por CLAUDIO M. CHIARUTINI
ASAMBLEA LEGISLATIVA 2015
La última vez de Cristina y los Kirchner
Desde 2004, cada Asamblea Legislativa anual es protagonizada por un Kirchner. Pero la ceremonia institucional de 2015 tiene un dato relevante: será la última vez que un Kirchner le hable a la Asamblea Legislativa. En 2016 habrá otro Presidente que no será un Kirchner. No es un dato menor para introducir algunas de las expectativas para la jornada.
01 de marzo de 2015 - 00:00
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Cristina Fernández entrará hoy en el Congreso para realizar la apertura de Sesiones Ordinarias, con la frente alta y la mirada desafiante gracias al fallo del Juez Federal Daniel Rafechas, que desechó la denuncia que hizo contra la Presidente de la Nación , el canciller Héctor Timerman, Luis D´Elia y Fernando Esteche, entre otros. Las filas kirchneristas esperan un mensaje que consideran como la “herencia” que dejará a la militancia, hasta que vuelva al poder, en el menor tiempo posible..
Pero las actitudes de Cristina Fernández y las consideraciones que pueden hacerse entre la militancia kirchnerista, no evitará que la Presidente de la Nación siga imputada por el Caso Hotesur, que Máximo Kirchner esté a un paso de ser llamado a declarar por la misma investigación judicial y que la Mandataria no tendrá, nunca más, otra oportunidad para abrir las Sesiones Ordinarias en el Congreso.
Tal como la mayoría de los Presidentes de la Nación, el discurso de apertura de Sesiones Ordinarias suele ser una cadena de autoelogio y recitado de estadísticas positivas, elaboración de las lista de culpables para responsabilizar por los fracasos y, en el mejor de los casos, una hoja de ruta de los proyectos de Ley que el Poder Ejecutivo llevará al Congreso. Y, en ese sentido, Cristina Fernández no ha sido una excepción.
Su primera presentación ante el plenario de ambas cámaras fue en 2008 (2004, 2005, 2006 y 2007 fueron ceremonias protagonizadas por su marido, Néstor), y ella repitió gran parte de los argumentos que había mencionado en la campaña electoral, sobre todo, la promesa de mayor institucionalización y compromiso con el sistema democrático que su antecesor e impulsor, Néstor Kirchner; dos postulados que se encargó de violar una y otra vez, en el camino de convertir el Estado en un instrumento de uso personal, para cubrir las necesidades propias y erradicando todo enemigo imaginaran.
En 2009 Cristina Fernández no pudo soslayar la inmensa lucha que tuvo con el campo, a partir de la Resolución 125, y tampoco pudo evitar de mostrar el impacto que había tenido derrota en el Congreso y que hizo evaporar la “transversalidad” que había impulsado Néstor Kirchner para ganar la elección de 2007. Julio Cleto Cobos era el traidor de turno.
Para 2009, Cristina Fernández había comenzado con su idea de volver a estatizar lo que fuera útil para las necesidades políticas y de caja, como fue el caso de Aerolíneas Argentinas o las AFJP. La Presidente de la Nación no cumplía un año y medio en el cargo y los problemas de caja ya habían comenzado a aparecer. Era el germen de la crisis reservas actual.
En 2010, Cristina Fernández abrió las Sesiones Ordinarias del Congreso con Néstor Kirchner sentado en una banca, dado que había sido electo legislador. El Gobierno trataba de ocultar el impacto que había tenido en la economía la crisis internacional de 2008 y 2009 y el discurso estuvo lleno de logros económicos que intentaban ocultar que el famoso “crecimiento a tasas chinas” era una enorme ficción estadística.
Fue en ese año que Cristina Fernández comenzó con el proceso de introducir reformas al Poder Judicial. El fracaso en doblegar al Grupo Clarín y las denuncias de casos sospechosos de corrupción se habían comenzado a acumular, pese a la “limpieza” que hacían fiscales y jueces amigos, obligaron al Matrimonio Kirchner a comenzar un proceso para colonizar y someter a un poder que, teóricamente, debería respetar y obedecer.
