UNA JORNADA INOLVIDABLE

#8N: La irreversible decadencia K ha comenzado

Que Aníbal Fernández opine lo que quiera. Hoy día la credibilidad pública de quien alguna vez ambicionó la Gobernación bonaerense no existe más allá de sus bigotes. Aníbal es, apenas, un grotesco personaje cómico del programa de Jorge Lanata. Patético escuchar a Gustavo López (pregunten en la UCR qué opinan de 'GG', tal como lo llaman y que quiere decir Gustavo Genuflexo) procurando 'ningunear' la feroz movilización popular frente a una Administración populista que ya no tiene pueblo en las calles. Hay que ser maradoniano: "Gustavo la tiene adentro". La reforma constitucional ha caído y Cristina Fernández de Kirchner tiene fecha de vencimiento, vaya si no acaba de ocurrir un acontecimiento político en la Argentina. Otra vez escribe el profesor, analista y periodista que, por su actividad profesional, prefiere mantener el alias conque muchos lectores ya lo identifican.

 

por ALPHONSE DE LUXEMBURGO (*)
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). A pocas horas de finalizada la pacífica y masiva manifestación del 8-N, conviene repasar lo que, acaso por el alto grado de estupefacción que parece haber invadido al kirchnerismo, son nuevas contradicciones e inconsistencias, que recuerdan y hasta convocan las del pasado.
 
Así, en su cuenta en Facebook, CFK firmó su “acta de decadencia”, con imprevisibles consecuencias políticas, al señalar, antes de la realización de la manifestación (concurrió un número total país que satisfizo los objetivos de los organizadores, quienes apuntaron al millón de concurrentes) que “por favor, que nadie pretenda que yo me convierta en contradictoria con mis propias políticas a las que he defendido desde que tengo 16 años, en el país y en las políticas que creo y en el país que creo.”
 
No obstante, un rápido repaso indica que ella ha sido contradictoria, incluso consigo misma y sus afirmaciones. A la postre, tampoco cambiar de opinión es insano, vituperable e inadmisible: hace pocos días, Barack Obama no dudó en reconocer errores en su gestión y, a pesar de ello (o precisamente por eso, entre otras razones), fue reelecto como Presidente de Estados Unidos. La historia determina que los políticos cambian, aunque no siempre en el sentido de la historia, sino aferrados a modelos que alguna vez le resultaron exitosos y no quieren “cambiar de caballo a mitad del río” (diría Juan Perón), con lo que se terminan creando su propio colapso político.
 
Algunas de las contradicciones de CFK:
 
> En octubre del año pasado, lanzó un discurso de concordia, armonía y colaboración social a favor del país, seduciendo –como se dijo aquí- a la clase media que la votó. Pasado el comicio, cambió de posición y desató una catarata de declaraciones y acciones claramente autoritarias, soberbias y prepotentes, haciendo gala de una apropiación, mediante los votos, del gobierno y un Estado de los que parece convencida de que son de su entera y discrecional propiedad.
 
> “Si hay alguien alejado del menemismo en la República Argentina somos nosotros (por ella y Néstor Kirchner)”, decía la senadora en el 2002. “Hoy debemos reconocer que pocas veces, o casi diría con toda seguridad ,que desde el paso de aquel gran General (por Perón) hubo un Presidente que haya escuchado tanto a la Patagonia Sur y a Santa Cruz en particular” , le espetaba el gobernador de esa provincia, Néstor Kirchner, en 1995, al presidente Carlos Menem que estaba a su lado, flanqueado por Cristina Fernández, quien aprobaba las palabras de su esposo.
 
> En los ’90, como legisladora, Cristina forzó a su provincia a avalar la privatización de YPF. Cuando fue Presidente de la Nación, llegó a felicitar públicamente a Enrique Eskenazi, por entonces presidente de la petrolera cuyo accionista mayoritario era Repsol. Más tarde, continuando al frente del Ejecutivo Nacional, terminó estatizando YPF, y criticando a sus accionistas, Eskenazi incluído. 
 
> Avaló ostensiblemente aquel enorme cartel “Clarín Miente”, desplegado en el frontispicio de la sede del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, cuyos índices son criticados por fraudulentos por el FMI, por los acreedores de la Argentina y por técnicos en economía, algunos de ellos ex responsables de los índices del INdEC. El organismo gubernamental señaló que una familia puede alimentarse y vivir con sólo $ 6 diarios. Entre 2003 y 2007, el Grupo Clarín apoyó resueltamente a Néstor Kirchner y luego a CFK para su primera elección, época en que se conocían oficialmente fotos de reuniones en Olivos entre el matrimonio presidencial y el vicepresidente ejecutivo del conglomerado empresario, Héctor Magnetto.
 
> Cristina Kirchner, hasta hace unos pocos años, elogiaba que 5 millones de personas viajaran fuera del país y gastaran unos US$ 4.000 millones en el exterior. “Nos va bien a los argentinos”, decía y así, hace un par de años, elevó la Secretaría de Turismo de la Nación al rango de Ministerio de Turismo de la Nación. Cuando se discutió el plan de negocios para Aerolíneas Argentinas, una de las posibilidades para mejorar su ecuación financiera era eliminar las rutas internacionales. Pero el kirchnerismo se opuso porque debía ser la compañía que llevara a los argentinos por el mundo.  Resultó casi una cuestión de Estado la decisión de Aerolíneas dejar de volar una ruta directa a New York City.  Ahora, el ente recaudador, el Banco Central y Guillermo Moreno persiguen a quienes buscan dólares para viajar al exterior. 
 
