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Por la TV pública, el peor papel artístico de Cristina

El periodista K Hernán Brienza, quien escribe en el diario paraestatal Tiempo Argentino, fue el entrevistador oficial de Cristina Fernández de Kirchner por Canal 7, la TV pública, y escribió acerca de su 'experiencia' publicitaria: "Fue un primer plato de media hora. La presidenta Cristina Fernández dejó definiciones en una entrevista concedida a la TV Pública y Radio Nacional. La mandataria advirtió que hay sectores que pretenden retrotraer a la Argentina de la mano de obra barata y el endeudamiento como disciplinador político. Afirmó que el poder político representa apenas el 40% del poder real de un país y sostuvo que hay "poderes económicos, mediáticos", que presionan mucho más que una pistola calibre 45 en la cabeza. En un extenso diálogo, Cristina sentenció que el gran arma política del gobierno no es la argumentación sino la gestión, y sostuvo que para el desarrollo privado se requiere de políticas públicas que incentiven el crecimiento económico. Además, repasó los debates en el G-20 y los planteos de los fondos buitre por la reestructuración de la deuda." Jorge Héctor Santos, en cambio, realizó la siguiente reflexión:

por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter: @santosjorgeh
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). En épocas en que aún vivía su marido, este la controlaba y Cristina Fernández se mostraba como una oradora que tenía un manejo de la memoria impecable, más allá de las inexactitudes en los contenidos de sus mensajes.
 
Esto chocaba con los que algunos de sus ex compañeros de bancada que señalaban que “ella era peor que él”.
 
La desaparición de Néstor Kirchner transformó a Cristina. Es evidente que él funcionaba como un regulador de su personalidad.
 
La Presidente comenzó a funcionar como los trenes argentinos, que descarrilan con frecuencia; desbordó y fue transformándose o mostrando su real forma de ser.
 
Cristina, demostró que la “escuela” Kirchner la había aprobado con certeza, del título habilitante nadie duda.
 
Ella aplicó todas las estrategias inimaginables para conservar intacta la devoción permanente del ex matrimonio feudal de Santa Cruz, el poder (fama y dinero juntos).
 
Néstor y Cristina, ni en la patagónica provincia argentina ni como ocupantes transitorios de la casa de gobierno nacional, lucieron como gobernantes; lo que brilló fue su deseo de perpetuarse en los máximos cargos públicos, empleando las más descalificantes prácticas en el ejercicio de los mismos.
 
Los dos, con diferencias de matices, cultivaron el ya conocido relatovale decir la mentira desplazando la realidad.
 
El mentado viento de cola y una cuota de suerte fueron factores desencadenantes para que la Argentina K se hiciera de ingresos impensados. Tanta dicha, que podría haber cambiado el destino de 40 millones de personas, se desperdició.
 
El país va tomando real conciencia del diluvio que inexorablemente va llegando antes de la terminación del mandato de la mujer de negro; y al que deberá hacerle frente como la maldita herencia el próximo inquilino de Olivos y sus gobernados.
 
Cristina Fernández es un típico caso de esos poderosos populistas que dicen hacerle bien a la gente, pero solo la usan, acórdandose de ella en el momento de las elecciones para que le permitan seguir regocijándose en su propio de mundo de veleidades, mando y acrecentamiento de la fortuna personal.
 
Ella es la dueña de la Argentina; cómo pensar que quiera transferirlo a otro que no sea ella misma.
 
Nadie sabe más que ella cómo gobernar un país; por lo tanto, todo aquél que quiera sacarla de ese lugar de maestra del mundo, incluso un elector, es porque tiene detrás un maldito poder destituyente encarnado por los poderes económicos y mediáticos que poseen entre el 60 y el 70% de control del país versus su “insignificante” 30 ó 40% ( según su “Aló presidente” con la participación especial de Adrián Brienza).
 
Cuando los votos le son esquivos, Cristina no pierde; es el demonio que se apodera de la gente para  volver a llevarla por el camino del mal.
 
Cuando Cristina vence en las urnas, ella se convierte en el demonio y se olvida de cuanta promesa haya hecho para lograr el triunfo y hasta pretende llevarse puesta la República.
 
El Estado es ella; ella es la dueña de los dineros de todos y todas. Ella hace y deshace lo que quiere y a quién quiere.
 
Así le ha ido al país.
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Cristina no puede otra cosa que abastecer su propio ego. Si para eso tiene que “hacerse la buena”, actúa el personaje que peor le sale y se acuerda que la inseguridad se cobra vidas a diario, que los trabajadores son saqueados para abastecer de fondos a un Estado manejado de la peor forma y hasta le permite decir a sus títeres que la inflación existe.
  
Esta peícula no es la primera vez se dio en la era kirchnercristinista “un fenómeno difícil de explicar”.
 
Seguro; muy dificil resulta explicar un fenómeno basado en la avaricia.
 
En su alocución televisiva en forma de supuesto reportaje, para hacer campaña con miras a revertir la derrota electoral sufrida en el mes de agosto, las PASO, la primera mandataria señaló "mi gran arma no es la argumentación, son los hechos"
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En su argumentación, la flamante abuela, abunda en las falacias, y en los hechos sobra con recordar aquella famosa reaparición pública, en Rosario, tras la tragedia de Once, donde con una insensibilidad a flor de piel, esgrimió por primera vez su plan “Vamos por todo” .
 
La dueña del único monopolio de medios existente en el país recurre afanosamente a la misma receta para poder enfrentar una posible derrota en las urnas en octubre próximo, que la aleje definitivamente de su sueño de la “Cristina eterna”.
 
La Cristina bonachona, lamentablemente para ella,  es el peor papel artístico interpretado por la viuda de Kirchner en su dilatada carrera.
 
Si la memoria de los argentinos no falla, probablemente Cristina deba recurrir, tarde al fin, a uno de los tantos actores y actrices adulones que la han rodeado y mejorar esta faceta actoral, con la que no atrapa.

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