RECUERDOS DEL CONFLICTO

En Malvinas también hubo héroes

Si bien se escucha mucho sobre Malvinas, todavía no ocurrió una revisión histórica fehaciente de lo que ocurrió. El llamado 'Informe Rattebach' tiene varias lecturas y su politización presente impide considerarlo al pie de la letra. En Malvinas también ocurrieron historias de coraje, solidaridad y patriotismo.

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). La Guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre la República Argentina y el Reino Unido,  en las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. 
 
La guerra se desarrolló entre el 02/04/1982, día del desembarco argentino en las islas, y el 14/06/1982, fecha de la rendición argentina, lo que conllevó la reconquista de los 3 archipiélagos por el Reino Unido ya que la causa del conflicto fue la lucha por la soberanía sobre los archipiélagos australes.
 
La Argentina considera que se encuentran ocupados por una potencia invasora y los consideran como parte de su provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. 
 
De acuerdo a información reciente, durante el conflicto la sospecha de Chile fue que las fuerzas argentinas, tras una invasión de las Malvinas, invadir militarmente también las islas Picton, Lennox y Nueva y otras hasta atacar al cabo de Hornos, que formaban parte de discusiones territoriales entre la Argentina y Chile, que casi alcanzan un enfrentamiento bélico en 1978. Esto explica porqué Chile tuvo una preferencia por el Reino Unido durante el conflicto.
 
Los muertos en el choque fueron 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños.
 
La derrota en el conflicto precipitó en la Argentina la caída de la Junta Militar que gobernaba el país; y en el Reino Unido, la reelección del gobierno conservador de Margaret Thatcher en 1983.
 
La Argentina alcanzó un tratado de paz con Chile en 1984.
 
Protagonista
 
Carlos Büsser no sólo es recordado en Argentina por haber comandado la toma de Malvinas /Falklands el 2 de abril de 1982. La Operación Rosario (nombre de la operación de desembarco; la operación anfibia se denominó Operación Azul) consistía en una serie de acciones de intensidad creciente que apuntaban a la toma del archipiélago mediante un asalto directo, pero sin causar bajas al enemigo para evitar una futura reacción militar británica. Büsser estuvo a cargo de la Operación Azul.
 
Hoy día él se encuentra procesado por crímenes de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar 1976-1983. De 82 años de edad, el año pasado, de hecho, perdió el beneficio de excarcelación y está bajo prisión domiciliaria preventiva, acusado de arresto, tortura y desaparición de al menos 3 personas en Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. También es señalado de haber torturado a un ex funcionario de inteligencia para que supuestamente confesase que en realidad era un espía chileno.
 
 
"(...) Por primera vez en muchos años este militar aceptó contar, mediante un cuestionario escrito para BBC Mundo, su experiencia personal como oficial a cargo del asalto a las islas, que desencadenó una guerra de varias semanas con el Reino Unido.
 
"En las operaciones anfibias, el día comienza en las últimas horas de la noche, cuando los hombres se preparan para entrar en combate, desayunan, toman su armamento y se dirigen a los lugares de embarco", señaló el contraalmirante, refiriéndose al 1 de abril de 1982, a pocas horas de producirse el asalto contra la capital del archipiélago Port Stanley / Puerto Argentino.
 
Los infantes de marina a su cargo -y otros efectivos del ejército y la armada- habían llegado a la costa de las islas en dos buques de desembarco: el Cabo San Antonio y el Santísima Trinidad. Además participaron el rompehielos Almirante Irizar y el submarino Sante Fe. 
 
En total, había decenas de vehículos armados y cientos de efectivos, incluyendo unos 80 miembros de las fuerzas especiales. 
 
"Durante la travesía hacia las islas nos acompañó un fuerte temporal, casi hasta el momento de llegar", recuerda Büsser.
 
"La masa de tropas en el buque de desembarco de tanques del ARA Cabo San Antonio tenía experiencia en ejercicios anfibios anteriores, de modo que su adaptación a las malas condiciones del mar fue buena (...) En las horas previas a la operación todos se veían muy tranquilos, concentrados en preparar el armamento y los jefes de fracciones enfocados en sus planes y estudio de los objetivos", señaló.
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Tras haber preparado la maniobra numerosas veces con anterioridad, ya se sabía que una vez que se diese la orden de embarco el personal sólo tardaría 18 minutos en estar listos para desembarcar. Y así fue en la mañana del 2 de abril. (...)
 
