JOSÉ IGNACIO RUCCI

Los asesinatos de ellos prescriben, los de los otros son lesa humanidad

El juez federal Ariel Lijo no quería problemas con una causa 'envenenada': varios de los potenciales acusados se encuentran con vida y en libertad, algunos con cierta influencia en la Administración del Estado, segun se dice. Por lo tanto Lijo decidió que el asesinato de José Ignacio Rucci, ocurrido el 25/09/1973, no es un delito de lesa humanidad, por lo cual la causa debe considerarse prescripta. El homicidio "obedeció a razones políticas" en el marco de "un ataque a la burocracia sindical", y fue perpetrado por la por entonces organización político-militar Montoneros, hoy tan reivindicada por el kirchnerismo cristinista. Pero consideró que no está probado que hubo participación estatal, por lo cual no es "terrorismo de Estado", y entonces no es un caso de "lesa humanidad" y no se le aplica la cláusula de imprescriptibilidad.

 

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El asesinato de José Ignacio Rucci tuvo varias investigaciones recientes, que reunieron testimonios importantes.
 
Primero fue Juan Bautista Yofre, en su libro Nadie Fue, del que se reproduce un fragmento del Capítulo 6:
 
"(...) 25 de septiembre de 1973. Asesinato del secretario general de la CGT, José Rucci. Su carrera gremial se desarrolló dentro de la UOM. Le tocó presidir el retorno de  Perón a la Argentina, el 17 de noviembre de 1972. A diferencia de Vandor, Rucci nunca tuvo un gesto de independencia frente a las directivas de Perón. Apoyó la candidatura de Héctor J. Cámpora a la presidencia en marzo de 1973. Cuando la gestión de Cámpora se hizo ingobernable – con el pleno respaldo del sector peronista de izquierda – Rucci pronunció una de sus frases más postreras. Se presentó en la sala de prensa de la Casa Rosada y dijo: “Se terminó la joda”. Horas más tarde, Cámpora renunció. Nunca fue perdonado. Su asesinato llevó el nombre “Operativo Traviata” (por el anuncio de las galletitas Terrabussi de “los agujeritos”). Intervinieron en el atentado, con la conformidad de la conducción de Montoneros, entre otros, Horacio Mendizábal, Roberto Cirilo Perdía, Norberto Habberger, Francisco Urondo, Juan Julio Roqué, Julio César Urien y Lidia Mazzaferro. Las tareas de “inteligencia” les demandó unos cuatro meses de relevamientos, a las órdenes de Antonio “Nelson” Latorre o “Pelado Diego”, Miguel Ángel Castiglia y Rodolfo Walsh (“Esteban” o “Doctor Neurus”). El asesinato de Rucci se realizó dos días más tarde de la elección que llevó a Juan Domingo Perón a la presidencia de la nación por tercera vez. Cuando se enteró se lo vio conmovido. Dijo: “Me cortaron las piernas”. Años más tarde, el diputado nacional Miguel Bonasso , reconoció que el asesinato de José Ignacio Rucci había constituido un error de su organización.  
 
"(...) El 25/05/1975 se llevó a cabo en la Catedral Metropolitana una misa en memoria de José Ignacio Rucci, al cumplirse dos años de su asesinato. Encabezando la ceremonia, asistió el presidente interino. La homilía la pronunció monseñor Daniel Keegan. La sorpresa fue general cuando el alto clérigo contó que los sacerdotes están asistiendo en los últimos tiempos “a pobres seres desgraciados que se les presentan a decir: ‘Padre ¿qué debo hacer? He participado en torturas y muertes de mis semejantes, dígame ¿qué puedo hacer?’”. Los diarios de ese día aparecieron con grandes solicitadas de las “62 Organizaciones” y la CGT en las que se rendían tributo a José Ignacio Rucci.
 
Osvaldo Agosto se reconoce un histórico del peronismo. A decir verdad no es tan viejo. Lo que sucede es que es un “veterano” porque comenzó a militar casi de pantalones cortos. Conoce los vericuetos de la “resistencia peronista” como pocos. La de fines de los  cincuenta, los sesenta y comienzo de los setenta. Siempre en la misma vereda, la del peronismo ortodoxo, el de Juan Domingo Perón: 
 
“Recuerdo una reunión que organicé yo y que presidió José Rucci con todos muchachos de la JP, que serían todos montoneros. Los fui a buscar a la facultad de Ingeniería y Derecho. En esa reunión, Rucci les dijo lo siguiente: ‘Miren muchachos, yo les quiero decir lo siguiente, si a mí Perón me manda que gire a la derecha yo giro a la derecha, si me manda que gire a la izquierda yo giro a la izquierda. Así que si ustedes tienen algo que decirme a mí no me lo digan a mí porque yo hago lo que quiere Perón. ¿Me entendieron?’ Al poco rato de esa definición yo tuve que partir. El doctor Pozzo se quedó acompañando a Rucci. Lo único que puedo asegurar es que los tipos se fueron impactados por los que les dijo Rucci.
 
