ANTINOMIAS 2012

Importante leer: Cristina o Lanata

"(...) Debemos buscarle un enemigo a la señora. Los mejores serían Verbitsky y/o Jose Pablo Feinmann pero no quieren. Están del lado de allá. No dio la talla Bonelli. Ella no reconoció a la Carrio primero y ahora a la Sarlo. Me gusta mas Beatriz que Elisa pero no las eligió. Morales Solá no es divertido. Majul no alcanza pese a sus esfuerzos. El apropiado es Jorge Lanata, tiene un pasado fenomenal para allá y un punch y una vis cómica que sabe explotar para los de acá. Sería ideal para reeditar amigo – enemigo. Él no es Spruille Braden pero no importa, ella no es Perón": notable lo del columnista apodado 'el Bigote'.

 

por RÁUL ACOSTA
 
ROSARIO (La Capital). Perón, el coronel Perón fue un devoto de Carl Schmitt, como tantos militares de su generación. Se nutrió con visitas al Regimiento Alpino de Italia (1938/9) y lecturas de Carl Von Clausewitz. Nunca renegó ni escapó de ésa formación militar y nacionalista. A veces, simplemente, no la mencionaba. Nunca la traicionó. Todo el peronismo deviene de ésa historia, la de Perón, obvio.
 
Clausewitz decía: imponer la voluntad al enemigo, usar como medio la máxima fuerza disponible, privar al enemigo de su poder. Sobre esos tres postulados secuenciados desarrolló toda su estrategia e insistía: la brutalidad es un elemento inhibidor. Concluía indicando que el principio de moderación, aplicado a la guerra, conduce a un absurdo lógico. Finalmente aclaraba: la guerra no es un acto aislado, responde a objetivos políticos o económicos; también al carácter de las naciones intervinientes. Clausewitz desarrolla el concepto sin eufemismos: está en la política el factor clave del comienzo y del desarrollo de las acciones bélicas: el fin político es el objetivo, la guerra es el medio para alcanzarlo y los medios no pueden ser considerados aislados de su finalidad. Para que se entienda clarito, en la guerra valen muchas cosas prohibidas por la civilización, que se explican por el fin político. Ya en la paz otra cosa es otra cosa. Perón lo entendía, pero  no lo aplicaba. Siempre estuvo en guerra, aún en la senectud.
 
El coronel Perón leyó Napoleón y luego a Clausewitz (que estudió a Napoleón) y, ya se dijo, a Carl Schmitt (el de amigo - enemigo). Así comenzó, después del 4 de junio de 1943, su carrera política en la Secretaría de Trabajo, con la mesa, la silla y el respaldo del G.O.U. (Grupo de Oficiales Unidos) La historia es conocida. Argentina servida en bandeja por impunidad del conservadurismo, complicidad del radicalismo y sus variantes, ineptitud de los socialistas, anarquistas y comunistas para representar a quienes en teoría representaban y la calidad de Perón. Suya fue la clase obrera, desde entonces herramienta, no solo clase social. La frutilla fue el embajador yanqui, Spruille Braden , su Libro Azul y el espíritu argentino, ése espíritu nacional que expresaría descaradamente el peronismo. Braden había sido mediador en la guerra del Paraguay, no era un improvisado sino un actor convencido en un mundo que cambió en el 37/38 y que luego de agosto del 1945 entraría en la pos modernidad. Braden solucionó el dilema argentino 1945/46. Un acelerador de partículas.
 
El peronismo se ofertó como un elija ya. Un amigo -  enemigo que mostrase un  nombre de fuera por uno nuestro  alivianaba conciencias. La consigna fue Braden o Perón, y no se dudó. Saltaron alambrados, rompieron tranqueras y votaron. El esquema quedó consagrado. Con ése esquema el peronismo entendió su lucha y su sitio. Evita fue la flama mas alta. Nunca el peronismo participó de un diálogo original con la sociedad. El peronismo interpreta a la sociedad. Listo.  El balcón, un ágora de ida. Había una Argentina y un argentino dentro de Perón. El General Perón siempre entendió la guerra como una continuación necesaria de una política, la suya. Todos los grupos armados la entendieron como su propia guerra para sus propios fines políticos. No hubo conciliación en vida, y no aparece en los relatores de la historia. Dos guerras, dos soldados, dos países.
 
