CUANDO LA GENTE NO CREE LA VERSIÓN OFICIAL

Sobre "suicidios" polémicos: El caso de Juancito Duarte

Juan Ramón Duarte Ibarguren, Juancito, fue el hermano mayor de Eva Duarte de Perón que se desempeñó como secretario privado del presidente Juan Domingo Perón. Él también fue empresario del cine y gestor del Fondo de Fomento Cinematográfico, institución que tuvo un papel fundamental en el desarrollo del cine argentino a lo largo de su historia. Falleció de un disparo en la cabeza, en un hecho confuso que fue caratulado como un acto suicida aunque muchos creyeron en un asesinato.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Juan Ramón Duarte nació en el campo La Unión, propiedad de su padre, a 20 km de la población de Los Toldos y 60 km al sur de Junín. Fue el único varón de los cinco hijos ilegítimos que tuvieron Juan Duarte y Juana Ibarguren.
 
Cuando Eva conoció a Juan D. Perón en 1944, quien sería elegido presidente dos años después, y contrajo matrimonio con él, volviéndose una de las personas más poderosas del país, ella lo hizo secretario privado de Perón.
 
Durante el gobierno de Perón, Juancito se destacó públicamente por su vida frívola y de derroche. La oposición lo señaló siempre como la cara visible de la corrupción. Él mantenía relaciones oficiales con 2 actrices, Elina Colomer y Fanny Navarro, y decenas de evidentes aventuras que daban pie a su fama de mujeriego y seductor. "Hombre de la noche" tenía un palco permanente en el famoso salón de tango Tabarís.
 
Juan Duarte estableció una estrecha amistad con Héctor Cámpora, conocido como Camporita, quien en 1973 sería elegido presidente de la Nación.
 
Y él fue empresario de cine adquiriendo el 25% de las acciones de la empresa Argentina Sono Film y gran parte de la empresa Emelco. Gestionó y firmó el contrato de creación del Fondo de Fomento Cinematográfico, institución que tuvo un papel fundamental en el desarrollo del cine argentino.
 
El 26 de julio de 1952 Evita murió como consecuencia de un cáncer de útero. Juan Duarte sufrió mucho la muerte de su hermana.
 
En noviembre, Juan viajó a Europa para atenderse una sífilis, pero los médicos le informan que es incurable.
 
Simultáneamente, Duarte perdió la confianza de Perón y se vio muy comprometido en una investigación sobre hechos de corrupción que lo llevó a renunciar. 
 
Perón hizo una declaración por radio sobre investigaciones sobre corrupción, y sin mencionar explícitamente a Juan Duarte dijo:
 
"Aunque sea mi propio padre irá preso, porque robar al pueblo es traicionar a la Patria."
 
El 09/04/1953, 3 días después de la declaración radiofónica de Perón, Juan Duarte apareció muerto con un disparo en la cabeza. Oficialmente se anunció que fue un suicidio. La oposición sostuvo que se trató de un asesinato.
 
En el funeral, Juana Ibarguren, su madre, gritó:
 
"¡Asesinos! Me han matado a otro de mis hijos!".
 
Héctor Olivera, director de la película "Ay, Juancito", reflexionó sobre Juan Duarte:
 
"Era el hermano de la señora, cuñado del general Perón y su secretario privado. Y al mismo tiempo tenía mucho dinero, y dinero que no escondía, lo repartía. Era generoso. Sobre todo su muerte se convirtió en materia de polémica. Los antiperonistas decían que lo había mandado a matar Perón y la explicación oficial fue que se había suicidado."
 
El recuerdo
 
"Esa noche bebimos unos tragos de whisky, no muchos, y cuando nos despedimos, a eso de las doce y media, me tomó los hombros y me clavó la mirada. Andate derecho a tu casa, me dijo. Yo no entendía muy bien el sentido de esas palabras. Pero al día siguiente comprendí todo: Juancito estaba muerto de un tiro en la sien. ¡Qué espantoso!", recordó Oscar Bertolini, el último que vio con vida a Duarte, sobre lo que sucedió el 09/04/1953. 
 
