BIOS PRESIDENCIALES

Enseñanzas de Johnson para Obama

Saliendo de las sobras de John F. Kennedy, Lyndon Johnson ejerció el poder sin piedad con grandes resultados para los liberales. David Frum de Newsweek nos cuenta lo que el presidente de USA podría aprender de la nueva biografía de Robert Caro.

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Cuenta David Frum de Newsweek que los grandes trabajos de la historia no se refieren sólo al pasado.
 
El cuarto volumen de la gran biografía de Robert Caro acerca de Lyndon Johnson -El Paso del Poder-cuenta una historia de al parecer hace mucho tiempo. Página tras página evoca un mundo desaparecido: un mundo en el que los sindicatos tenían poder y los comedores estaban segregados. Sin embargo, también es un mundo muy familiar para nosotros: un mundo en el que los problemas nacionales urgentes pasan año tras año sin resolverse y donde los estadounidenses se ven desesperados por la parálisis de su gobierno.
 
Este cuarto volumen pone de relieve un momento cuando, de repente, aquel gobierno se movió, rápido y con decisión. Durante los 3 años de la presidencia de John F. Kennedy, la causa de los derechos civiles avanzó hacia adelante por centímetros, si es que en algo hicieron. De repente, Kennedy estaba muerto y 7 meses más tarde, también lo estaba la segregación racial legal.
 
A día de hoy, la mística de John F. Kennedy perdura. Un tercio de los estadounidenses considera a Kennedy como un gran presidente, y los historiadores profesionales suelen concederle generosos elogios. Y, sin embargo, al día en que fue asesinado, el presidente Kennedy había logrado asombrosamente poco de su programa nacional. Podría plausiblemente afirmar que ha prevalecido sobre los soviéticos en Cuba y Berlín. Sin embargo, en el Congreso, fueron sus oponentes los que le habían vencido, mientras sus oponentes más efectivos se encontraban dentro de su propio partido, los demócratas conservadores del sur que controlan los puntos de conmutación de poder en la Cámara de Representantes y el Senado.
 
Fue el sucesor en suerte de Kennedy quien transformó la fuerte retórica de Kennedy en realidad jurídica. Fue Johnson, no Kennedy, quien impulsó en el Congreso las leyes que terminaron con la segregación legal en el Sur. Fue Johnson, no Kennedy, que ganó le dio a los negros el derecho a votar. Fue Johnson, no Kennedy, quien creó Medicaid y Medicare. Fue Johnson, no Kennedy, quien protegió los ríos salvajes. Fue Johnson, no Kennedy, quien impulsó el gran recorte de impuestos que lleva el nombre de Kennedy hasta la fecha.
 
Para nadie, tal vez, sea esta historia más difícil que para el propio Robert Caro. En sus mas de.500 páginas de poderosa prosa, Caro ha mostrado un Lyndon Johnson en su mayor intimidad. Se lo puede conocer mejor gracias a la investigación de Caro hecha sin remordimientos –algo que cualquier contemporáneo de Johnson solo podría haber soñado. No es una imagen atractiva. El Johnson de Caro es un matón y un fanfarrón, un manipulador, un hombre de malas costumbres personales y peor ética para los negocios.
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Y es este carácter monstruoso quien mejor interpreta los ideales liberales, mas que cualquier otro político en los tiempos modernos, Franklin Delano Roosevelt incluido-y mucho más que el encantador pero inefectivo JFK.
 
En una historia rica en drama por la tensión entre el autor y Johnson y su reverencia por los logros del presidente.
 
¿Cómo lo hacía Johnson? Caro nos cuenta algo que puede desconcertar: no lo hacía inspirando o exhortando. Lo hacia mediante la movilización del poder político, en una escala y con una crueldad que podría decirse que superó todos los otros presidentes, antes y después.
 
