USO DE TRAGEDIAS PARA MARKETING POLÍTICO

Show Negro: Del Nunca Más al Informe Rattenbach

"Cristina Fernández usa el “Informe Rattenbach” tal como Néstor Kirchner usó el “Informe Nunca Más”, para hacer marketing político. Una tragedia llena de actos heroicos, como el hundimiento del Crucero Belgrano, fue convertido en un torneo de fútbol", afirma el autor.

 

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata - Radio El Mundo). El kirchnerismo ha basado gran parte de su poder y acumulación de votos en puestas en escenas, disfrazadas de grandes decisiones políticas, en las que las palabras siempre indicaron algo diferente de los objetivos que, en realidad, se buscaban. Es la versión progre de la actuación “pa´la gilada” y ha tenido excelentes resultados tanto para Néstor Kirchner como para Cristina Fernández.
 
Una causa nacional como Malvinas, una deuda pendiente de media docena de gobiernos, se ha convertido en una cortina de humo que permite tapar los problemas de salud de la Presidente de la Nación, el salvaje ajuste ultra-ortodoxo y los inmensos cambios de reglas de juego que está realizando Cristina Fernández en el comienzo de su segundo mandato.
 
Con la pompa del pavo real, el gobierno llamó a un acto en la Casa Rosada –en donde se usó a la oposición como convidados de piedra- para repetir un anuncio que había hecho dos semanas antes, creó una comisión de menor porte, endiosó a un militar que solicitó la renuncia de Isabel Martínez Cartas de Perón, presidente de la Nación legal y legítima, por el hecho de “ser mujer” y armó una conferencia de prensa a New York con fotos de armamento militar británico sacada de Google.
 
Cristina Fernández usa el “Informe Rattenbach” tal como Néstor Kirchner usó el “Informe Nunca Más”, para hacer marketing político. 
 
Una tragedia llena de actos heroicos, como el hundimiento del Crucero Belgrano, fue convertido en un torneo de fútbol y del arcón de los patriotas olvidados rescataron al Gaucho Rivero para poner el nombre a la copa en disputa y convertirlo en un luchador del anticolonialismo, cometiendo otro anacronismo histórico, típico del revisionismo forzado kirchnerista.
 
El progresismo nacionalista, casi patriotero, con que se disfraza el cristinismo talibán desde la apropiación del Bicentenario, luego hizo con la Vuelta de Obligado, y ahora hace con Malvinas; también inunda la arremetida oficialista contra las petroleras, sobre todo, YPF. 
 
Ay Néstor...!
 
Sin embargo, detrás, hay cuestiones mucho más mundanas que “la Nación”, “la soberanía” o “combatir al capital”.
 
> Fue Néstor Kirchner quien permitió al Grupo Eszkenazi ingresar, sin fondos frescos, a YPF; 
 
> fue Néstor Kirchner quien congeló el precio del barril y del gas para el mercado interno, mientras pagaba valor de mercado para las compras externas;
 
> fue Néstor Kirchner quien resolvió comprar gas a Bolivia y petróleo a Venezuela;
 
> fue Néstor Kirchner quien espantó inversores lanzando una persecución ilógica contra Shell;
 
> fue Néstor Kirchner el que incentivó la colocación de equipos de gas en los autos al mantener subsidiado el producto en las zonas urbanas;
 
> fue Néstor Kirchner quien no pudo, en cuatro años de gobierno, lanzar una sola política energética que evitara la merma de reservas de gas y petróleo y la falta de inversión en transmisión, generación y distribución de electricidad.
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Ahora, decir que es culpa de las empresas que el gobierno tenga una balanza energética deficitaria en US$ 9.000 millones, cifra que puede llegar a US$ 12.000 millones este año, según expertos del sector privado; no sólo es infantil, sino también, demuestra la incapacidad manifiesta del kirchnerismo de asumir culpas y confirma la necesidad imperiosa del cristinismo talibán de encontrar culpables e inventar conspiraciones en donde no existen para descargar culpas.
 
Entre la militancia cristinista se reclama a las empresas “adecuarse a las necesidades del gobierno”, el mismo discurso que tenía Néstor Kirchner cuando impulsaba exactamente lo contrario que hoy se exige y para asustar a empresarios por demás miedosos, el fantasma de la estatización es blandido por el gobierno, pero siempre, como parte de una condición nacionalista que reviste de legitimidad las incoherencias de la gestión.
 
Decir que el Estado tiene que ocupar el lugar que dejan los privados es un error histórico, un signo claro de olvido del pasado y una hipocresía notable. 
 
El Grupo Macri y el Banco Galicia perdieron el Correo Argentino porque la Casa Rosada no estableció un marco regulatorio que ordenara al sector. Pero la empresa postal no es más eficiente.
 
Suez tuvo que dejar Aguas Argentinas porque el gobierno hizo oídos sordos a los reclamos de readecuar las tarifas a los costos crecientes. Pero el servicio de aguas no es ni más eficiente ni más amplio.
 
Grupo Marsans fue expulsada de Aerolíneas Argentinas por infinitas protestas sindicales impulsadas por el gobierno de Néstor Kirchner. Pero Aerolíneas no ha mejorado.
 
Thales Spectrum fue desalojada del control del éter y la Casa Rosada nunca puso en orden las frecuencias radiofónicas. 
 
¿Es necesario mencionar más casos?
 