La versión oficial sobre la muerte de 'Juancito' diagnosticó suicidio.
 
Poco antes de esa despedida, Duarte charlaba amablemente con otros amigos suyos que habían ido a visitarlo a su 4to. piso de la Avenida Callao 1944. 
 
Además de Bertolini, Héctor J. Cámpora, Raúl Apold, Román Subiza, Belchor Costa, Raúl Margueirat, y 2 amigos de su infancia juninense: Pablo Lagos y José Gullo. 
 
Duarte acababa de renunciar a la secretaría privada de Perón.
 
"Estaba sonriente —evocó Apold, otro de los testigos—, aunque era una sonrisa extraña. Hablaba constantemente y hacía toda clase de proyectos, pero le faltaba convicción, Claro que recién recordamos esos detalles al otro día, no en ese momento. Yo me fui a las diez de la noche y me llamó la atención la forma en que me abrazaba, pues golpeaba mi espalda con energía, algo raro en él, y me acercó la cara diciéndome 'Chau, Raúl...'. Después comprendí que se trataba de una despedida." 
[ pagebreak ]
 
¿Decía la verdad Apold o exageraba?
 
Sin embargo, algo parecido relató Margueirat ante la comisión investigadora N°58, que en 1955 estudió el caso Duarte.
 
En la mañana, Duarte apareció muerto. Su cuerpo estaba arrodillado, en ropa interior, con la cabeza volcada sobre la cama y sumergida en un charco de sangre. 
 
En el piso, cerca de los zapatos, había un revólver calibre 38, y en la mesita de luz una carta que decía así:
 
"Mi querido general Perón: la maldad de algunos traidores de Perón, del pueblo trabajador, que es el que lo ama a usted con sinceridad, y los enemigos de la Patria, me han querido separar de usted; enconados por saber lo mucho que me quiere y lo leal que le soy; para ello recurren a difamarme y lo consiguieron; me llenaron de vergüenza, pero no pudieron separarme de usted: desde mi renuncia, usted fue tan amigo como siempre y esta aflicción suya de estos días por mí, me pagó con creces el mal que ellos me causaron.
 
"He sido honesto y nadie podrá probar lo contrario. Lo quiero con el alma y digo una vez más que el hombre más grande que yo conocí es Perón; sé de su amor por su pueblo y la patria, sé como nadie de su honestidad y me alejo de este mundo asqueado por la canalla, pero feliz y seguro que su pueblo nunca dejará de quererlo y de haber sido su leal amigo; cumplí como Eva Perón, hasta donde me dieron las fuerzas.
 
"Le pido cuide de mi amada madre y de los míos, que me disculpe con ellos que bien lo quieren. Vine con Eva, me voy con ella, gritando viva Perón, viva la Patria, y que Dios y su pueblo lo acompañen por siempre. Mi último abrazo para mi madre y para usted. Juan R. Duarte. Perdón por la letra, perdón por todo".
 
La carta del “suicida” se dice que fue corregida antes de ser publicada en la Secretaría de Prensa y Difusión, y no se practicó sobre ella ninguna pericia caligráfica que la hiciera indubitable. Los médicos legistas han opinado que el disparo que causó la muerte de Duarte “fue hecho a cierta distancia no menor a 20 centímetros” y que las heridas que tenía en la cabeza fueron “producidas más posiblemente por cuerpo duro aplicado con fuerza y movimiento, que contra cuerpo duro por caída”.
 