La punta de lanza de la operación fueron ocho buzos tácticos que salieron aproximadamente a las 0400 del 2 de abril del submarino Santa Fe, comandado por el capitán Horacio Bicaín. 
 
"Ellos tenían que marcar la playa para el desembarco de las tropas y vehículos", le dice Bicaín a BBC Mundo.
 
"Nosotros habíamos llegado a las aguas de las islas el 30 de marzo, porque inicialmente la operación estaba prevista para el 1 de abril. Pero las malas condiciones meteorológicas pospusieron todo 24 horas", recuerda Bicaín.
 
La operación de toma dividía a las fuerzas argentinas en dos. La primera, que consistía de tropas y vehículos armados llegaría por el norte a Port Stanley.
 
"Al llegar a tierra se adoptó un dispositivo de seguridad, ya que el enemigo que esperábamos en la playa no daba señales de presencia. Cuando estábamos por ingresar a Port Stanley recibimos fuego. La vanguardia desembarcó de sus vehículos y rechazó el ataque obligando a los soldados británicos a retirarse", afirma Büsser.
 
Pero simultáneamente hubo un pequeño grupo de fuerzas especiales que trataba de lograr un objetivo crucial: tomar la casa del gobernador y lograr la rendición.
 
"La gran dificultad era que, según nuestra inteligencia, los británicos no se iban a rendir sin haber sufrido o habernos causado bajas, por lo que la única solución era lograr que se rindieran antes de que comenzara o se generalizara el combate", recuerda Büsser.
 
"Por eso ordené que el grupo del capitán (Pedro) Giachino presionara al señor (Rex) Hunt (gobernador de las islas) con el objeto de quebrar su voluntad y lograr una rápida rendición", apunta.
 
"Giachino y sus hombres cumplieron acabadamente esa exigencia. Hicieron fuego nutrido sobre la parte superior de las ventanas de la casa de Hunt, y en particular sobre el despacho donde estaba el mismo Hunt, obligándolo a tirarse debajo del escritorio", explica el contraalmirante argentino.
 
"Por esa razón, cuando llegué al despacho de Hunt, ya estaba decidido a rendirse y a mí me quedó sólo presionarlo un poco para que lo hiciera", añade Büsser.
 
Diversas fuentes históricas sobre este hecho coinciden que fue a las 8:00 del 2 de abril de 1982 cuando se dio la rendición y la fuerza militar argentina asumió el control. Es decir, unas 4 horas después del primer desembarco.
 
Giachino y otros dos efectivos argentinos estaban heridos cuando terminó el asalto. Giachino, de hecho, no sobreviviría convirtiéndose en la única baja de la operación.
 
"Ellos estuvieron en esa situación por cumplir mis órdenes (...) la imagen de esos tres heridos me acompañará por siempre", afirma Büsser.
 
A los isleños se les dio la instrucción de mantenerse dentro de sus hogares y en caso de necesitar comunicarse con un efectivo argentino debían poner un trapo blanco en la puerta.
 
"La señora operadora de la central telefónica colocó el mencionado trapo para informar que tenía que cumplir un turno a las doce horas. Un soldado la acompañó a la oficina respectiva donde llegó puntualmente a horario", asegura Büsser.
 
Las tropas del contraalmirante tenían la misión de tomar las islas y de regresar al continente lo más pronto posible. Efectivos del ejército -principalmente conscriptos- serían los que quedarían en las islas.
 
"Algunas de las tropas de desembarco durmieron esa misma noche (del 2 de abril) en Mar del Plata. El último soldado se replegó en avión antes del mediodía del 3 de abril", afirma el militar.
 
Durante la operación de retorno a Argentina, Büsser recuerda que se dio un episodio sorprendente.
 
"Recibí por radio un pedido desde uno de los vehículos informándome que habían sido invitados a entrar a una casa para tomar una taza de té. Contesté negativamente".
 
"Al poco rato salió una señora con una gran bandeja que invitó a las tripulaciones que estaban en los vehículos a tomar el té ofrecido. Creo que esta conducta de buena relación recíproca era el resultado del comportamiento respetuoso de mis hombres", aseveró Büsser.
 