> “No vamos a hacer un desdoblamiento cambiario”, se enorgullecía CFK cuando nacía el cepo cambiario, pero eso produjo al menos cinco tipos de cambio: el oficial, el blue, el de "conta con liqui", el "celeste" y el "turista". “En la Argentina no hay cepo cambiario,” aseveró hace poco en Harvard ante los estudiantes que la interrogaron.
 
> Cristina Kirchner debutó en Diputados con una polémica. La entonces flamante diputada lideró un grupo que buscó frustrar la reelección de Alberto Pierri como titular de la Cámara baja, durante los días menemistas. “Pierri es el emblema del clientelismo político. Mi voto negativo no es sólo una actitud principista; es una acción concreta que refleja mi voluntad de colocar al frente de las instituciones políticas a dirigentes creíbles y prestigiosos. No creo que Pierri lo sea”, sostuvo Cristina. Como Presidenta de la Nación, ella designó como su compañero de fórmula presidencial para la reelección a Amado Boudou, envuelto en un escándalo por la ex Calcográfica Ciccone, mientras que Pierri, como propietario entre otras cosas de importe sistema de distribución de señales (Telecentro), es un interlocutor frecuente de colaboradores de Cristina. A su vez Carlos Menem es nuevamente senador nacional representando a una porción del kirchnerismo en La Rioja.
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Alguna vez, Jean Bouvier, historiador marxista francés, habría de decir, casi premonitoriamente y sin conocer a la Argentina, que “los regímenes y los sistemas económicos y políticos no mueren jamás por sus escándalos. Mueren por sus contradicciones.”
 
Pero la expresión en Facebook de CFK revela, quizás, mucho más que una contradicción entre contradicciones. Cuando la debilidad política, en términos del intangible respaldo que ciertamente se esfumó en un año desde la asunción de su segundo mandato, es tan significativa tras un caudaloso 8-N, afirmaciones sin salida, como la elegida (“no me pidan que cambie”), llevan a observar representan un reconocimiento implícito de que su estilo es rechazado por una buena parte de la población (muchos también, entre quienes la votaron) para el objetivo de una convivencia social. Es decir, ella parece reconocer que ha dejado de gobernar para “los 40 millones de argentinos”, tal como algunas veces usa como latiguillo en sus discursos para las abundantes cadenas nacionales (un recurso de presunto diálogo sin intermediarios con los votantes, que ha mermado considerablemente desde el 13-S. Ni hablar a partir de ahora). Eso suena como la elección voluntaria de un aislacionismo políticamente suicida.
 
Pero, si se admitiese hipótesis aún más descabelladas y deliberadas al mismo tiempo (¿por qué lo descabellado será monopolio del Frente para la Victoria?), esa afirmación de CFK, en este contexto de retiro de apoyo masivo y sin distinciones partidarias, preanunciaría la gestación del autogolpe institucional. Tal salida tiene, a priori, 2 potenciales esquemas de análisis:
 
> forzar escenarios mediante distintas medidas (estado de sitio, presunto atentado a la democracia, intervención de estados provinciales díscolos o poco confiables, estatización desenfrenada y ajuste económico), y
 
> preparar una salida anticipada, victimizándose en la huida, asignando a oscuros e imprecisos poderes la autoría de una conspiración contraria a su gobierno.
 
En cualquier caso, la multitudinaria expresión popular del 8-N, que demolió el concepto de movilización tal como la concebía el kirchnerism,o y también el elogio a las expresiones populares (cuando eran en su apoyo), no exhibió ningún pedido de acortamiento de su mandato, casi recién estrenado. Los movilizados no pidieron la renuncia de Cristina ni nada que interrumpa su mandato constitucional, legítimo, hasta 2015.
 
La lógica empecinada de CFK, al adelantar que no modificará su pensamiento y su acción por manifestaciones notoriamente masivas como la del 8-N de ayer, revela –por si hiciera falta- que a ella la anima el criterio de los iluminados, una vanguardia revolucionaria elitista, a la que, al estilo de Josef Stalin (al que aún hoy adhieren los diputados Diana Conti y Carlos Heller), Adolfo Hitler, Benito Mussolini o Pol Pot, debe seguir la totalidad de la población. A los que discrepan, se les aplica la violencia para doblegarlos o disciplinarlos, en una justificación de “los medios importan menos que los fines”. Aplica aquí el pensamiento que dejó Mahatma Ghandi: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás.”
 
Sin llegar a esos extremos que la historia ha dejado, reivindicar la nula vocación de cambio, como lo hecho CFK, la conduce a consagrar la pérdida de su propio poder, que se materializará, en términos comiciales, en las elecciones de medio turno del año próximo. Hasta entonces, y varias movilizaciones más en el interín, la decadencia será producto del aferramiento a un modelo que perdió consenso, entre demandas por la inseguridad y la inflación (es decir, la pobreza recreada).
 

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