Asistencia Universal por Hijos, luego sumó las becas para secundarios, el subsidio para las embarazadas y el reparto de computadoras entre los adolescentes.
 
Ahora, el gobierno se prepara para ser discrecional con el otorgamiento de subsidios en los servicios públicos y tarjetas SUBE. Los caminos son diferentes, pero el objetivo es el mismo: financiar a pobres y jóvenes (los dos puntales del éxito en las urnas de Cristina Fernández en octubre pasado) para incrementar sus votos en vista del 2015.
 
También forma parte de la batalla política quebrar el brazo del mercado cambiario en la tour de force que se juega en la City porteña. El Banco Central celebra que la fuga de divisas se redujo a menos del 20% y que la salida de depósitos en dólares cayó de US$ 1.000 millones a US$ 250 millones. Pero nada dice de la merma de prefinanciación de exportaciones o de los problemas que hay con los planes de crédito con tarjeta.
 
Tampoco dice nada de tasas en estos niveles (por arriba de 20% entre entidades de primera línea) están causando problemas en las empresas para financiar el pago de sueldos, aguinaldos y bonus de fin de año; y que los analistas especulan se mantendrá hasta febrero.
 
En este escenario de indicadores financieros complejos, el gobierno se prepara a incrementar el excedente de caja con que gobernaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en su primer mandato. 
 
En promedio, el santacruceño dispuso de $ 20.000 millones para gastar sin tener que pedir autorización del Congreso; mientras que su esposa, tuvo libertad hasta $ 50.000 millones para utilizar, una cifra nunca vista en la historia argentina (algo que debería destacar el nuevo Instituto de Revisionismo Histórico en el primero de sus trabajos).
 
Pero el Ejecutivo no se preocupa por el Legislativo, por lo menos hasta 2013. 
 
Luego de 2 años de congelar su actividad, Cristina Fernández tendrá en su 2do. mandato mayoría en Diputados y acaba de asegurarse el control del Senado (se le sumaron 2 senadoras). Nueva demostración del poder de seducción que la caja oficial tiene con los legisladores.
 
Por eso, Cristina Fernández se prepara para presentar en extraordinarias proyectos de Ley clave para su gestión y popularidad, dado que tiene el camino despejado para su rápida aprobación, con lo cual, vuelve la famosa “escribanía” que supo tener en sus primeros 2 años de mandato, ignorando la Constitución Nacional que juró -y jurará esta semana- defender.
 
Lo que sorprende en esta coyuntura es el convencimiento de algunos banqueros y empresarios sobre el supuesto “giro a la derecha” de Cristina Fernández, una verdadera fantasía de hombres poderosos que deberían entender de política. Según esta fantasía política, el retiro de los subsidios, el fuerte apoyo a la Unión Industrial Argentina y la promesa de frenar la doble vía para los juicios laborales, despierta entusiasmo en muchos.
 
El mismo argumento es usado por los aliados de Hugo Moyano en la Confederación General del Trabajo para apuntalar al camionero en la conducción de la central patronal. 
 
Sin embargo, no todos están convencidos de la peligrosidad de Cristina Fernández para los sindicatos y desde el gobierno alientan la especulación de que se trata de una ataque personalizado en Hugo Moyano, algo que también es bien visto por empresarios y banqueros que desean que sea un ejemplo para otros gremios que se cansaron de presionar a la patronal por mayores ventajas para sus afiliados.
 
De esta forma, los mismos argumentos que hacen creer a los empresarios y banqueros que Cristina Fernández está camino a ser una imitación progre de Carlos Saúl Menem, sirven para desgastar a Hugo Moyano o para protegerlo, lo que convierte el argumento en conveniente para consolidar el poder de la Presidente de la Nación.
 
Pero las acciones son las que muestran la verdadera ideología. Las palabras se tornan vacías de contenido y las promesas sólo sirven para ganar tiempo, sólo los hechos mandan.
 
Daniel Scioli es un claro ejemplo. El gabinete del gobernador de Buenos Aires ha pasado el filtro y autorización de la Casa Rosada y de Cristina Fernández, en persona. Nunca en la historia argentina un gobernante bonaerense ha sido tan condicionado por la Nación (otro hecho para que destaque el Instituto del Revisionismo Histórico).
 
La Provincia de Buenos Aires fue convertida en un botín político en la reforma de la Constitución Nacional de 1994. Su control pasó a ser esencial para la supervivencia de los sucesivos gobiernos, pero fueron los gobernadores los que condicionaron al Ejecutivo nacional, no al revés.
 
Cristina Fernández es la primera que pasa por el tamiz los nombres del gabinete bonaerense, un claro síntoma de pérdida de soberanía que Daniel Scioli no parece dispuesto a defender si la Casa Rosada le ayuda a cubrir el rojo de $ 13.000 millones que tendría en 2012.
 
En una semana, Cristina Fernández ya habrá comenzado su segundo mandato y, en Venezuela, dijo que no buscaría la reelección. Pero los hechos dirán si la Presidente de la Nación se prepara para imponer el kirchnerismo como nuevo movimiento hegemónico, si está dispuesta a nombrar un delfín que la herede o si tiene esperanzas de eternizarse en el poder.
 
Sin embargo, en la Argentina, todo plan político de largo plazo es construir una casa en la arena. La crisis internacional, su impacto y cómo lo atenuará el gobierno determinará su futuro.
 
Mientras banqueros, empresarios y sindicalista imaginan una Cristina Fernández que gira a la derecha y el oficialismo alaba una Cristina Fernández que gira a la izquierda, Cristina Fernández hará siempre lo imposible para mantener el poder en los 4 años venideros. Su fórmula es cortoplacismo, oportunismo y pragmatismo, sin olvidar alguna dosis de ideología.

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