SEMANA DE MAYO

Miércoles 23/05/1810, una Revolución en peligro

Día de transición pero muy importante fue el miércoles 23/05/1810, el día después del Cabildo Abierto y el día antes del decisivo día 24. Aquí los hechos:

 

La cronología de aquella semana de mayo de 1810, es la siguiente:
 
Viernes 18: El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros publica un bando en el que pide al pueblo que se mantenga fiel a España, que había sido invadida por los franceses.
 
Sábado 19: Los criollos (nacidos en el Virreynato) piden a las autoridades que se les permita realizar un Cabildo Abierto para tratar la situación.
 
Domingo 20: El virrey recibe a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trata la convocatoria del Cabildo Abierto.
 
Lunes 21: El Cabildo invita a los principales vecinos a reunirse el día 22, en Cabildo Abierto.
 
Martes 22: El Cabildo abierto abrió el debate por la mañana, y pretendía decidir acerca de la permanencia o no de las autoridades españolas al frente del Virreynato. 
 
Uno de los oradores fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, quien sostuvo una defensa extrema de la sujeción a la Corona española:
 
"No solamente no hay por qué hacer novedad con el virrey, sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese sojuzgada, los españoles que se encontrasen en la América deben tomar y reasumir el mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de los hijos del país cuando ya no hubiese un español en él. Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano."
 
Juan José Castelli habló a continuación, y sostuvo que los pueblos americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando VII de regresar al trono.
 
Su argumento fue que, desde la salida del Infante don Antonio, de Madrid, había caducado el Gobierno Soberano de España, que ahora debía considerarse haber expirado con la disolución de la Junta Central, porque, además de haber sido puesta en duda por el pueblo de Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del Supremo Gobierno de Regencia; ya porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no podían delegarse.
 
Pascual Ruiz Huidobro expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y que, en su función de representante del pueblo, el Cabildo debía asumir y ejercer la autoridad.
 
El fiscal Manuel Genaro Villota, representante de los españoles más conservadores, señaló que la ciudad de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del debate a las demás ciudades del Virreinato porque ello rompería la unidad del mismo, y establecería tantas soberanías como pueblos. 
 
Juan José Paso le dio la razón en el primer punto, pero adujo que la situación del conflicto en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas prosiguieran conquistando las colonias americanas demandaban una solución urgente. Paso adujo el argumento de la hermana mayor, por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de realizar los cambios que juzgaba necesarios y convenientes, bajo la expresa condición de que las demás ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor brevedad posible.
 
El cura Juan Nepomuceno Solá opinó que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en forma provisional, hasta la realización de una junta gubernativa con llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato.
 
El comandante Pedro Andrés García, amigo de Saavedra, explicó: "Que considerando la suprema ley la salud del pueblo y advertido y aun tocado por sí mismo la efervescencia y acaloramiento de él con motivo de las ocurrencias de la Metrópoli, para que se varíe el Gobierno, que es a lo que aspira, cree de absoluta necesidad el que así se realice, antes de tocar desgraciados extremos, como los que se persuade habría, si aún no se resolviese así en la disolución de esta Ilustre Junta; repite por los conocimientos que en los días de antes de ayer, ayer y anoche ha tocado por sí mismo, tranquilizando los ánimos de los que con instancia en el pueblo así lo piden".
 
Cornelio Saavedra también propuso que el mando se delegara en el Cabildo hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el Cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la siguiente frase: "(...) y no queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando". 
 
A la hora de la votación, Castelli adhirió a Saavedra.
 
Entonces, luego de los discursos, la votación fue por la continuidad del virrey, solo o asociado; o por su destitución. 
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La votación duró hasta la medianoche.
 
El Cabildo Abierto terminó muy tarde en la noche por lo que se decidió escrutar los votos al día siguiente. 
 
 
Miércoles 23: A las 10:00 se volvió a reunir el Cabildo ordinario. El recuento fue desfavorable al virrey. 
 
Por la destitución del virrey: 155 votos, distribuidos así:
 
Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: 4 votos.
Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: 18 votos.
Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: 20 votos.
Fórmula de Ruiz Huidobro: 25 votos.
Fórmula de Saavedra y Castelli: 87 votos.
 
Por la continuación del virrey, solo o con asesores: 89 votos.
 
No votaron: 27 personas.
 
Los miembros del Cabildo Ordinario, Manuel José de Ocampo y Tomás Manuel de Anchorena, le comunicaron a Cisneros que había cesado en el cargo.
 
Según la mayoría, el cargo debía quedar en manos de una Junta de Gobierno, a nombre de Fernando VII.
 
Sin embargo, la falta de unidad en las ideas quiso ser aprovechada por los síndicos, favorables a la continuidad del virrey.
 
Así, pese a lo convenido, el comunicado del Cabildo fue:
 
“El excelentísimo señor virrey debe cesar en el mando y recaer éste provisionalmente en el excelentísimo Cabildo, con voto decisivo del caballero síndico procurador general, hasta la erección de una junta que ha de formar el mismo excelentísimo Cabildo en la manera que estime conveniente, la cual haya de encargarse del mando mientras se congregan los diputados que se han de convocar de las provincias interiores para establecer la forma de gobierno que corresponda”.
 
El síndico procurador general era Julián de Leyva, quien defendía la permanencia del virrey. Su objetivo era nombrar una Junta presidida por Cisneros.
 
Así quedaba desarticulado el resultado de la votación de la noche anterior. 
 
Además, se suspendió una reunión prevista para las 15:00, y se avanzó en la formación de una Junta de Gobierno.
 
Cisneros, más cauteloso que Leyva, pidió que se consultara a los comandantes militares sobre esta decisión, si bien no dejó de aceptar por escrito la propuesta.
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Los comandantes respondieron que debía hacerse público que el virrey había cesado en su cargo, y que el Cabildo asumía el gobierno.
 
Pero el Cabildo ya trabajaba en la integración de la Junta de Gobierno, que propiciaba integrada en su mayoría por españoles peninsulares, o sea nacidos en España, y minoría de criollos: sólo Saavedra y Manuel Belgrano representarían a los nacidos en el Virreynato del Río de la Plata.
 
Comenzó a convocarse la movilización de los criollos. De boca en boca, la gente inició su convergencia a la plaza a esperar que se hiciera público lo decidido en el Cabildo abierto del 22/05.
 
Saavedra y Belgrano acudieron al Cabildo a dar a conocer el descontento de la gente por la desinformación. La gente quiere que se haga pública la destitución del virrey. Toda la ciudad sabía que la mayoría había votado eso.
 
Entonces, ambos se enteran que la demora es porque, en forma simultánea, se quiere anunciar la composición de la junta. Los dos rechazan integrarla, y aconsejan que se difunda la destitución de Cisneros, y que se deje para el día siguiente lo demás. Ellos agregan que la gente rechazará los otros nombres elegidos para formar la junta.
 
El Cabildo publicó el bando, con la autorización del virrey, dando a conocer que Cisneros ya no era más el virrey. Pero antes de publicar el bando, el Cabildo le prohibió al administrador de correos que dejara salir comunicaciones desde Buenos Aires hasta nuevo aviso. O sea, no querían que se supiera en otras localidades del Virreynato sobre la deposición de Cisneros.
 
Leyva todavía confiaba en concretar su contrarrevolución.

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