Un documento de la época fue la declaración escrita del comandante mayor de Gendarmería Nacional, Manuel V. Scotto Rosende:
 
“(...) un conjunto de jefes militares, encabezados por el mayor Cialceta y el teniente coronel García Althabe, entre los que se encontraban los vice comodoros French y Villa, los capitanes de fragata Noguera Isler y Lascano, los tenientes coroneles Marcelino Martínez, García, Gonzalez y Tuya, consideraron que la actuación del citado secretario privado menoscababa el prestigio del general Perón, en razón de las versiones circulantes sobre los negociados que habría realizado y el empleo discrecional que hacía del nombre del señor presidente, todo lo cual se veía agravado por el círculo que habrían tenido alrededor de éste y del que formaban parte Cámpora, el coronel Balloffet, teniente coronel Passicot, Margueirat, comandante mayor Solveyra Casares, Gómez Morales, etcétera.
 
El lunes 6 de abril, a primera hora, ambos jefes se apersonaron al general Perón y le hicieron conocer los cargos que existían contra Duarte, procediendo el señor presidente a ordenarles ratificar la denuncia por escrito y asegurando que haría justicia, y que de ser exactos los cargos castigaría inflexiblemente a su secretario privado, pero que en caso contrario deberían estar dispuestos a asumir la responsabilidad de la denuncia.
 
De inmediato el general Perón ordenó la instrucción de un sumario, para rodearlo de mayores garantías dispuso que lo hiciera un general de prestigio, designando para ello al general León Justo Bengoa, quien se abocó a sus funciones el mismo día, aproximadamente a las diez.
 
Se noto de inmediato que el personal perteneciente a la Secretaría Privada de la Presidencia trataba, por todos los medios, de evitar pudiese avanzar la investigación, y horas después de iniciado el sumario, pese al carácter secreto del mismo, empezó a notarse el interés de algunos de impedir que el mismo tuviese éxito, lo que coincidía con la aparición en la Casa de Gobierno de oficiosos colaboradores, desplazados anteriormente de la función pública.
 
Transcurren las primeras investigaciones en este ambiente los días lunes 6 y martes 7 de abril, teniéndose conocimiento este último día que Bertolini había presentado su renuncia al presidente, el cual violentamente se la rechazó, echándolo de su despacho.
 
El día 7 de abril el señor general Bengoa (que se mantuvo noche y día en el juzgado durante los seis días que duró la instrucción del sumario, creo que sin retirarse para nada a su domicilio), poseía ya elementos de juicio que le permitirían llevar en horas de la tarde una primera impresión al presidente, a la vez que solicitó la comparecencia de Juan Duarte, a la que accedió el general Perón, haciéndole saber al señor juez que él mismo iba a decirle que concurriese a declarar.
 
Vuelto el general Bengoa a su despacho, nos hizo conocer esta novedad, circunstancia en la cual se inició la investigación directa del subscrito en el sumario, a raíz de los siguientes hechos, de los cuales doy fe por ser parte.
 
Aproximadamente a las 17 y 30 se supo en el servicio de informaciones de Control de Estado (división H, a mis órdenes), que el día anterior, y luego de retirarse el general Perón, Duarte, al parecer acompañado por Bertolini, había retirado papeles de su caja de hierro; que lomismo habría hecho Bertolini, pero que aún quedaban muchas cosas en el escritorio de este último, elementos que pensaría retirar esa tarde.
 
Ante esta información se ordenó vigilar discretamente las dependencias de la secretaría privada con personal del servicio de informaciones de Control de Estado y con el fin de no comprometer al señor general Bengoa en una revisión sin éxito de la secretaría privada, que no se justificaría sin un fundamento serio. Un grupo de jefes resolvimos fraguar la versión de que se estaban quemando papeles de la secretaría privada en el incinerador de la Casa de Gobierno, y que en las oficinas de Duarte ya estaban preparados otros paquetes de papeles para igual fin.
 
Ante lo serio de este seudo informe, el general Bengoa ordenó al subscrito constituirse en las dependencias de la secretaría privada y con personal de mi servicio asegurar la documentación existente y evitar cualquier atentado a la misma. Se señaló, sin embargo, la mesura, corrección y seriedad que debía privar en el procedimiento, dado que eran oficinas de dependencia directa del señor presidente de la Nación. (...)".
 
