POLOS OPUESTOS

Cristina y Francisco: Comparar lo incomparable

Cristina, que gobierna 40 millones de argentinos, goza de una personalidad muy distinta del argentino que desde el 13/3 se convirtió en Su Santidad Francisco, el Papa de 1.200 millones de fieles católicos. No es extraño que tanto ella como sus seguidores no hayan podido digerir la designación de Jorge Bergoglio. Las comparaciones son odiosas. Son polos opuestos.

 

por JORGE HÉCTOR SANTOS
 
Twitter: @santosjorgeh
Web: santosjorgeh.blogspot.com.ar
Youtube: JorgeHectorSantos
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Aunque se trate de evitar y las comparaciones sean odiosas, la Argentina partida en dos por la tarea constante realizada desde la Casa Rosada por los Kirchner, la elección de Jorge Bergoglio como Papa, pone en escena la diferencias entre la Presidente de la Nación, y el hasta ayer, 13/03, Arzobispo de Buenos Aires y primado del país.
 
Cristina Fernández de Kirchner quiere ser el centro de la escena de todo. Se siente la dueña del Estado. Luce soberbia y arrogante. Enfrenta, dividiendo a los argentinos entre los que la obedecen y los descartables; los que con pensamiento propio, discrepan con ella.
 
La mujer de luto eterno disfruta del alto perfil. Abusa del atril y la televisión casi a diario. Su forma de pensar es la verdad indiscutible. Adapta la historia a su necesidad.
 
La viuda de Néstor goza del lujo. Habla de los pobres pero se aprovecha de ellos para eternizarse en el poder. Su gobierno está sumergido en sospechas de corrupción y sus funcionarios gozan de una impunidad supina.
 
Cristina expresa odio, revanchismo. Habla de la necesidad del diálogo pero solo habla con ella misma.
 
Alardea conocimiento de todo o casi todo.
 
Da clases de lo que ella y su extinto esposo han logrado en un país que discrepa y mucho que con la realidad que se empeña en falsear.
 
Su relato está plagado de mentiras.
 
Dilapida dinero de todos para incrementar su poder y su indisimulado deseo de conservarlo, más allá de lo que establece la Constitución.
 
Cristina ante las tragedias, como Cromañón y Once, se borra y evita hablar de ellas.
 
Sus diputados, senadores, gobernadores se muestran como regidos por una ley de obediencia debida a la primera magistrada.
 
Cristina, junto a Néstor, ha hecho de los derechos humanos un uso político. Gozan de los mismos los terroristas pero no los 8.000 argentinos que por año mueren por la inseguridad.
 
No acepta culpas, las endosa.
 
Sus prácticas están reñidas con muchos preceptos de la religión católica.
 
Su Santidad, Francisco, hasta hace horas Jorge Mario Bergoglio, está en las antípodas de Cristina y antes de Néstor.
 
No es extraño, entonces, que las comparaciones resulten odiosas, especialmente, para los fanáticos de la Señora que quiere ir por todo y por todos.

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