En el último discurso que pronunció Rucci, en el que colaboró Julio Bornick, demostró que quería integrar a la mayor cantidad de cuadros peronistas. ‘Borrón y cuenta nueva, vamos adelante con Perón’. En el discurso  sobrevoló un espíritu muy raro, tenia la clara sensación de que iban a atentar contra su vida. Le llegaban amenazas por carta y llamados telefónicos. El no iba a ir a la casa el día que lo mataron. Se iba a quedar a dormir en la CGT, pero lo llamó el hijo (iba a ser su cumpleaños) y fue. De todas maneras si no era ese día iba a ser otro. El fue un tipo de lucha. Quería verles la cara a esos “bolches hijos de puta” que lo querían matar. Tenían un odio inexplicable.”
 
-¿Estuviste con Rucci el día del atentado?
 
“Ese día fui a su casa a las 10 de la mañana . Rucci ya había grabado en una cinta el discurso que pensaba dar a publicidad y le hicimos unos retoques. Fui a su casa en taxi y cuando estoy llegando vi un tipo en la esquina que desapareció. Me cuestioné a mi mismo por el mal presagio, pensé en mi paranoia. Tomamos unos mates, repasamos el discurso, cuando llegan los muchachos a buscarlo en tres autos, Rucci dice “bueno vamos”. Cuando estamos saliendo suena el teléfono y me dice “anda, anda, sigan el auto en el que voy yo  que vamos a ir a un canal de televisión”. Cuando estoy entrando a la habitación donde estaba el teléfono siento la primera explosión, alcancé a tirarme contra la pared. No tenía nada para defenderme, llevaba los discursos y unas carpetas. 
 
“Había bronca con (José) Gelbard pero no iba a denunciar el Pacto Social como se dijo . Bueno, Gelbard andaba bien con los montoneros. Tampoco tuvo nada que ver Lorenzo (Miguel) como dicen otros. Lo que sí creo que Lorenzo Miguel tenía un pacto de no agresión con los montoneros. Te pongo un ejemplo: campaña Perón-Perón de septiembre de 1973. Desfile impresionante, nunca visto, por delante de la CGT. En el balcón: López Rega, ‘Isabelita’, Osinde, Lorenzo Miguel, Rucci. Cuando pasan los montoneros gritan ‘Rucci traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor’. Rucci se mete adentro, Lorenzo se quedó en el balcón, nadie criticó a Lorenzo Miguel. No hace falta ser muy inteligente. Eso me llamo muchó la atención.”
 
- ¿Rucci vivía preparado para morir?
 
“Nadie está preparado para morir, pero sabía que iban a atentar contra él. Y hay un detalle. A mí me cuidaba mucho, rara vez quería que viajara a su lado. El día que lo voy a buscar para ir a un programa de la televisión, al salir me preguntó: ¿A dónde tenemos que ir? A canal 13, le respondí. ‘Anda vos en el coche de adelante y yo te sigo, no vengas conmigo’. Está de testigo la señora, un día salimos de la CGT y nos cagamos a tiros.
 
José Rucci vivía en un cuarto en la terraza de la CGT. Allí vivía. Teníamos una vieja ametralladora antiaérea, a pedal, que le había regalado el hermano de Rosendo García, el dirigente que murió durante un tiroteo en la confitería “La Real” de Avellaneda. Si hubiera atacado un helicóptero no sé que hubiera pasado.
 
-¿Cuándo Perón aún vivía en Madrid, como hacía para comunicarse con Rucci?
 
