INVESTIGACIONES MEDIÁTICAS

Buscan al autor/autora de la “cadena del desánimo”

Pedido de colaboración a la opinión pública: Se precisa dar con el paradero del autor/autora de la cadena tan negativa. Se gratificará a quien pueda aportar alguna información...

 

por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter: @santosjorgeh
 
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). En sus alocuciones, la presidente de la Nación pone en evidencia su obsesión por las críticas que recibe su gobierno de los medios de comunicación independientes, como máxima responsable del Ejecutivo del país.
 
Su llamativa ofuscación resulta anormal en un contexto democrático porque hace a la esencia del mismo periodismo.
 
En uno de sus recientes discursos, a tal punto llegó su incomodidad que las englobó con el nombre de la "cadena del miedo, del desánimo y hasta del encubrimiento”.
 
En ella se eslabonan todos aquellos que se animan a opinar diferente a lo que ella desea se diga.
 
Desde el empleado de una inmobiliaria; pasando por periodistas y medios que informan y analizan la coyuntura política, económica y social; no dejando afuera a economistas de fuste; y hasta gobiernos y funcionarios extranjeros terminan siendo protagonistas con nombre y apellido de sus acojonantes imputaciones.
 
La potestad inherente al trabajo de prensa, que incordia sobremanera a Cristina Fernández viuda de Kirchner, desenmascara su más valiosa joya, el relato. Ese que sirve para la defensa a ultranza de la inaudita salida de presos con el fin de militar a favor de su gobierno; hasta para la transformación de los temibles barrabravas en “apasionados del fútbol”.
 
La narración que Cristina quisiera ver reflejada, en todos los resortes informativos que no alcanza a comprar con la pauta publicitaria oficial, sería aquella donde los hechos que ella digita serían narrados y editados para resaltar el valor de su lucha épica -que en sus arengas y entre aplausos- la presidente lleva adelante contra los supuestos representantes del mal.
 
Vale decir que la labor periodística debería comulgar en la ficción con su conformidad; porque en sus formas y procedimientos Cristina Fernández trasluce la suma del poder del Estado, al cual siente de su propiedad.     
 
Con el tono intimidatorio que le es característico el pasado 9 de agosto sus reclamos llegaron al extremo de requerir una ley de ética pública para el periodismo; lo que anida su voluntad de continuar replicando a nivel nacional el pensamiento único con que con su difunto esposo y ella convirtieron a Santa Cruz en tierra propia, cual patrones de estancia.
 
Concretamente, la mandataria expresó:
 
"Necesitamos una ley de ética pública para el cuarto poder de una vez por todas en Argentina".
 
Puede la presidente pretender imponer una conducta ideal del periodismo independiente. Su misma definición se da de bruces con su propósito; independiente.
 
¿Podría adjudicarse a Cristina torpeza en sus dichos? Nadie deja de estar exento de cometerla, pero por el propósito buscado en forma clara, sin vueltas y con sus antecedentes es ponerle mordaza a la libertad de expresión.
 
No es extraño que sus palabras también hayan señalado:
 
"Reservamos la cadena nacional para las cosas que creemos que no pueden ser ignoradas. Si no la hiciéramos, nadie se enteraría de estas cosas".
 
¿Qué quiere decir Cristina cuándo dice esto?  ¿No le alcanza a  su gobierno la cuantiosa cantidad de medios estatales y en manos de empresarios genuflexos por la pauta oficial que recitan de memoria lo que la Rosada desee cuenten a diario?
 
No, no le sirven más de 400 medios a lo largo y ancho del país que acatan el relato  solventados con recursos de todos.
 
Es que muy pocos creen que en esos distribuidores de la información generada en  Balcarce 50 sea real.
 
Que la inflación sea la INdEC; que la situación económica sea color de rosa o si cambia sea por defecto de un mundo que se cae sobre el país; que la inseguridad sea una sensación y que nadie tenga hambre en estas tierras.
 
Los medios independientes compiten con credibilidad informativa y le ganan a los que distorsionan la historia y el presente. Esto ocurre en Argentina y en cualquier lugar.
 
Es por eso que la presidente fue por una Ley de Medios que cercene la existencia de multimedios como en toda sociedad normal; y no contenta con ello “va por todo” y en ese contexto quiere silenciar a quienes cumplen con su labor periodística de acuerdo a las normas profesionales que rigen su propia actividad.
 
Si algún periodista, como cualquier ciudadano, cometiera un ilícito debería someterse a la justicia. Esa misma justicia que hoy está mayoritariamente manipulada por el Poder Ejecutivo nacional, y por lo cual aberrantes hechos de corrupción gozan de impunidad.    
 
En otro pasaje de la misma disertación Cristina dijo:  
 
“Yo no doy señales al mercado. No soy señalera, soy Presidenta. Una presidenta debe dar señales de racionalidad para la sociedad".
 
Es cierto, esa racionalidad es la que es indispensable tenga la persona que debe conducir los destinos de una nación.
 
Por ello sería imprescindible por el bien de una sociedad quebrada en valores y enfrentada peligrosamente desde el poder central, que Cristina Krichner extreme su pensamiento y su raciocinio para superar antinomias.
 
Para aceptar el disenso, para dialogar, para rescatar la virtud del hacer en reemplazo de la dádiva clientelista.
 
Para dejar de buscar enemigos y/o culpables de errores propios, para reconocer y atender los problemas de la gente común (inseguridad, inflación, educación, trabajo, salud, droga, vivienda).
 
Para elegir un elenco ministerial probo, decente y sancionar los cohechos.
 
La lista es inmensa no solo porque resten cosas por hacer, sino porque a lo largo de los pasados nueve años, de sus gobiernos y el de su ex esposo, muchas que se prometieron no se hicieron y otras que eran imperiosas ya se cobraron innumerables vida humanas.
 
Fernández de Kirchner debería comprender que gran parte de la sociedad entró en el terreno del desencanto, de la frustración al ver que sus desvelos no son atendidos ni contenidos en sus expresiones y menos en los hechos.   
 
Ella, como eje de un gobierno donde todo el poder pasa por sus decisiones y también por sus explicaciones, es que la debería cobijar ya que cumple la tarea de representar y como se señaló sentirse y hacerse sentir dueña del Estado.
 
Si esto no sucede, engendra desesperanza.   
 
Por lo tanto, la pregunta que cabe formular es ¿quién genera esa “cadena del miedo, el desánimo y el encubrimiento?
 
Lo ocasiona la crítica de una realidad que puede o no gustarle a la primera magistrada o la ausencia de acciones ejecutivas que reduzcan las verdaderas preocupaciones del ciudadano común que siente que su vida y sus esfuerzos puede perderlos sin que a nadie le importe.  

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