Al consolidarse la presencia del ejército argentino en las islas, surgieron posteriormente quejas y reclamos de los isleños por presuntos maltratos, o por sencillamente la molestia de estar bajo las órdenes de un contingente militar de ocupación.
 
No obstante, Busser alega constantemente que al menos en los 2 días que estuvieron en las islas sus tropas tuvieron un buen comportamiento con la población civil y los militares británicos que se rindieron.
 
"Creo que la decisión de recuperar Malvinas y las Georgias fue correctamente adoptada por el gobierno argentino. Si con posterioridad cometimos errores de ejecución y se perdió el enfrentamiento militar ello no le quita valor al mensaje que para siempre envió Argentina al gobierno británico, sobre nuestra determinación de recuperar las islas", afirmó Büsser.
 
El recuerdo
 
El 25 de marzo el general de división Osvaldo Jorge García, como comandante del Teatro de Operaciones Malvinas, dio órdenes de ejecutar el plan de operaciones.
 
El 26 de marzo, una importante fuerza naval argentina abandonó Puerto Belgrano bajo la apariencia de disponerse a realizar unas maniobras con la flota uruguaya. Sin embargo, dirigieron sus pasos hacia las islas Malvinas.
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El día 30, la inteligencia británica notificó al gobernador Rex Hunt que se trataba de una amenaza real y que se esperaba la invasión para el día 2 de abril. 
 
Hunt reunió a sus pocas tropas y les encomendó la defensa de las islas. 
 
En la mañana del 01/04/1982, apagaron el faro e inutilizaron el pequeño aeropuerto local y sus radiobalizas. Ese mismo día el general García, debido a las malas condiciones meteorológicas reinantes, postergó un día la operación de desembarco, fijando como día “D” al 2 de abril y como hora “H” las 06:00.
 
El 01/04, a las 21:18, el primer grupo de botes se desprendió del D-2: 84 comandos anfibios y buzos tácticos bajo el mando del Capitán de Corbeta Guillermo Sánchez-Sabarots. 
 
A las 22:45, el grueso de la Agrupación de Comandos Anfibios salió del buque en 19 embarcaciones destacándose, inmediatamente, el destructor en su zona de patrullado. 
 
Desembarcaron en Mullet Creek sobre las 23:00. 
 
A esa misma hora, el submarino ARA Santa Fe (S-21) libró a otros 10 buzos tácticos para colocar balizas de radionavegación y ocupar el Faro San Felipe (Pembroke). Cuando el ARA Santa Fe (S-21) emergió, fue detectado por el radar de navegación del buque costero Forrest dándose inicio a las hostilidades. 
 
A las 23:40 en la zona del aeropuerto se observó una bengala verde y al poco tiempo fue apagado el Faro San Felipe.
 
A la 1:30 del 02/04, los hombres de Sánchez-Sabarots se dividieron en 2 grupos: 
 
> el primero, comandado por él mismo, se dirigió a los barracones de la infantería de marina británica en Moody Brook para atacarlos; 
 
> el segundo, bajo el mando del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giachino, avanzó hacia Puerto Stanley con objeto de tomar las oficinas del Gobernador y capturarlo.
 
A la 1:55, el submarino ARA Santa Fe (S-21) salió a la superficie, frente a Punta Calebroña y lanzó sus Buzos Tácticos a unos 3.000 m del Faro San Felipe, que se encontraba apagado, alejándose, luego, a máxima velocidad en superficie, para regresar a su lugar de patrulla. Pero los británicos, sobre aviso, habían evacuado los barracones y estaban desplegados en posiciones de combate para defender la localidad.
 
A las 4:20, el destructor ARA Hércules (D-1) izó su Pabellón de Guerra y comenzó su patrullado en Puerto Groussac, protegiendo a la iniciación de la fase de asalto, la aproximación del BDT ARA Cabo San Antonio (Q-42) y de la corbeta ARA Drummond (P-1). 
 
A las 5:45, la Fuerza de Desembarco de Sánchez-Sabarots abrió intenso fuego automático y de granadas sobre los barracones donde suponían a los infantes de marina británicos. A los pocos minutos, descubrieron que nadie devolvía el fuego (estaban vacíos). El ruido, por el contrario, alertó al mayor Norman —que dirigía a las fuerzas británicas— de que los argentinos habían llegado.
 