"Generalmente, nos comunicábamos vía télex. Un día tenia que viajar a Madrid, Raimundo Ongaro, el jefe de la CGT de los Argentinos. Rucci hacía un informe semanal, o ante cualquier acontecimiento, y se lo mandaba a Perón. Cuando no había línea directa, íbamos al télex de avenida Corrientes y Maipú, porque Perón tenía una maquina en su casa. No existía internet, tampoco el fax, todo era más complicado. Entonces voy a escribir el télex donde se le informaba que estaba por viajar Ongaro y sutilmente le decía que si no lo recibía era mejor. No le decía que no lo recibiera. Entonces Perón, contesta en el acto, preguntando ‘¿el que firma se encuentra ahí?’ Yo por teléfono le pregunto a José (Rucci) y él me dice ‘sí decíle que sí ’. Entonces le escribo, ‘sí general estoy aquí’. De inmediato comienzan a saltar las teclas de la máquina y veo que Perón dice: ‘Me cuentan que Ongaro  está contra los militares, eso es bueno, mejor para nosotros. Me dicen que Ongaro cuenta que habla con Dios. Ahora, decíme José ¿si habla con Dios, para qué quiere hablar conmigo?’ “
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Reato
 
Osvaldo Agosto y otros amigos de Rucci aportaron información para el trabajo siguiente, el de Ceferino Reato.
 
Su libro, Operación Traviata, profundizó en la relación de Montoneros con el asesinato.
 
Es más: el fallo de Lijo menciona el libro de Reato como un motivo de la reapertura de la causa. En la investigación se logró descartar la participación de miembros de la denominada Triple A (nada nuevo lo de Lijo) y se estableció la posible responsabilidad de miembros de Montoneros en el homicidio del entonces secretario general de la Confederación General del Trabajo (tampoco nada nuevo de parte de Lijo).
 
Recuerdos complicados
 
 
La unidad básica de la Juventud Peronista ubicada junto al Bajo Flores tiene 'historia' a causa de una particularidad:  ese lugar sirvió de "central de comunicaciones" para el operativo montonero del asesinato de José Ignacio Rucci. 
 
En la fotografía, durante una reunión en 1973, si se observa bien, el 2do. de la izquierda es Horacio González, hoy director de la Biblioteca Nacional y conspicuo integrante del grupo Carta Abierta. En la extrema derecha, de bigotes y remera negra, aparece Alberto M. Camps y a su lado, tocándose la oreja con pañuelo en la cabeza, se ve a 'Anita' María Antonia Berger (María Antonia Bergard, pero rebautizada Berger), ambos sobrevivientes de Trelew y miembros importantes de Montoneros. 
 
Ella habría participado de la "junta" o "reunión de conducción" en la que se decidió asesinar a Rucci para presionar a Juan Domingo Perón.
 
La diputada nacional Claudia Rucci (Peronismo Federal) pidió a la Justicia que cite a declarar como testigos al director de la Biblioteca Nacional, Horacio González; al ex diputado Miguel Bonasso, y a Mario Firmenich, en la causa por el asesinato en 1973 de su padre, José Ignacio Rucci.
 
La presentación fue realizada ante el juez federal Ariel Lijo, quien investiga el homicidio de quien era secretario general de la Confederación General del Trabajo. La causa se reactivó cuando el periodista Ceferino Reato publicó el libro Operación Traviata, en el que señala como responsable del crimen a la organización Montoneros.
 
El juzgado investigó las pistas de Reato, pero puso en duda muchas de sus aseveraciones, aunque habría establecido que Montoneros estuvo detrás del homicidio, y no la Triple A.
 
Rucci fue asesinado el mediodía del martes 25/09/1973, cuando todavía vibraba el categórico triunfo de la fórmula presidencial Perón-Perón.
 
Sus asesinos le encajaron 23 balazos de grueso calibre.
 
Él era uno de los pilares del ambicioso proyecto de Perón, denominado Pacto Social (entre gobierno, empresas y trabajadores).
 
A principios de septiembre la organización Montoneros comenzó a analizar la posibilidad de matar a Rucci. Por casualidad sus aliados de FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) había descubierto a Rucci en el momento de salir de una casa en la calle Avellaneda 2953, del barrio porteño de Flores.
 
Según se publica en Wikipedia, a partir de los hechos de Ezeiza del 20/06/1973 existían en FAR Montoneros, 2 enfoques políticos: "movimientistas" y "militaristas".
 
El asesinato de Rucci marcó el predominio político del sector militarista dentro de la conducción montonera, que en ese momento estaba integrada por 8 miembros. 
 
De ellos, 4 (Firmenich, Hobert, Perdía y Yager) provenían de Montoneros. 
 
3 (Quieto, Roqué y Osatinsky) provenían de FAR.
 
Horacio Mendizábal, de Descamisados. 
 
No existe confirmación de que “orgánicamente" la totalidad de la conducción haya autorizado la ejecución. 
 
La ex militante de Montoneros y luego funcionaria durante los gobiernos de Carlos Menem y Néstor Kirchner, Alicia Pierini, afirmó en cierta ocasión que la fusión de FAR y Montoneros, que se hizo pública en octubre, no estaba concluída y no había una dirección conjunta para la fecha del asesinato por lo que Juan Julio Roqué, alias Lino, habría tomado la decisión de actuar "por la libre".
 
