ACERCA DEL PENSAMIENTO

Una pelea inevitable: Populismo vs. periodismo

Es cierto que siempre aparece el periodista resentido (o tarifado) dispuesto a renegar del periodismo, y entonces intenta inventar el populismo periodístico (periodismo subsidiado, clientelar, mendigo). Pero, en verdad, el populismo y el periodismo se llevan mal. El populismo tiene un conflicto permanente con el flujo informativo, en especial con la libertad de expresión.

por RAÚL ACOSTA
 
ROSARIO (La Capital). El populismo es una forma de gobierno que sostiene la exigencia de un contrato primario con el pueblo, contrato con un solo artículo que genera, por construcción, una situación particularísima. En el contrato del populismo una parte avala los hechos de gobierno y la otra fabrica mecanismos para que el aval continúe, definida y permanentemente. El populismo tiene su conflicto seco, inevitable, con las informaciones.
 
"No es noticia que un perro muerda a un hombre, la noticia es que un hombre muerda a un perro". La exageración libera el argumento. La noticia es la excepcionalidad. Cien mil personas cruzan la avenida 9 de Julio por día. La noticia la genera quien no logra cruzarla y es atropellado por un automóvil.
 
El populismo necesita que se difundan sus hechos de gobierno. Con el populismo el aval específico, el voto popular, el voto que convalida, es el eje y el pulmón. El populismo sobrevive en tanto y en cuanto se centralice en ese voto, en ese aval popular toda la articulación de los actos de gobierno. 
 
Sin el aval popular, el populismo no es un gobierno que trafica con los sentimientos, buscando sostenerlos de su lado, es una tiranía que impide respirar un aire distinto. Ese cuidado es el primer mandamiento de los populismos. Corrección: el respaldo popular, a como dé lugar, es su único mandamiento.
 
Un gobierno que solo precisa difusión de sus actos (de gobierno) no necesita que se conozcan sus fallas, por el contrario. La difusión de los yerros, de las equivocaciones, de las injusticias, de las diferencias, al menos de una opinión diferente, en contrario de lo que sucede con la administración de los bienes comunes es incómoda, molesta, en ocasiones decididamente "antipopulista".
 
Para el populismo el aval del pueblo es el eje. Es superior a las leyes, a los reglamentos, incisos, articulados, constituciones, pactos preexistentes. Esa deformación basal, el voto popular como eje, no tiene contraparte. El arma secreta del populismo es la consagración del voto como mandato supremo. No acepta, el populismo, que el voto sea un encargo, una delegación temporal de poder que entraña deberes. El voto en los populismos da derechos, consagra ese mandato como una espada, que puede atravesar el pasado, el presente y derivar a los que delegaron el poder a la sumisión por el voto.
 
El periodismo tiene como eje de su existencia la narración. Es lo que define a quien (periódicamente) cuenta cosas, sucedidos. No hay forma de periodismo que no se sostenga en la información. Cuando un cuento, corto o largo, una novela, cuando un texto parte de la realidad el periodismo crece y se convierte en el mejor y mas impecable testimonio de lo que pasa. La oralidad, como todas las nuevas forma de comunicación, no alteran esta esencia. Se cuenta. Lo contrario es el silencio.
 
El populismo desea dominar lo que se cuenta. El populismo relee el pasado y lo altera, quita y pone. Del mismo modo resignifica el presente. El populismo necesita que se crea lo que dice. Requiere, del contrato que se consiguió mediante el voto, una relación de sumisión absoluta. La lógica es elemental, si el voto avala lo que hago y lo hago en nombre del pueblo, por qué razón el pueblo, que me dio el mandato, se opondrá a lo que hago. En ése círculo así, hasta el infinito.
 
Cualquier recordatorio de que el mandato es efímero, de que las leyes son anteriores y para cumplirlas, que el voto no da derechos sino deberes y el primero es cumplir los pactos preexistentes, refiere al nudo del asunto. Es atentatorio a su existencia, la perturba. El populismo no es parte de las democracias liberales ("liberalismo", si, de libertades individuales, la conquista más importante de los siglos XIX y XX) ni de su forma de proteger al individuo. 
 
El populismo está en lucha permanente contra el individualismo y contra el ejercicio pleno de la individualidad. Para el populismo nada es superior al mandato popular que trata de perpetuar. En cierta forma aquel "hombre masa" del primitivo Erich Fromm, está presente en la concepción del populismo. El pensamiento libre y en disidencia es un obstáculo para la perpetuidad del populismo, del pensamiento único. Dicho de un modo brutal. 
 
El populismo es feliz con una tribuna gritando un gol y no con un debate sobre el uso de los dineros públicos. ¿Alguien puede oponerse a una tribuna gritando un gol? Ese alarido en unísono, ese cántico es el himno del populismo. Para seguir con la brutalidad: el populismo imagina un país de tribunas y de goles. Eso busca. No desea otra cosa.
 
El periodismo ha sido concebido como un acto individual. Una persona, un grupo, una producción, alguien contando para otros. El periodismo ha sido concebido a partir del pensamiento y este toma partido. No existe periodismo sin pensamiento, porque sería repetición infinita de palabras, números, gestos. El pensamiento atraviesa el mensaje que da el periodista. Lo sostiene.
 
El populismo no concibe otra forma de pensamiento que no sea la propia, el resto son desviaciones, acaso enemigos. Contar lo que pasó trae riesgos. Decir lo que pasa igual. Mirar el futuro con ojos distintos a los de la tribuna es traición. El final es sencillo. Los hombres morderán a los perros. Decirlo es periodismo. Para el populismo no hay vueltas. El periodismo es traición.

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