CONTROVERSIA

Mariotto, Verbitsky, las pascuas y el "papa peronista"

El vicegobernador sacudió las redes sociales con un polémico saludo por las Pascuas en el que comparó a Jesucristo con un "compañero detenido desaparecido". ¿Qué opinará Francisco, al que el cristinismo quiso vincular con desapariciones y delitos de lesa humanidad antes de su consagración en El Vaticano?

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). "Es un papa peronista y eso se nota", dijo Gabriel Mariotto luego de su entrevista con Francisco, en septiembre en El Vaticano. El vicegobernador de la provincia de Buenos Aires estuvo entre los entusiastas de primera hora entre los cristinistas, cuando muchos de ellos (incluida la Presidente) lamentaron la designación de Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice en marzo de 2013. 
 
Hasta ese entonces el Arzobispo de Buenos Aires era visto como un líder de la oposición. 
 
Mariotto intentó rápidamente apropiarse del Papa para el Gobierno (cosa que también iba a hacer Cristina Fernández después)  revelando además una devoción católica que, por lo menos, habia pasado desapercibida. 
 
¿Pero qué opinará Francisco, el "papa peronista", del saludo de Mariotto por las Pascuas? 
 
Para dicho saludo, el vice de Daniel Scioli compartió una imagen de uno de los cuadros del dibujante e ilustrador Eduardo Vázquez (como Mariotto, oriundo de Lomas  de Zamora). En la ilustración se ve a Jesucristo compartiendo un trago con otros personajes en lo que parece ser un cabaret, cuyo escenario es encabezado, aparentemente, por el logo de la Sociedad Rural Argentina. 
 
Con la imagen, Mariotto disparó el siguiente y polémico tuit: "Jesús compañero detenido, torturado, muerto y desaparecido ¡Feliz Pascua de Resurrección!".
 
El mensaje desató variadas reacciones en la red social, en especial, las críticas por las comparaciones. 
 
¿Compartirá Francisco la mirada de Mariotto? 

Es paradójico, porque desde el cristinismo, al que suscribe Mariotto, acosaron al entonces cardenal Jorge Bergoglio por su presunta complicidad en delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar. 

La punta de lanza de esto fue el periodista Horacio Verbitsky, quien apuntó a las supuestas responsabilidades de Bergoglio en el secuestro los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics.
 
Tras la consagración del nuevo Papa, el periodista escribió en Página12: 
 
"Durante la investigación encontré por azar en el archivo del ministerio de Relaciones Exteriores una carpeta con documentos que a mi juicio terminan con la discusión sobre el rol de Bergoglio en relación con Yorio y Jalics. Busqué una escribana que certificó su ubicación en el archivo, cuyo director de entonces, ministro Carlos Dellepiane, los guardó en la caja fuerte para impedir que fueran robados o destruidos. La historia que cuenta esa carpeta suena familiar. Al quedar en libertad, en noviembre de 1976, Jalics se marchó a Alemania. En 1979 su pasaporte había vencido y Bergoglio pidió a la Cancillería que fuera renovado sin que volviera al país. El Director de Culto Católico de la Cancillería, Anselmo Orcoyen, recomendó rechazar el pedido “en atención a los antecedentes del peticionante”, que le fueron suministrados “por el propio padre Bergoglio, firmante de la nota, con especial recomendación de que no se hiciera lugar a lo que solicita”. Decía que Jalics tuvo conflictos de obediencia y una actividad disolvente en congregaciones religiosas femeninas, y que estuvo “detenido” en la ESMA junto con Yorio, “sospechoso contacto guerrilleros”. Es decir, los mismos cargos que le habían formulado Yorio y Jalics (y que corroboraron muchos sacerdotes y laicos que entrevisté): mientras aparentaba ayudarlos, Bergoglio los acusaba a sus espaldas. Es lógico que este hecho de 1979 no alcance para una condena legal por el secuestro de 1976. El documento firmado por Orcoyen ni siquiera fue incorporado al expediente, pero perfila una línea de conducta. Sumar al Director de Culto Católico de la dictadura a una conspiración contra la Iglesia sería demasiado. Por eso, Bergoglio y su portavoz callan sobre estos documentos y prefieren descalificar a quien los encontró, preservó y publicó". 
 
Yorio falleció, y Jalics, desde su retiro, dijo que tanto él como su colega no habían sido denunciados por su entonces jefe.
 
En el otro extremo, el libro 'La lista de Bergoglio' del periodista  Nello Scavo, relata que lejos de haber sido un colaborador de la dictadura, Bergoglio se dedicó durante esos años a favorecer a perseguidos por el régimen. 
 
En el libro se llega a la conclusión de que el entonces joven jefe de los jesuitas organizó “una red clandestina” para salvar a los perseguidos, a los cuales ofrecía numerosos consejos sobre cómo burlar la censura, despistar a las fuerzas de seguridad y preparar fugas al exterior.
 
Y en 'El Jesuita', del periodista Sergio Rubín, Bergoglio contó que en el colegio jesuita Máximo, de San Miguel, en el gran Buenos Aires, donde residía, escondió “a unos cuántos: no recuerdo el número -dijo-, pero fueron varios”. También contó que allí cobijó a tres seminaristas de la diócesis de La Rioja luego del asesinato del obispo Enrique Angelelli.

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