Cerca de las 6:00 se apagaron las luces de la bodega del BDT, se abrieron las compuertas de proa y se pusieron en marcha los enormes extractores de gases.
 
A las 6:22, llegó la orden "¡Primera ola al agua!" y, desde el BDT ARA Cabo San Antonio (Q-42), comenzaron a desembarcar los vehículos anfibios, con fuerzas del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino. 
 
El ARA Cabo San Antonio (Q-42) libró la compañía E de vehículos anfibios LVTP-7 y LARC-5 del 2º de Infantería de Marina, orientándose con las balizas que habían colocado los buzos tácticos del ARA Santa Fe (S-21). 
 
La primera oleada, bajo el mando del capitán de corbeta (IM) Hugo Santillan, llegó a tierra y tomó la dirección del aeropuerto. 
La compañía "D" desembarcó poco después para ocupar el faro.
 
A las 6:30, desde el D-2, se irradió un comunicado en el que intimaba a la población a no ofrecer resistencia para evitar derramamiento de sangre.
 
El grupo de Giachino, la avanzada de las fuerzas argentinas, se dirigió a la casa del Gobernador, invitándole a la rendición. Al no recibirse respuesta, entraron al anexo de los sirvientes, donde se había atrincherado un grupo de Marines Reales, entablándose un combate. Comenzó un tiroteo generalizado, donde se produjo la primera baja del conflicto, el CCIM Pedro Giachino, que fue herido mortalmente; fueron también alcanzados por las esquirlas y resultaron heridos de gravedad, el Teniente de Fragata Diego García Quiroga y el Cabo Primero Ernesto Urbina. 
 
El resto de sus hombres se replegaron, aunque mantuvieron el asedio sobre la sede del gobierno británico, disparando desde una posición elevada ubicada al sur de la misma.
 
Los constantes cambios de posición de los comandos y el uso de granadas de aturdimiento hicieron creer a los defensores que estaban bajo el ataque de una fuerza numéricamente muy superior a la real, lo cual resultó decisivo para obtener su rendición. 
 
A los pocos minutos, aterrizó el primer Lockheed C-130 Hércules de la Fuerza Aérea Argentina en el Aeropuerto de Puerto Stanley.
 
Cuando la compañía E llegó a las proximidades del viejo aeropuerto, sufrió el primer ataque de la infantería de marina británica. Un blindado LVTP-7 fue averiado por disparos de una ametralladora, pero la tripulación resultó ilesa. 
 
El contraalmirante Busser, responsable del desembarco, comenzó a preocuparse: las tropas blindadas aún no habían entrado en contacto con los comandos, y la resistencia británica era más intensa de lo esperado. 
 
Ordenó entonces que una compañía del Batallón de Infantería de Marina 1 con lanzacohetes de 105 mm fuesen helitransportados a la costa.
 
A las 8:30, el gobernador Hunt y el mayor Norman, sitiados y bajo presión, debatieron qué hacer. Se sugirió dispersarse por el interior para iniciar una guerra de guerrillas, pero, finalmente, creyéndose rodeados por un batallón de Infantería de Marina, decidieron que este plan de acción no tenía sentido.
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Hicieron traer a Héctor Gilobert, un argentino residente de las islas al que consideran un espía, y le encargaron negociar el alto el fuego. 
 
A las 9:30, el gobernador Hunt rindió las islas Malvinas al contraalmirante Busser. Un avión de transporte militar argentino llevó a Hunt a Montevideo, desde donde se dirigió a Londres.
 
Utilizando el helicóptero Westland Lynx Mk.23 0739/3-H-141, desde el ARA Hércules (D-1), se trasladó al abanderado de la Flota de Mar, el Teniente de Fragata Martín Cazaux, para afirmar el pabellón en Puerto Stanley (posteriormente, llamado Puerto Argentino).
 
Cumplida su tarea por la Fuerza de Desembarco, algunas de sus fracciones se encontraban listas para el repliegue al Continente, que comenzó el mismo 2 de abril.
 
Los héroes
 
El relato de Büsser sobre el comportamiento argentino en el inicio del conflicto coincide con el texto del libro Batallas de Malvinas.
 