En la mañana del 9, Duarte tenía que prestar declaración ante el general Bengoa en Control de Estado, al tenor de un interrogatorio preparado la noche anterior. Estábase a su espera, cuando una comunicación telefónica del “valet” de Duarte hizo saber que éste se había suicidado.
[ pagebreak ]
 
“Mientras Mollo –prosigue la declaración de Scotto Rosende- se dirigía a informar al general Perón, yo subí a poner dicha novedad en conocimiento del general Bengoa, quien se trasladó de inmediato al despacho del señor presidente. Tengo entendido que en esta circunstancia el general Bengoa expresó al general Perón el deseo de revisar la casa de Duarte antes que pudieran retirarse elementos que existiesen en la misma, contestándole que posteriormente hablarían de ello.”
 
En horas de la tarde, el presidente ordenó al general Bengoa suspender el sumario, y 2 días después una nueva orden dispuso que se le entregaran las actuaciones y los elementos obtenidos.
 
La investigación no sólo tenía el propósito de inquirir la responsabilidad de Duarte, sino de todo el personal de la Presidencia, empezando por el mismo jefe de Estado. El cadáver de Duarte evitó todo esclarecimiento. Nada se pudo saber de ella. 
 
El propio general Bengoa “solicitó, una vez entregado el sumario, a quienes intervinimos en el mismo, la mayor reserva”, a pesar de la cual, “teniendo en cuenta la gravedad e importancia de estas actuaciones”, el comandante mayor Scotto Rosende ha expresado que la substanciación del sumario ha permitido acumular ciertos cargos y pruebas que hubieran encuadrado a Juan Duarte en el terreno delictual.
 
La información oficial sobre el suicidio de Duarte no convenció a nadie.
 
El juez instructor sobreseyó definitivamente en la causa, con lo que cerró la posibilidad de continuarla o reabrirla.
 
La investigación realizada 2 años y medio después de ese hecho no ha podido llegar al esclarecimiento total de la verdad, pero ha recibido declaraciones y ordenado pericias que hacen presumir que Duarte no murió por su propia voluntad.
 
Cabe señalar que no fueron oídos por ninguno de los ocupantes del edificio Callao 1944 estampidos de arma de fuego en la noche del 08/04/1953 y primeras horas del día siguiente, como tampoco por las personas al servicio de Juan Duarte. 
 
En cambio, de acuerdo con las manifestaciones de una señora que reside en un departamento ubicado frente a la entrada de la casa en la que aquél vivía, oyó, en las primeras horas de la madrugada del 9, dos ruidos que provocaron su atención porque temía que hubieran chocado al automóvil de su propiedad dejando junto a la acera. Asomada a una ventana que da a la calle, verificó que no había ocurrido tal cosa, pero al dirigir su vista hacia la casa de Duarte observó que dos personas descendieron de un automóvil llevando entre ellas a otra imposibilitada, hecho que atribuyó a un exceso de bebida, alcanzando a ver qué penetraban en esa casa, cuya puerta se abrió desde el interior. 
 
Otra testigo, moradora de un departamento ubicado justamente sobre el que éste ocupaba, declaró que al entrar en el edificio a las 2 y 30 tuvo miedo porque, contra lo habitual, el vestíbulo de entrada hallábase a oscuras. Inmediatamente de trasponer el umbral observó que había en el interior de la casa cuatro hombres con linternas, que estaban maniobrando sobre una consola.
 
Asustada aún, se apresuró a tomar el ascensor, y ya éste en movimiento, vio sobre el piso una mancha de sangre de aproximadamente quince centímetros de diámetro. Mientras subía vio, a través de las puertas plegadizas, que el departamento de Duarte se hallaba abierto.

Dejá tu comentario