YPF
 
Mientras el gobierno avanza contra las petroleras porque tiene que reducir imperiosamente las importaciones de energía eléctrica, gas, petróleo, fuel oil y gas oil, paso necesario para recuperar el superávit fiscal e incrementar el superávit de la balanza comercial; las provincias ven la oportunidad de presionar por mayor producción, lo que implica más regalías, es decir, más caja para gobernar.
 
Esto ocurre cuando hay stress fiscal en el interior, en especial en la zona patagónica, causa de la debilidad política de los gobernadores de la zona (y si no, pregunten a la UCR por qué perdió Río Negro o a Daniel Peralta por qué anda con la soga al cuello en Santa Cruz).
 
Para engañar a la opinión pública, es mejor criticar el proceso privatizador de los ´90, la situación de extranjeros de los dueños de las empresas energéticas, levantar banderas nacionalistas y argumentar razones de soberanía antes que hablar de ausencia de política energética sustentable, reconocer los errores cometidos o confesar profundos problemas de caja a nivel nacional y provincial por despilfarro electoral, crecimiento indiscriminado del sector público y mala gestión.
 
Los mismos gobernadores, que los últimos tres años extendieron los plazos de concesión de los yacimientos más importantes de la Argentina argumentando el resultado obtenido por la explotación que hicieron las petroleras, ahora analizan quitar concesiones por falta de inversión y exploración. 
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Los gobernadores, que señalan a YPF como la gran culpable de la crisis energética argentina nada dicen que concesionaron decenas de áreas petroleras provinciales a empresas sin experiencia en el sector energético que no han invertido un centavo en esas áreas. La falta de autocrítica es, al mismo tiempo, un reconocimiento tácito de culpa.
 
Las provincias, que dilapidaron en semanas los US$ 2.400 millones que Domingo Felipe Cavallo les dio en compensación por errores en el pago de regalías por el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, ahora se entusiasman con la posibilidad de comprar 10% de YPF, siempre y cuando alguien les regale la plata. 
 
¿Acaso buscarán que Repsol ceda ese porcentaje a crédito, como hizo con el Grupo Eszkenazi por orden de Néstor Kirchner?
 
La malvinización del cristinismo talibán y la cruzada antipetrolera permite tapar el desastre que significa la entrega de la tarjeta del SUBE, la incapacidad de la Policía Federal para evitar una asesinato en plena Plaza San Martín, la pérdida de poder del peronismo en la estructura de gobierno (y su reemplazo por La Cámpora), el freno indiscriminado e ilógico de las importaciones y la confirmación de la renuncia de Hugo Moyano al Partido Justicialista. 
 
Todos temas que causan escozor en la suave piel del oficialismo, dado que implican graves falencias de gestión y que destrozan supuestas “verdades” sobre las que se sostiene el kirchnerismo.
 
La necesidad de reducir los subsidios al transporte público y la improvisación de los funcionarios puso a miles de argentinos, con 40ºC de sensación térmica, a buscar una tarjeta que, en el peor de los casos, tendrá un costo de $ 20. ¿Era necesario someter a esa tortura a los más pobres, a las mujeres, a los trabajadores, casi todos votantes naturales de Cristina Fernández hace menos de tres meses?
 
De Moyano a la UIA
 
El gobierno quiere una pelea con Hugo Moyano. Quiere imponerse al camionero. Sin embargo, nadie sabe el costo político que tendrá el enfrentamiento. Cristina Fernández, con la imposibilidad, por ahora, de ser re-reelecta, tiene que hacer una última demostración de poder antes de lanzar un proyecto re-reeleccionista y terminar de someter al peronismo.
 
La Unión Industrial Argentina, que fue la gran aliada de la Casa Rosada durante 8 años, está a un paso de convertirse en foco de ataques oficiales. José Ignacio de Mendiguren demostró que no tiene capacidad de cambiar las opiniones del gobierno cuando Cristina Fernández da una orden y ya, algunos industriales, se lamentan por haber sido unos “lamebotas”, usando un ocurrente término de Fidel Castro, por tanto tiempo.
 
No hay que hacer un ejercicio de imaginación muy avanzado para pronosticar que el gobierno culpará a la UIA por el freno en la producción que causará el cepo importador y a Hugo Moyano por la conflictividad gremial, sólo hay recordar que el responsable de la inflación de enero, según el Indec, fue la suba del boleto de subte ordenada por Mauricio Macri.
 
Cristina Fernández va a seguir buscando culpables y conspiraciones para victimizarse. Esa fórmula le sirvió a su marido y a ella para consolidar, por lo bajo, las alianzas de colectivos sociales que sostienen al kirchnerismo. Pero no se puede mantener esta estrategia eternamente. Amado Boudou, que hace 8 meses se libró de las acusaciones que lo relacionaban con el cambio de dueños en Ciccone Calcográfica, tiene que recurrir a la victimización médica para que se hable de su salud y no de la investigación que ha comenzado la Justicia. Y es sólo un ejemplo.
 
El ajuste ultra-ortodoxo que realiza el gobierno terminará por tener efectos en la estructura social que aportó sus votos en octubre pasado. Las cortinas de humo tendrán una duración efímera. El año recién comienza. La gran suerte de Cristina Fernández es que no aparece una figura en la oposición que aglutine el descontento. Pero eso, también cambiará en el futuro, cuando el “Síndrome del Pato Rengo” no se pueda ocultar más.

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