Para intensificar este mensaje, Caro estrecha su enfoque. El cuarto volumen cubre una gama inesperada de años-el período comprendido entre la primavera de 1959 y la primavera de 1964: a partir de la irregular y fallida candidatura de Johnson a la nominación Demócrata en 1960 a su paso triunfante por la ejecución de los planes de Kennedy hasta justo antes de que Johnson lanza su propia campaña por la relección en 1964, y dejando lo sucesivo a un futuro libro de Caro donde se reserva la mayor parte de la presidencia de Johnson.
 
El libro también ofrece una mirada a los 3 años humillantes de Johnson como vicepresidente, cuando él se encontraba aislado, menospreciado, y en última instancia, amenazado (como argumenta convincentemente Caro) por la exclusión de la boleta de 1964, y los 7 meses en los que Johnson aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la reducción de impuestos "Kennedy". En estos 7 meses, Johnson ejerció el poder de una manera que pocos presidentes alguna vez se animaron probar, y que definitivamente nunca hizo John F. Kennedy.
 
Como lo dice Caro, Johnson comprendió al instante cómo había que aprovechar políticamente el dolor público por la muerte de Kennedy. Johnson no era lo suficientemente imprudente como para decir en voz alta, "Nunca dejes que una buena crisis se eche a perder", pero ciertamente actuaba sobe la base de esa máxima.
 
Johnson lideró la nación en su duelo por Kennedy en la apertura de su primer discurso ante el Congreso: "Todo lo que tengo con gusto habría dado para no estar aquí hoy". Luego se aferró a una sólo de las tantas promesas incumplidas de Kennedy para convertirlo en el único réquiem posible y apropiado. Johnson eligió los derechos civiles, su pasión (mucho más que lo que había sido para Kennedy). "[Ningún] elogio podría más elocuente para honrar la memoria del presidente Kennedy que aprobar lo antes posible el proyecto de ley de derechos civiles por la que luchó tanto tiempo". Entre líneas: Kennedy tuvo que luchar tanto tiempo para que ese proyecto de ley se apruebe porque no peleaba ni de manera próxima lo eficazmente que lo hacía su sucesor. 
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Caro cita las propias palabras de Johnson, en conversaciones años más tarde con Doris Kearns Goodwin: "Todo lo que había aprendido en los libros de historia era que los mártires mueren por sus causas. John Kennedy había muerto. Sin embargo, su "causa" no estaba muy clara. Ese era mi trabajo. Tuve que tomar el programa de un muerto y convertirlo en la causa de un mártir".
 
Después de haber elegido su causa, Johnson comenzó a afirmar su autoridad. Los demócratas conservadores que dominaban el Congreso en la década de 1960 habían percibido como débil a Kennedy. Lo enfrentaron y por lo general le vencían. A los pocos días de asumir el cargo, Johnson buscó la manera de devolver el golpe y encontró su oportunidad en una batalla sobre las exportaciones de granos a la Unión Soviética. Los conservadores en el Congreso habían introducido una enmienda que limitaba la autoridad presidencial para permitir tales ventas.
 
Como Caro escribe: "Espero que [ley] sea asesinada" -gruñó Johnson, y, sentado en la Oficina Oval, siguió llamando senador tras senador, engatusando, intimidando, amenazando, encantando, incluso mucho después de contar con la mayoría. El voto debía ser abrumador, Había que enseñarle una lección al Congreso. La lección fue aprendida.
 
Como consecuencia,  Johnson se puso a trabajar en la construcción de su propia coalición en el Congreso. Desde las elecciones de 1938, el Congreso había tenido a veces una mayoría republicana y, a veces una mayoría demócrata, pero siempre fue una mayoría conservadora. Los demócratas del Sur y los republicanos del Medio Oeste trabajaban juntos, contra los miembros del norte y de California de sus propios partidos.
 
Para aprobar la legislación de derechos civiles, Johnson reunió a una nueva mayoría de republicanos y liberales demócratas -proporcionalmente más republicanos que demócratas. Esa aritmética hizo el líder republicano del Senado, Everett Dirksen, indispensable para Johnson y Johnson prefirió pagar el precio por el apoyo de Dirksen. Como Johnson le dijo al miembro informante de la ley de derechos civiles en el Senado, Hubert Humphrey, en una conversación telefónica grabada: "Usted tiene que permitirle tener un poco de acción. Tiene que verse bien todo el tiempo".
 
