EL CASO PUERTA FERRAZZANO

Introyección del padre, preferencia sexual y mutilación exprés

Los valores culturales han cambiado e impactan, en forma brutal, sobre los usos y costumbres de la sociedad. Hoy día es más fácil que una obra social desembolse el dinero para una operación de cambio de sexo que para un tratamiento oncológico o un transplante de órganos. No es una crítica sino una realidad. Si no era evidente, el caso Puerta Ferrazzano lo corrobora.

por EDGAR MAINHARD
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). La introyección podría ser considerada como un amortiguador psicológico, un mecanismo de defensa autogenerado con un objetivo: sobrevivir diferentes problemas y circunstancias negativas y ocurren a diario y que, gracias a la introyección, pueden no lacerar el alma.
 
Para la psicología de la Gestalt, la introyección es la función psíquica mediante la cual una persona incorpora a su propia estructura tanto mental como emocional diferentes elementos de ambientes en los que le tocó vivir.
 
Los introyectos suelen ser inconscientes, y a veces pueden entorpecer la evolución de un individuo. Un mal introyecto puede contener creencias y pensamientos muy negativos para una persona.
 
Sin ser psicóloga, Gabriela Constanza Ferrazzano sostiene que quien fue su hija (María Celeste Puerta Ferrazzano) y hoy día es su hijo (Dante Ariel Puerta Ferrazzano), sufre, probablemente, de la introyección del padre, a quien atendió hasta su muerte, ocurrida a los 17 años de edad, cuando Dante Ariel, hoy día de 22 años, aún era María Celeste.
 
En una relación de amor; perder el objeto de amor, provoca dolor. La aceptación (el duelo) puede ocurrir en diferentes grados. Cuando no se concreta el duelo, el psiquismo no acepta ni tolera el dolor que le provoca la pérdida. Hay mecanismos como la identifcación masiva con el objeto de amor perdido, que convierten a la persona en el propio objeto amado: una introyección o identificación masiva.
 
María Celeste/Dante Ariel, ya mayor de edad, decidió concretar un cambio de sexo, y de "nena de papá" mutó, suministro de hormonas mediante, en joven independiente.
 
Gabriela Constanza nunca se opuso a la libre elección de la sexualidad de su hija/hijo. Según ella, cuando María Celeste, que todavía no era Dante Ariel, frecuentando una tribu urbana 'dark', manifestó su preferencia por contactos con personas de su mismo sexo (por entonces, ella era mujer), como madre privilegió no perder a su hija y aceptó el cambio.
 
Por lo tanto, según ella, su cuestionamiento no es acerca de homosexualidad sino de una mutilación a ritmo vertiginoso.
 
Desde el inicio de su calvario, la cuestión era si la extracción de ovarios y de senos podía resolverse en un 'tratamiento exprés' o si requería de más análisis y reflexión, tratándose de una decisión tan trascendente. Ella persistía en la duda de si su hija, que todavía no era hijo, sufría o no sufría de lo que podría llamarse introyección.
 
No hubo posibilidad ni siquiera de abordarlo con la psicóloga Alejandra Paván, jefa del área de salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Es curioso: Sócrates se permitía dudar. René Descartes elegía dudar. Sin embargo, Paván no permitió que la duda penetrara en su psiquis.
 
Y el tratamiento fue 'exprés', en tiempo y forma. Entonces irrumpe otra cuestión que caracteriza a estos tiempos socioculturales tan particulares, en los cuales presentar reparos a la tendencia dominante equivale a asumir conductas antisociales: una obra social dispone de los recursos para un cambio de sexo con mayor premura que para un tratamiento oncológico o un transplante de órganos, procedimientos en los que sí se encuentra en riesgo una vida.
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Probablemente si las obras sociales dispusieran de similar presteza para atender la esclerosis múltiple o la adquisición de fármacos adecuados para tratar la leucemia, habría un cambio abrupto en la calidad de vida de muchos afiliados.
 
Las obras sociales tienen reparos para la atención de la discapacidad, y de hecho no funcionan como entidades inclusivas, pero son muy permeables a los reclamos del poder sociocultural emergente.
 
En cuanto a la introyección, nunca podrá conocerse si la hubo o no. Una lástima porque siempre hay tiempo para las mutilaciones voluntarias permanentes. Resulta extraño, sin embargo, que quien decidió convertirse en 'macho' solicite guardar óvulos por si el día de mañana quiere recuperar la maternidad, que sería paternidad.

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