La presentación del 1º de Marzo de 2011 se hizo en el marco del shock que había causado la muerte de Néstor Kirchner cuatro meses antes (justo el día que se hacía el Censo Nacional, uno de los peores que se han realizado en la historia argentina y con un valor estadístico mínimo.
Cristina Fernández sin Néstor Kirchner comenzaba a mostrar la Cristina Fernández que hoy conocemos. Con enojo, crispante, con conceptos autoreferenciales, mostrando que el final estaba lejos. No era para menos, se avecinaba un año electoral y la Presidente de la Nación iba a buscar la reelección y no podía dejar espacio para discusiones.
Por eso la apertura de Sesiones Ordinarias de 2012 fue una fiesta para el kirchnerismo. Cristina Fernández venía con el 54% de los votos sacados hacía seis meses, ya había lanzado su “Vamos por Todo” y “La Cámpora” era la nueva “usina” de dónde saldría el reemplazo de los funcionarios peronistas que aún sobrevivían en el Gabinete.
Es cierto que a su lado no estaba Néstor Kirchner, pero estaba Amado Boudou, quién aplaudía con furia el anuncio de cambio de la Carta Orgánica del Banco Central, otro manotazo de una caja pública, que se hizo para evitar “rebeldías” como las encarnadas por el entonces Presidente de la entidad, Martín Redrado, contra la Presidente de la Nación, argumentando una independencia institucional que el kirchnerismo no concibe cuando tiene el poder en sus manos; pero que reclama a otros cuando están en el llano.
En 2013 ya las estadísticas no permitían tergiversar más la realidad. Mientras Cristina Fernández lanzaba la famosa calificación de “Década Ganada”, la inflación se convertía en uno de los mayores problemas del bolsillo de las familias y el superávit comercial y fiscal se había convertido en historia. Pero nada de eso recordó la Presidente de la Nación.
El discurso de Cristina Fernández, con su tono triunfal, preparaba el clima para las elecciones legislativas de ese año y, en el fondo, contenía la intención de impulsar un triunfo en las urnas que habilitara una reforma de la Constitución Nacional que habilitara un nuevo mandato presidencial; además de proyectos para acelerar la colonización del Poder Judicial.
Por fin, el año pasado, el discurso de la Presidente de la Nación contuvo una cargada agenda legislativa, con el fin de hacer la mayor demostración de fuerza posible. En cierto sentido, fue un éxito, dado que más de 70% de las iniciativas que los legisladores transformaron en leyes tenían como origen la Casa Rosada. Fue el único ámbito donde hubo éxitos.
En este 2015, se especuló mucho sobre los anuncios que podría hacer la Mandataria: que intervendría al Poder Judicial, que pondría en “disponibilidad” a fiscales y jueces, que aceleraría los cambios propuestos por los códigos Procesal Penal y el Civil y Comercial Unificado, previsto para Agosto; y muchos cambios en la Suprema Corte. Si Cristina Fernández quiere crispar, puede hacerlo, pero luego del 18F, deberá calcular con cuidado sus movimientos, cualquier error tendrá inmensos costos.
Serán transformados en logros; realizará una apología de los 12 años de Gobierno kirchnerista, como se observó en la carta que dio a conocer el fin de semana, contra el 18F. Y, como ocurrió en 2011 y 2013, las palabras presidenciales serán la base del discurso electoral que deberán exponer los candidatos que digan representar al oficialismo.
En la lista de enemigos que Cristina Fernández construye en cada uno de sus discursos, sin duda, se hará una reseña de las peleas ganadas y perdidas por el Poder Ejecutivo, lo que permitirá explicar porqué no se alcanzaron las metas que se fijaron (son los “culpables” de las “deudas” del kirchnerismo, para el “relato”).
Sin embargo, en el fondo, lo que diga la Presidente de la Nación poco importará. Lo realmente significativo, trascendental, valioso, es que será su última vez, aunque nos quiera hacer creer que es el comienzo, es el final. Cristina Fernández, no puede evitarlo: ya es historia.