Si se quieren usar reducciones, el peronismo ha sido, en la paz como en la guerra, una bandera nacional. Sumó el esquema amigo – enemigo y la injusticia social como argumentos vitales. El partido una herramienta. El Otro en función del baile. Decime con quien bailás y sabré si sos amigo o enemigo. El país es su casa. El gobierno su función. El diálogo sólo cuando sobra tiempo y el tiempo no alcanza cuando se administra el Estado. Un peronista que dialoga es un peronista que está perdiendo. Al menos perdiendo tiempo. En una opinión anterior usé el ejemplo del fútbol (que ya trascendió)  El peronismo sube al ring del boxeo con los jurados, el referí y la tribuna a favor, además con un cuchillo escondido en la coquilla, en la bragueta. Es así. Dura porfía de los recién llegados al pretender que sea otra cosa. Los extraños le proponen salidas y actuaciones distintas a la índole. Algunos pícaros, más apresurados que retardatarios, le fabrican fichas genéticas de la democracia finisecular. No las tiene. Ni falta que le hacen.
 
El grupo Kirchner, en el 2005, más amplio que hoy, recogió aquella mecánica original. Para degollar no se precisa ser buen cirujano. Se precisa tener el arma. Las ganas siempre estuvieron. Siempre están. Probó con Menem, después Duhalde, Lavagna, siempre un Macri, un Scioli, un Magneto. Bush y la anticumbre. Reagan y el pasado. Tabaré Vázquez. Gualeguaychú de ida y vuelta. La viuda de Noble. Lousteau, Fernandez (varios) varios Moyanos y sus muchos abogados. Hay poco stock, pero algo queda. Polifemo antes que Ulises. Rasputin antes que Richelieu. Asi es el kirchnerismo. Si el peronismo es energía popular le cabe la entalpía. La degradación es evidente.
 
Este peronismo kirchnerista se ha dado sus lujos. Degüella del mismo modo el pasado conocido y propio, el pasado nacional, que el rigor de una historia, la internacional, que no era ni es propia, ni siquiera regional. Viva la felicidad del poder eterno. Todo es diferente gracias al amor, diría Palito Ortega. Para el kirchnerismo una placa ateromatosa es una herida de guerra. Su modo de reconfigurarse es una mutación que envidian los mejores ejemplares de bacterias de quirófano. Nunca un dirigente líquido ha logrado tanta solidez. Es ella la que mejor representa una sociedad pauperizada, anónima, virtual, embelesada. Sus discursos, todavía los críticos no lo entienden, no son para los que están fuera, son para la riñonada. Es ella o el vacío.
 
El peronismo nunca se cansará de pelear. Nunca. Pondrá el ring, elegirá rival y luego, en mitad de la confrontación, cambiará las reglas. El peronismo no tiene caballerosidad deportiva ni es democrático. Es aluvional, interesado y por lo que parece: permanente.
 
En estos días, en que refulge como eje la re re elección, la aflicción es una: no hay recambio para la viuda. No lo tiene el peronismo gobernante. No lo oferta la oposición. El puestito es mas cómodo que el ascetismo militante. Todos tienen militantes pagos. Todos. Eso es lo que hay. Deberíamos buscar una lucecita al final del túnel. Debemos buscarle un enemigo a la señora.
 
Los mejores serían Verbitsky  y/o Jose Pablo Feinmann pero no quieren. Están del lado de allá. No dio la talla Bonelli. Ella no reconoció a la Carrio primero y ahora a la Sarlo. Me gusta más Beatriz que Elisa pero no las eligió. Morales Solá no es divertido. Majul no alcanza pese a sus esfuerzos. El apropiado es Jorge Lanata, tiene un pasado fenomenal para allá y un punch y una vis cómica que sabe explotar para los de acá. Sería ideal para reeditar amigo – enemigo. Él no es Spruille Braden pero no importa, ella no es Perón.

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