Cuando Dirksen pareció ceder a las presiones conservadores de su propio partido en la primavera de 1964, Johnson y Humphrey no lo enfrentaron. Por el contrario, Humphrey trabajado aún más duro para atraer a Dirksen. Al aparecer en Meet the Press en la NBC , Humphrey insistió: "Él [Dirksen] es un hombre que piensa en su país antes que su partido... y creo sinceramente que cuando el Senador Dirksen tenga que afrontar el momento de la verdad… no se hará esperar”.
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En una llamada telefónica a Humphrey después del programa, Johnson le dijo: "Muchacho, ¿eso estuvo bien?... lo estás haciendo en estos momentos. Búscalo a Dirksen, bebe con Dirksen, hable con Dirksen, escúchelo a Dirksen! "
 
Al mismo tiempo que Johnson cortejaba a opositores republicanos, también se ganaba el apoyo de los demócratas refractarios. Los keynesianos liberales en el gobierno de Kennedy querían estimular el crecimiento económico con una fuerte reducción de impuestos. Pero los conservadores del Sur que presidian los comités pertinentes del Senado no creían en Keynes. Preferían las lagunas fiscales y las excepciones para los grupos más favorecidos que los recortes de impuestos que beneficiarían a todos en general. Este esquema lo favorecían tanto republicanos como demócratas.
 
El más obstinado de los conservadores sureños fue Harry Byrd de Virginia, presidente del Comité Senatorial de Finanzas. Byrd nunca dijo "no". Simplemente no actuaba. La gente de Kennedy estaba convencida que estaban gradualmente coptando a Byrd para que finalmente actuase antes de noviembre de 1964. Johnson sabía que se estaban engañando. 
 
Johnson había cultivado una relación con Byrd durante años cuando sirvieron juntos en el Senado. Lo halagaba escandalosamente. Asistió al funeral de la hija amada de Byrd –sólo 2 senadores lo hicieron-. Y se enteró de la demanda de Byrd: un presupuesto que recorte el gasto por debajo de los US$ 100 mil millones, y Byrd cedería a la reducción de impuestos.
 
Los keynesianos liberales desdeñaron la insistencia de Byrd por un recorte del presupuestario. Pero la demanda de Byrd era el precio de la reducción de impuestos, al hombre que tiene el poder para entregar ese recorte. Johnson lo hizo posible.
 
Harry Byrd fue el primer senador invitado a comer con el nuevo presidente en la Casa Blanca. Byrd llegó en el coche de la Casa Blanca que había sido enviado en su busca. Y cuando el número de presupuesto exigido por Byrd finalmente llegó, así fue como Johnson le dio la noticia: "Tengo una sorpresa para ti, Harry. Tengo la maldita cosa abajo en cien mil millones... mucho menos. Es sólo 97,9 mil millones. Ahora puedes decirle a tus amigos que obligaste al Presidente de USA a reducir el presupuesto antes de que le permitas recortar impuestos”. 
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Si el precio para ser ganador es parecer un perdedor, Johnson lo pagaría.  Y así fue como con su habilidad para mostrar afecto y respeto por un hombre mayor pudo obtener al imposible Harry Byrd de su lado para quebrar un bloqueo que hasta el 22 de noviembre de aquel año era irrompible. 
 
Al igual que su rival Robert Kennedy, Johnson no solo sabia tratar a las personas. También conocía las reglas. 
 
“Pasaje de Poder” es probablemente un poco menos satisfactoria que los volúmenes anteriores pero es la continuación de una saga que presumiblemente termine en su quinta entrega donde el tema casi excluyente será Vietnamen la conclusión de, sin duda, la mejor biografía escrita de Johnson.
 
Sin duda un documento esencial como punto de inflexión en la historia estadounidense. También es un incisivo retrato de un gran hombre terrible y fascinante que  de repente le dio la oportunidad a su país de reinventarse. Ese es el desafío para Obama.
 
“The Passage of Power” se publicará en USA el 1/05 por Knopf.

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