Publicado en 2007, y relanzado en 2012 por Editorial Aguilar, Batallas de Malvinas, del historiador y periodista Pablo Camogli, menciona la tendencia a sobredimensionar los errores de la conducción del conflicto "porque el mismo gobierno nacional tiene esa visión, de que la guerra no fue más que un episodio de locura militar; se descontextualiza Malvinas y se analiza el conflicto como si todo hubiera empezado el 2 de abril, dejándose de lado los antecedentes previos".
 
"Todavía está muy presente en el relato lo de denigrar a la conducción militar argentina", agrega. "Es verdad que estratégicamente la conducción fue muy mala. Pero en el plano táctico, muchos oficiales tuvieron una distinguida actuación y me interesaba que en mi libro figuraran sus actos de valentía, que tuvieran su reconocimiento, aunque eso por supuesto no implica reivindicar a la dictadura".
 
De acuerdo a su punto de vista, "A la tradicional división entre ejército, armada y aviación en las fuerzas armadas suele sumarse un cuarto grupo que, si bien jerárquicamente dentro de la Marina, funciona con gran autonomía y con códigos de conducta propios. Ese grupo es la Infantería de Marina, la que tendrá una destacada actuación durante todo el conflicto. Serán sus grupos comandos los primeros en pisar las Malvinas en la madrugada del 2 de abril, mientras que a los batallones nº2 y nº1 les cabrá la responsabilidad de consolidar la operación de recuperación de las islas. Finalmente, el BIM 5 será el último contingente argentino en rendirse el 14 de junio".
 
Un planteamiento estratégico absurdo, basado en falsas premisas -los ingleses no reaccionarían, los estadounidenses serían neutrales-; la ausencia de un comando conjunto centralizado, pero también una tenaz resistencia a la hora del cuerpo a cuerpo; ésas son algunas de las conclusiones a las que llega este historiador.
 
"En resumen, escribe, se podría definir que en 1982, en el campo político, se actuó estratégicamente bien (la recuperación de las Malvinas, para nuestro país, está en ese plano), pero tácticamente de forma errónea (no era el momento ni la forma de recuperar las islas); mientras que en el aspecto militar se planificó estratégicamente mal ('ocupar para negociar'), y se ejecutó tácticamente bien (las tropas que pelearon lo hicieron con acierto, más allá del resultado final). (...) A la hora de la lucha cuerpo a cuerpo, se ofreció una tenaz resistencia contra el tercer ejército más poderoso del mundo; me atrevo a decir que en las Malvinas se peleó bien".
 
Pero la sociedad argentina segregó a sus combatientes. "La designación de chicos de la guerra no sólo los regresaba a su minoridad bélica o prebélica, sino que los convertía 'en víctimas de sus superiores -no del enemigo británico-, precisamente por los abusos de autoridad, las privaciones impuestas y la deficiente capacitación para enfrentar a un enemigo de tamaña envergadura'", señala Camogli, citando el texto de Rosana Guber (¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda, FCE, 2001).
 
"Luego se produjo una identificación de la guerra con la dictadura militar. (...) Fue la propia sociedad la que terminó cubriendo con un manto de neblina la historia de la guerra. De esa manera se fue gestando el proceso de 'desmalvinización'. (...) La sociedad  ha desconocido hasta su propia participación en el conflicto", agregó.
 
Un dato: "Se puede afirmar que los oficiales murieron combatiendo junto a sus soldados en una proporción similar" (el 9,5% de los muertos en Malvinas fueron oficiales, el 40% suboficiales, el 48,5% soldados, y el 2% civiles).
 
Otro dato: Los suicidios fueron 350 entre los argentinos y 300 entre los británicos. 
 
Camogli: "Pasó algo que no podemos comprender. La batalla cuerpo a cuerpo. Matar a bayonetazos no es lo mismo que matar a distancia. Y ni siquiera los británicos estaban acostumbrados a este tipo de enfrentamiento".
 
"A la mayoría los esperaba la frialdad de la sociedad y la de sus propios camaradas de armas. Salvo en el caso de los infantes de marina, que fueron recibidos con honores por su jefe, el contralmirante Carlos Büsser [comandante de la fuerza de desembarco], al resto de las tropas no los recibió ninguna autoridad de importancia, ni se les permitió a las familias esperar a sus héroes", concluyó.

 

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