De acuerdo a Oscar Anzorena: “Este hecho establece un lugar de no retorno en las relaciones de Perón con los Montoneros. Esta metodología de apretar a Perón no sólo genera el efecto político contrario al esperado sino que franquea una frontera ética sustentada hasta ese momento por las organizaciones revolucionarias, ya que esta muerte al no ser asumida políticamente adquiere más características de asesinato mafioso que de ajusticiamiento revolucionario”.
 
Según el escritor Juan Gelman, que llegó a integrar la organización Montoneros, se pensó en presionar a Perón: “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia obrera: se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa, para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Atención a esto. Lo que quiero decir es que eso no formó parte de una concepción política con relación a las masas, sino de una estrategia cupular: hay concepciones políticas con relación a la masa que, por cierto, conducen al acto equivocado. Pero no es el caso de la muerte de Rucci, que no partió de ninguna concepción política de trabajo con la masa y, en verdad, sólo fue una jugada que nada tuvo que ver con la forma acertada de plantear la lucha. (...) El asunto era trabajar estrechamente con las masas ya que de ellas dependía el cambio de política y de programas”.
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El discurso
 
El 25 de septiembre de 1973, en nombre del 'movimiento obrero organizado', José Ignacio Rucci iba a leer por Canal 13 de televisión el siguiente mensaje:
 
"Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz. Por primera vez en 18 largos y sacrificados años se ha expresado sin limitación alguna, con absoluta soberanía, la voluntad popular. Ninguna sombra del pasado podrá interponerse ahora para que los argentinos marchemos unidos y solidarios, hasta la construcción de la Argentina potencia. Los trabajadores han contribuido al proceso de liberación y a la modificación de las estructuras caducas y la destrucción se ha operado no sólo en los aspectos materiales de lo que fuera una nación próspera y libre, sino en la conversión en una colonia empobrecida, dependiente, opresora e injusta.
 
Hubo un proceso distorsionador en el ámbito espiritual y cultural, cuyas consecuencias no han podido ser erradicadas del todo y aún las se guimos viviendo y soportando. Significa esto que a la recuperación plena del poder adquisitivo de los salarios, a la valorización del trabajo a la creación de nuevas riquezas, es necesario agregar la pacificación de los espíritus, requisito indispensable para encarar un proceso de recons trucción y la reconquista de los valores nacionales, cuya vigencia absoluta asegurará la elección de los mejores caminos para arribar al objetivo común.
 
Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos, años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país.
 
En este aspecto, las delincuentes comunes que se resisten a amalga marse en una sociedad productora, son parangonables con los delincuentes políticos y económicos, empeñados en defender un estado de cosas que no puede seguir ya en vigencia.
 
También en este aspecto resulta tan perniciosa para la Nación la subsistencia de pretensiones liberales injustas, como la acción dé los grupos de ultraizquierda o derecha, que en los países hermanos contribuyen entre sí para abortar las posibilidades de una política popular. Nadie podrá negar que ahora las leyes se apoyan indiscutiblemente en el consenso mayoritario y, por tanto, no existe argumento alguna que justifique su incumplimiento. Sólo el acatamiento estricto de la ley nos hará realmente libres, pero el acatamiento deberá ser parejo, como parejas habrán de ser las sanciones, a quienes pretenden seguir imponiendo sus convivencias sectoriales por encima de las necesidades auténticas de la comunidad.
 
Las leyes emanadas del gobierno del pueblo, elaboradas por los representantes del pueblo, habrán de regir la convivencia argentina, asegurar los derechos de todos para frenar a cualquier acción ilícita y por lo tanto antinacional y antipopular. Sólo de esa manera se garantizará la paz y la unidad de los argentinos, y se cimentan las bases sobre las cuales las nuevas generaciones, nuestra maravillosa juventud, irá produciendo el indispensable trasvasamiento que la acercará al futuro y el logro de sus mejores destinos.
 
Esa juventud comprende que la etapa de la lucha ha sido superada, y hoy el campo de batalla se centra en la reconstrucción hacia la liberación de la patria y la realización integral del pueblo. Este es el pensamiento de la clase trabajadora organizada.
Debemos lograr el robustecimiento de la unidad latinoamericana y del Tercer Mundo, contra toda forma de imperialismos, la subordinación a las centrales continentales o internacionales, quienes sirven a la política imperialista de cualquier signo.
 
La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor".
 

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